domingo, 15 de octubre de 2017

LA NEOLIBERALIZACIÓN DE LA CUESTION AMBIENTAL.

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LA GOBERNANZA AMBIENTAL.- El término gobernanza –traducción de la palabra anglosajona governance– apareció como reemplazo del concepto clásico de gobierno y se difundió aceleradamente en los años ´90, en el contexto del despliegue de la llamada globalización o, de lo que llamaríamos más propiamente, un nuevo ciclo de mundialización capitalista y de construcción de un mercado mundial, esta vez bajo el signo del neoliberalismo. Por gobernanza se entendía así una serie de mutaciones que redefinían la autoridad y poder de los Estados nacionales, particularmente en el Sur del Mundo.

De esta manera, se refería a que la regulación de la sociedad dejaba de ser monopolio del Estado para pasar a ser una función compartida; por una parte, a nivel global, con los organismos internacionales (incluidos los acuerdos de libre comercio y protección de inversiones); y, por la otra, a nivel nacional y local, con un conjunto de actores privados que abarcaban tanto a las empresas como a las llamadas organizaciones no gubernamentales –consideradas ahora los representantes legítimos de la sociedad civil. La gobernanza se inscribía así en los procesos de privatización, desnacionalización y des-democratización del Estado y lo público, propios del neoliberalismo. En este proceso, el término gobernanza ambiental se difundirá una década más tarde, en los años 2000, para remitir a los mismos procesos en relación con los bienes comunes naturales y la naturaleza.

La misma se entiende habitualmente (Gobernanza ambiental) como un conjunto de procesos e instituciones, tanto formales como informales –que incluye normas y valores, comportamientos y modalidades organizativas– a través de los cuales las empresas, las ONGs y diversos actores sociales, y las instituciones públicas, articulan sus intereses, median sus diferencias y ejercen sus derechos y obligaciones en relación al acceso y usos de los bienes naturales. En conclusión, la promoción de la gobernanza culmina desplazando y asignando funciones antiguamente propias del gobierno a las empresas, así como se propone configurar, desde ciertos modelos legítimos, la participación de la sociedad civil.



De esta manera, la extendida percepción de que las grandes corporaciones extractivas actúan en los territorios como un propio Estado dentro del Estado no es, entonces, un error o un exceso, sino el efecto específico de una buscada reformulación del Estado y del poder bajo el neoliberalismo. Instrumento y ejemplo de ello es la llamada responsabilidad social empresaria o corporativa (RSE). Parecida a la caridad o filantropía oligárquica del pasado, se diferencia por concebirse también como una forma de hacer negocios.

Así, el financiamiento corporativo de establecimientos escolares o sanitarios en los territorios donde impera el extractivismo – que es uno de los ejemplos más conocidos de RSE–, no sólo implica la intervención directa de las empresas sobre las poblaciones, que opera en el desmantelamiento y ausencia estatal. Es también la contrapartida oposición patronal a cualquier incremento de las contribuciones fiscales y regulaciones estatales, incluso si las mismas constituyen una de las primeras demandas de la movilización y protesta de los pobladores, como suele ocurrir.

Así, siguiendo a la economía verde, la gestión de la problemática ambiental es, simultáneamente, una oportunidad de negocios y ganancias. Y, en el sentido de lo planteado por la economía verde, la gobernanza ambiental –o la RSE– promueve un proceso de economización de un ámbito de la vida humana; pero esta vez se trata de lo político, de la privatización de la autoridad común, en consonancia con la mercantilización de los bienes naturales comunes. Ciertamente, señalamientos similares pueden hacerse respecto de los dispositivos de mediación de conflictos, donde el Estado se transforma en un facilitador de la negociación entre intereses particulares de la sociedad civil, entre actores privados considerados iguales; habitualmente entre grandes corporaciones trasnacionales y las poblaciones de los territorios afectados por esos emprendimientos. La mediación, así como todo un conjunto de políticas e instituciones, han sido desplegados en las últimas décadas para enfrentar la creciente conflictividad que despiertan estos procesos de destrucción de las condiciones de existencia social; incluido, claro está, el ejercicio de una violencia estatal y paraestatal, tan presente en los territorios del extractivismo latinoamericano, con su trágica serie de muertes, desapariciones, detenciones y migraciones forzadas.


A pesar de ello, la conflictividad frente a los emprendimientos extractivistas, la mercantilización y despojo de los territorios y la vida, no ha dejado de crecer en nuestra región. Y con estos cuestionamientos y denuncias también ha emergido, se ha extendido y constituido, una extremadamente valiosa programática de cambio y crítica a estos procesos, desde las visiones del Buen Vivir a las experiencias de defensa y construcción del carácter público común de los bienes naturales y sociales y de las formas de la vida social y de la autoridad colectiva. La nueva ofensiva neoliberal que se despliega trágicamente en Nuestra América en estos últimos años –con sus cuotas de violencia y profundización del extractivismo– no alcanza para disipar ni borrar estas prácticas y los horizontes alternativos que han postulado y que –como las utopías, parafraseando a Eduardo Galeano– siguen alumbrando en la dirección por donde avanzar.


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Obama y Macri, juntos en Argentina, en la última semana con motivo de la II Cumbre de la Economía Verde, realizada en Córdoba-Argentina 2017.
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LA NEOLIBERALIZACIÓN DE LA CUESTIÓN AMBIENTAL.

Obama, Macri y la Economía verde.

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José Seoane.

Rebelión viernes 13 de octubre del 2017.


El lobby de la economía verde

En el marco de su reciente gira sudamericana, el ex presidente Obama participó el viernes pasado (6/10) como conferencista estrella en la II Cumbre de Economía Verde 2017 organizada en Córdoba por la ong estadounidense Advanced Leadership Foundation junto al gobierno provincial. En su intervención ante el nutrido auditorio que poblaba el salón principal del Quorum Córdoba Hotel - Golf, Tenis & Spa, Obama enfatizó la gravedad del cambio climático en curso y defendió la importancia de respetar y cumplir las metas del Acuerdo de París adoptado a fines del 2015 en el marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático así como de promover las energías renovables. “Somos la primera generación que siente el impacto del cambio climático y la última que puede hacer algo al respecto” sentenció ante los aplausos de la concurrencia entre las que se encontraban funcionarios y empresarios (Clarín, 2017).

Se contrapuso así a la postura del actual mandatario Donald Trump que retiró a los EE.UU. de dicho acuerdo negando las causas antropogénicas y la propia existencia del cambio climático y la problemática ambiental en consonancia con la política promovida por los grandes consorcios petroleros que forman parte de ese gobierno. Sin embargo, la defensa del Acuerdo de París y la promoción de las energías renovables y la economía verde no suponen una alternativa real a la política negacionista de Trump y a los procesos de deterioro y destrucción de las condiciones de existencia social desplegados por el neoliberalismo, sino que constituyen otro modo de tratamiento neoliberal de la cuestión ambiental impulsado por una importante fracción de las élites mundiales.

En esta dirección apuntan las afinidades entre Obama y Macri evidenciadas en las declaraciones del primero reconociendo la contribución que el segundo hizo en haber “reiniciado el contacto con el mundo” (Clarin, 2017) y la foto de ambos compartiendo un partido de golf que, con sus diferencias, no deja de rememorar aquella de Menem y George Bush de los años ´90 durante las relaciones carnales. En similar sentido, respecto de la cuestión ambiental, Obama compartió con Macri, en su visita en 2016 todavía como presidente en ejercicio, la importancia de una agenda verde, de las energías renovables y las políticas sobre el cambio climático, y éste último expuso meses después sobre la importancia de cuidar el ambiente y promover los negocios en la conferencia inaugural de la I Cumbre de Economía Verde organizada también por la Advanced Leadership Foundation (Seoane, 2017a). Una fundación que está estrechamente vinculada al propio Obama y al partido demócrata estadounidense y que con la organización anual de estos congresos ha decidido hacer de la provincia mediterránea y de la Argentina el centro de su política regional de promoción y divulgación de la economía verde como nuevo y central paradigma para el tratamiento de la cuestión ambiental.

En esta ocasión dicho encuentro contó con la exposición, además del ex mandatario estadounidense, de dos premios Nobel de Economía, de funcionarios de la OEA, del Consejo de Negocios Sustentables de los EE.UU., del Programa de Ciudades y Gobiernos para América Latina y el Caribe de la Corporación Financiera Internacional del Grupo del Banco Mundial, del Presidente de la Corte Suprema de Justicia Ricardo Lorenzetti, de funcionarios del gobierno de Córdoba y de la Ciudad de Buenos Aires, y empresarios locales y trasnacionales; todos ellos convocados para intercambiar y formar a 300 líderes y promotores de la economía verde en el país. Pero entonces, ¿qué significa este enverdecimiento de la economía?



La lógica perversa del capitalismo verde. Ni todo lo que es económico es financiero. Pero lamentablemente, todo lo que es financiero es económico.
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La economía verde y la ofensiva neoliberal.

La economía verde se publicita como una propuesta que resuelve la contraposición entre el desarrollo económico y la conservación de la naturaleza a partir de integrar esta última al primero, reduciendo el tratamiento de la problemática ambiental a la promoción de ciertas actividades económicas consideradas “verdes” en desmedro de otras vistas como dañinas del ambiente. Es decir, restringiendo la política ambiental a una modificación de los tipos o ramas de la actividad económica; sin alterar, sino confirmando la racionalidad del lucro, la competencia y el mercado. Desde esta perspectiva, entonces, el cuidado del ambiente resulta también una forma de hacer negocios. Así lo decía con claridad el gobernador de Córdoba Juan Schiaretti en la inauguración de esta II Cumbre afirmando que “en ningún lado está escrito que tenga que estar reñido el cuidado del medio ambiente…con el avance productivo, con el avance tecnológico, es hora que ambos se fundan para poder garantizar la sustentabilidad…que hay oportunidad de negocios en la economía sustentable, que no es algo que va a significar pérdidas para las empresas o para los Estados y las obras que hacen; por el contrario, se está probando con la cantidad de empresas de economía verde que tiene el propio EE.UU… que es absolutamente compatible y es rentable el trabajar en la economía verde… para el sector empresario” (Cumbre Economía Verde, 2017).


En esta dirección, la economía verde más que consagrar un “enverdecimiento” de la economía supone en realidad la economización de lo “verde”. Esta dimensión aparece en la promoción que la misma hace de todos los procesos de valorización monetaria del ambiente y la naturaleza y que se expresa en la importancia que le otorga a la contabilidad ambiental, la construcción del capital natural, la extensión de los servicios ecosistémicos y de los mecanismos de mercado en el tratamiento de las problemáticas ambientales como, por ejemplo, los mercados de carbono respecto del cambio climático.


Por otra parte, la economía verde implica también reducir la problemática ambiental a la naturaleza y lo verde, identificándola con un mundo físico no humano e incluso con la reproducción de ciertos procesos biológicos; quitándole a lo ambiental su dimensión social e histórica. Ambos procesos distinguen el tratamiento neoliberal de la cuestión ambiental; por un lado, la mercantilización o capitalización de la naturaleza; por el otro, la naturalización o biologización del ambiente (Seoane, 2017b).

La propuesta de la economía verde comenzó a formularse a fines de los años ’80 a partir del trabajo de un grupo de académicos vinculados al campo de la economía ambiental que propone un cruce entre lo ambiental y la economía liberal (Pearce, Markandya y Barbier, 1989). Pero solo dos décadas después, en el contexto de un nuevo episodio económico de crisis global, fue adoptada por el Programa de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (PNUMA, 2009 y 2011) y luego propuesta en la Cumbre mundial de Río+20 del 2012 como nuevo paradigma para implementar el desarrollo sostenible.

Se planteó así como una respuesta tanto a la crisis económica como a la crisis ambiental, como una oportunidad para promover los negocios y el crecimiento “verdes”. En esta misma dirección, no es fruto de la casualidad la promoción de la economía verde en Argentina y América Latina en los últimos años coincidentemente con una renovada ofensiva neoliberal que se despliega en la región y que tiene, como en el pasado, su dimensión de profundización del extractivismo y privatización de los bienes comunes naturales.

La economía verde coincide programáticamente y sirve a promover este mismo proceso al plantear la mercantilización de la naturaleza como respuesta a la cuestión ambiental. Una de las características del arte de gobierno neoliberal reside justamente en esta capacidad de hacer de las crisis que el mismo despliega una oportunidad para la profundización de sus propias transformaciones; en este caso, de plantear que el tratamiento de las problemáticas ambientales que son el resultado en gran medida de la aplicación de las políticas neoliberales se base en la ampliación del proceso de capitalización de la naturaleza y la vida. Este señalamiento abarca incluso a los proyectos de energías renovables que conforman uno de los capítulos de la promovida economía verde. Como demuestra la licitación por 1.000 MW de potencia en energía renovables (solar, eólica y otras) realizada por el gobierno nacional a posteriori del encuentro entre Obama y Macri en 2016; el modelo corporativo para el desarrollo de las llamadas energías limpias implica también consagrar la apropiación y control privado de bienes naturales por parte del capital local o trasnacional; aunque en este caso se trate del viento, la radiación solar o la biomasa.


El líder Trostkista campesino peruano, HUGO BLANCO, promotor del eco-socialismo en el mundo andino.
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Las alternativas desde los pueblos.

La economía verde se constituye así en una matriz del tratamiento neoliberal de la cuestión ambiental promovida a nivel internacional por una fracción de las elites políticas y económicas del viejo centro del capitalismo, tanto de EE.UU. como de la Unión Europea. Su despliegue coincide y refuerza la expansión del mercado, del capital y de la privatización de los bienes naturales y la naturaleza características del neoliberalismo. Frente a ella y, también frente a las políticas negacionistas hoy encarnadas en el gobierno de Trump, los movimientos sociales y pueblos del mundo han construido y desplegado en las últimas décadas una diversidad de prácticas y programáticas alternativas.

Las experiencias y propuestas en torno a la agroecología, los mercado comunitarios y la soberanía alimentaria; o respecto de los modelos comunales de producción y distribución de las energías renovables junto a la construcción de la soberanía energética y su control público popular; o los planteos societales del Buen Vivir, del alter-desarrollo al eco-desarrollo; son algunos ejemplos de la realidad y riqueza de estas alternativas que crecen y se multiplican, aunque no convocan reuniones en hoteles internacionales ni reciben la atención de grandes empresarios, funcionarios o corporaciones mediáticas. En particular sobre la crisis climática no podemos olvidar las contribuciones planteadas por las redes y plataformas globales así como los acuerdos alcanzados en las dos Conferencias Mundiales de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra realizadas en 2010 y 2015 en Tiquipaya, Bolivia. Ante el deterioro y destrucción de las condiciones de existencia de la vida humana y no humana que despliega y conlleva la fase actual neoliberal del capitalismo, todas estas contribuciones y experiencias alumbran un camino que es posible e imprescindible transitar, conocer y construir colectivamente.


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Notas

Clarín 2017 “ Las mejores frases de Barack Obama durante su conferencia en Córdoba” , viernes 6 de octubre. Disponible en https://www.clarin.com/sociedad/mejores-frases-barack-obama-conferencia-cordoba_0_rJvyzuB3-.html

Cumbre Economía Verde 2017 Video Cumbre Economía Verde Día 1. Disponible en http://cumbreeconomiaverde.org/en-vivo-5-de-octubre/

Pearce, David; Markandya, Anil y Barbier, Edward 1989 Blueprint for a green economy (Londres: Earthscan)

PNUMA 2009 Un Nuevo Acuerdo Verde Global - Informe de Política (Nairobi: PNUMA).

PNUMA 2011 Hacia una economía verde: Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza. Síntesis para los encargados de la formulación de políticas públicas (Nairobi: PNUMA)

Seoane, José 2017a “Economía verde y gobernanza ambiental. El tratamiento neoliberal de la cuestión ambiental”, en Revista Fractura Expuesta N° 5 (Buenos Aires: OPSUR)

Seoane, José 2017b Las (re)configuraciones neoliberales de la cuestión ambiental. Una arqueología de los documentos de Naciones Unidas sobre el ambiente 1972-2012 (Buenos Aires: Ed. Luxemburg – IEALC) Puede descargarse gratuitamente en http://gealyc.blogspot.com.ar/

JOSÉ SEOANE Profesor e investigador de la Facultad de Ciencias Sociales - UBA Grupo de Estudios sobre América Latina y el Caribe (GEAL) Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC), FCSoc, UBA.


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