jueves, 2 de noviembre de 2017

¿LA ECONOMÍA SOLIDARIA REPRESENTA UN MODELO VIABLE A ESCALA GLOBAL?

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LA ECONOMÍA SOLIDARIA Y LA ECONOMÍA FEMINISTA SE ENCUENTRAN DE NUEVO.
Hay amores de verano, esos que aun pareciendo eternos duran lo que la estancia en la playa o el calendario marca. Otros, sin embargo, no estallan de la misma forma de flechazo y a pie de chiringuito, sino que se larvan a fuego lento, al calor del cuidado, nunca mejor dicho.
La economía solidaria, en el marco de la tradición de la economía social, pretende incorporar a la gestión de la actividad económica, los valores universales que deben regir la sociedad y las relaciones entre toda la ciudadanía: equidad, justicia, fraternidad económica, solidaridad social y democracia directa.      

La historia del acercamiento y confluencia de la Economía Solidaria y la Economía Feminista es más bien de estas segundas. Hace ya casi tres años podíamos, por ejemplo, leer publicaciones como la de la revista Papeles, donde, de la mano de la activista y docente brasileña Mariam Nobre, tratábamos de encontrar entre Economía solidaria y economía feminista: elementos para una agenda. Se comenzaba así a hacer patente cómo “en una combinación de análisis y práctica, la economía solidaria, en diálogo con la economía feminista (...) construyen como una economía política de resistencia”. Y, “al ser ejercidas en una sociedad capitalista y patriarcal, organizan una agenda que implica la caracterización del sujeto político y la elaboración de demandas hacia el Estado en cuanto a acceso a medios de producción, gestión y comercialización”.
 

Es imposible saber cuándo nace este amor, pero lo que sí sabemos es que se ha ido enredando a partir del coqueteo mutuo y el continuo encuentro, que ya se sabe que el roce hace el cariño.... La apuesta de REAS y la Economía Solidaria por hacerse eco de las propuestas y postulados de la Economía Feminista, así como por hacerle llegar a ésta las suyas propias, ha sido constante, buscando construir conjuntamente ese sueño común de una vida que merezca la alegría ser vivida. Producto de este empeño podemos leer publicaciones como Sostenibilidad de la vida. Aportes desde la Economía Solidaria, Feminista y Ecológica, la Guía de Cuidados o el dossier El enfoque de género en la Economía Social y Solidaria: aportes desde la Economía feminista, cartas de amor que revelan los lugares desde donde se piensan y buscan estas dos corrientes.

Pero no sólo de teoría y piropos viven las relaciones, pues la práctica y el tocarse son imprescindibles para que toda relación madure y se afiance. La elección de los cuidados y la Economía Feminista como eje central de la Feria del Mercado Social de Aragón de 2015 y Feria del Mercado social de Madrid de 2017 o la fuerte presencia de estas cuestiones de manera transversal durante el Congreso Estatal de ESS de Bilbao es una muestra de ello. Pero el colofón de estos años de amor y confluencia se produjo, probablemente, durante el encuentro de Idearia 2017, donde ambos movimientos se miraron y entrecruzaron radiografiando sus posturas hasta el último poro de la piel: imaginarios, políticas públicas, organizaciones, mercado, finanzas, emprendizaje… Y tanto se vieron y tanto se encontraron que en REAS nació su comisión de feminismos, “como apuesta política que el movimiento de la ESS, articulado a través de REAS RdR, hace por construir alternativas que construyan formas colectivas de organización corresponsables con el sostenimiento de nuestras vidas”.

Ahora la Economía Feminista quiere devolverle el envite a la Economía Solidaria, integrándola dentro de las Jornadas estatales del próximo fin de semana, donde estará presente en todas sus sesiones, poniendo lo mejor de sí; “desde la teoría a las resistencias: enfoques y perspectivas”, “desde la acción política feminista: instituciones y sociedad civil organizada transformando realidades”. Estemos pues atentas a este nuevo encuentro, a los guiños que nuevamente se produzcan, pues no quepa duda de que esta relación va a dar aún mucho de lo que hablar... Fuente Blanca Crespo. El Salmon Contracorriente.

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¿LA ECONOMÍA SOLIDARIA REPRESENTA UN MODELO VIABLE A ESCALA GLOBAL?
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Fernando de la Cuadra*.

ALAI. Viernes 20 de octubre del 2017.

Hace ya algunas décadas atrás el economista húngaro Karl Polanyi apuntaba que es posible pensar que existen formas de integración o de funcionamiento de la economía que no se asientan necesariamente en instituciones monetarias basadas en el intercambio convencional, es decir, que superan los movimientos de “doble mano” que se producen en el lugar del mercado, el cual representaría su locus por excelencia. De esta manera, Polanyi propuso algunas visiones alternativas de aquella existente en la economía capitalista, identificando en esa construcción tres principios de distribución distintos al modelo de intercambio mediado por el mercado y orientado a la ganancia, a saber, la administración doméstica, la redistribución y la reciprocidad. Según él, en la economía real pueden coexistir dos o más principios en los cuales esté presente inclusive la ganancia monetaria, aunque su presencia no necesariamente debe representar el principio dominante.

La importancia de estas formas para entender la actividad económica, residiría en que ellas no solo poseen una dimensión histórica sino que además ostentan una expresión empírica demostrable en actividades concretas realizadas por las personas, lo cual demostraría las limitaciones de la perspectiva de Olson y seguidores, en torno al lugar central ocupado por el comportamiento egoísta y la acción racional que tendrían los grupos y sus miembros individuales en las actividades desarrolladas cotidianamente.

Especialmente la noción de reciprocidad permite visualizar otros aspectos en torno a los cuales se organizan las sociedades, ya no basadas únicamente en la idea de interés y de competencia entre las personas y las organizaciones, sino también o sobre todo en torno a prácticas de cooperación destinadas a preservar los lazos sociales dentro y entre los diversos tipos de agrupaciones

En el caso latinoamericano es necesario considerar especialmente la prevalencia de formas de economía doméstica, visto el papel prioritario que dichas formas de integración ejercen en la conformación de grupos y comunidades que insertan las actividades económicas de producción y distribución en las diversas formas de sociabilidad presentes en la esfera local. Ello es especialmente significativo en el caso de aquellos países de cultura andina o mesoamericana. En este marco, tal como enunciado por José Luis Coraggio, la cuestión económica sustantiva se resuelve como una economía ‘natural’ o comunitaria, cuyo sentido es asegurar la autosuficiencia de todos los miembros o grupos que comparten los medios de sustento según reglas y estructuras no estrictamente económicas.



Una reflexión sobre la obra de Polanyi nos plantea el desafío de postular otras formas de organización económica de la humanidad, o como dicen sus principales adherentes, de pensar “Otra Economía” que supere el paradigma de la competitividad impuesto por la civilización del capital y de los mercados globales. En otras palabras, es necesario pasar de un paradigma centrado en la competitividad y la posesión de riqueza pecuniaria para un modelo centrado en las energías y capacidades que surgen desde las personas, en el trabajo y la cooperación que abunda en las comunidades. Ello implica, que los diversos actores (personas, comunidades y entidades públicas) sean capaces de construir nuevos espacios de cooperación, solidaridad y convergencia que integre lo económico en lo que verdaderamente es, un entramado de relaciones de sociabilidad -de parientes, amigos y vecinos en el territorio-, que buscan establecer vínculos equitativos y justos entre los diversos participantes del proceso económico y, de esta manera, propender hacia el bienestar de todos. A este tipo de prácticas cooperativas, asociativas y comunitarias se las conoce con el nombre de economía social y solidaria.

Pero no obstante las premisas recién expuestas, igual se mantiene en el aire la interrogante de si puede existir efectivamente una economía social y solidaria que supere el ámbito local. Esta es una pregunta que se podría responder – y descartar casi automáticamente – con un no rotundo. Para ciertas visiones, la evidencia acumulada hasta ahora nos permitiría concluir que el conjunto de experiencias que se sustentan en formas solidarias, cooperadoras y autogestionarias de concebir la actividad económica, difícilmente pueden traspasar los límites de lo local. Por lo mismo, es improbable que ellas lleguen a constituirse en modalidades globales de funcionamiento de la economía y las sociedades contemporáneas.

Aceptar esta premisa sin más, significa admitir que las sociedades y las personas poseen una naturaleza inmutable y que el estado de cosas con el cual nos deparamos cotidianamente va a seguir su mismo curso. Desde otra tradición crítica de esta ideología del status quo, Piotr Kropotkin, Marcel Mauss o Marshall Sahlins han podido demostrar que por el contrario las comunidades humanas han desarrollado preferentemente estrategias de cooperación para poder afrontar en conjunto la lacha por la supervivencia. Es decir, los seres humanos necesitamos de construir persistentemente lazos de cooperación con los otros para enfrentar los avatares de la vida, desde las estructuras familiares y de parientes (lealtades primordiales) hasta comunidades más amplias y complejas de colaboración.

Si admitimos que la humanidad no se encuentra condenada a la acción individual de personas que emprenden batallas competitivas sin cuartel, en las cuales necesariamente se debe producir una solución del tipo “suma cero”, la perspectiva de dar un giro a esta narrativa no resulta tan ilusoria. Entonces, el mayor desafío de este giro consiste en ir edificando un sistema multiescalar, en el que se articulen las diversas experiencias que se originan en un plano local, para ir ascendiendo a una escala regional, nacional y global.

Si bien es cierto el horizonte de un sistema económico solidario de alcance global se ve muy lejano, cada vez son más las experiencias que intentan construir áreas de intercambio y flujos de bienes y servicios que no se rigen necesariamente por el parámetro de transacciones de equivalentes en mercados convencionales. Sus principales impulsores no han sido ni los conglomerados políticos ni las agencias públicas, sino que un sinfín de asociaciones y organizaciones de ciudadanos, que se han inspirado en experiencias históricas (mutualistas, cooperativas, asociaciones de autogestión o cogestión) o que han concebido nuevas modalidades de poner en común sus capacidades y deseos de complementarse solidariamente. Son Bancos de tiempo, de monedas alternativas o sociales, cajas populares de ahorro y crédito, mercados de trueque, cooperativas de diversa índole (vivienda, previsión, salud, educación, saneamiento, compra y venta), grupos de producción y consumo autogestionarios, etc. Es una enorme constelación de experiencias, muchas veces desperdigadas, pero que pueden ir convergiendo en una escala planetaria a partir de elementos comunes que las unen y que son susceptibles de articular en entes mayores.

Son iniciativas que demuestran que la historia de la humanidad está llena de millares de esfuerzos por construir relaciones basadas en la cooperación, la reciprocidad, la solidaridad y la búsqueda del bien común. Su transformación en iniciativas que vayan conformando una red cada vez más densa de relaciones y sinergias no solo representa una tendencia deseable y urgente, sino que es absolutamente posible en función de los repertorios culturales con que cuenta la humanidad para construir decididamente un futuro más viable, justo y fraterno.

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*FERNANDO MARCELO DE LA CUADRA es académico de la Escuela de Sociología,  Universidad Católica del Maule.


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