viernes, 13 de enero de 2017

SOCIÓLOGO ZYGMUNT BAUMAN: POSMODERNIDAD, VIDA LÍQUIDA, AMOR LÍQUIDO.

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A LOS 91 AÑOS MUERE EL SOCIÓLOGO Y FILÓSOFO POLACO ZYGMUNT BAUMAN.- Sociólogos del mundo rendimos Homenaje al GRAN MAESTRO.- El Profesor, Sociólogo y Filósofo polaco Zygmunt Bauman, (Noviembre de 1925 – enero del 2017) creador del concepto de 'modernidad líquida', ha fallecido este lunes a la edad de 91 años en la localidad británica de Leeds, según ha informado el diario Gazeta Wyborcza. De nacionalidad británica, se trasladó a la URSS con su familia a comienzos de la II Guerra Mundial. Terminado el conflicto, regresó a Polonia y ejerció la docencia en la Universidad de Varsovia, hasta que en 1968 se exilió de nuevo por razones políticas. Durante unos años vivió en Israel y fue profesor en la Universidad de Tel Aviv hasta 1970. Ha impartido clases en universidades de Estados Unidos, Australia y Canadá y es profesor emérito de Sociología de la Universidad de Leeds (Reino Unido). Su análisis de los vínculos entre la modernidad, el nazismo y el comunismo posmoderno le han otorgado un gran reconocimiento internacional. Ha contribuido al desarrollo de las ciencias sociales mediante la creación de conceptos como la 'teoría de la modernidad líquida', que define los tiempos actuales como una era de cambio y movimiento constante, en la que el hombre está huérfano de referencias consistentes y los conceptos son más inestables que nunca.


Las teorías de Bauman han ejercido una gran influencia en los movimientos antiglobalización. Su obra ensayística, que comenzó en los años 50, alcanzó fama internacional en los 80 con títulos como Modernidad y holocausto (1989), donde define el exterminio de judíos por los nazis como un fenómeno relacionado con el desarrollo de la modernidad. Entre sus obras más significativas destacan La modernidad líquida (2000), considerada su obra cumbre, en la que observa cómo el capitalismo globalizado está acabando con la solidez de la sociedad industrial; Amor líquido (2005) y Vida líquida (2006). Además es autor de títulos como La cultura como praxis (1973), La posmodernidad y sus descontentos (1997), La globalización: consecuencias humanas (1998), En búsqueda de la política (1999), La sociedad individualizada (2001) y Vidas desperdiciadas, La modernidad y sus parias (2005). En esta última expone las consecuencias inevitables de la modernización tales como las migraciones, los refugiados, el desempleo, la nueva pobreza y la necesidad de fijar identidades.

Entre sus trabajos publicados en español se encuentran Miedo líquido. La sociedad contemporánea y sus temores (2007), Vida de consumo (2007), Archipiélago de excepciones (2008), Múltiples culturas, una sola humanidad (2008), El arte de la vida (2009) y Mundo consumo (2010). Su pensamiento y su obra han sido fruto de análisis en una decena de libros publicados por varios autores. Bauman recibió entre otros galardones el Premio Europeo Amalfi de Sociología y Teoría Social, otorgado por la Asociación Italiana de Sociología (1989) y el Theodor W. Adorno Prize de la ciudad de Fráncfort (1998). Asimismo, fue premiado con el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2010 junto a Alan Touraine. Pablo Raúl martes 10 de enero del 2017 Nuestro Editorial en Facebook.


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SOCIÓLOGO ZYGMUNT BAUMAN: POSMODERNIDAD, VIDA LÍQUIDA, AMOR LÍQUIDO.

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Juan José Tamayo.

ALAINET. Jueves 12 de enero del 2017.

Ha fallecido a los 91 años el politólogo y científico social polaco Zygmunt Bau-man, uno de los pensadores más lúcidos e influyentes de nuestro tiempo. Es autor de numerosos libros entre los que cabe citar:

(2001), La sociedad individualizada, Cáte-dra, Madrid; (2002), La cultura como praxis, Paidós, Barcelona; (2003), Modernidad líquida, FCE, México DF.; (2004), La sociedad sitiada, FCE, Buenos Aires; (2005), Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, FCE, México DF.; (2005), Archipiélago de excepciones, Katz, Barcelona; (2006), Vida líquida, Paidós, Barcelona; (2007), Vida de consumo, FCE, Buenos Aires; (2007), Miedo líquido. La sociedad contemporánea y sus temores, Paidós, Barcelona; (2011), Daños colaterales. Desigualdades sociales en la era global, Fondo de Cultura Económica; (2012) Socia-lismo. La utopía activa. Nueva Visión, Buenos Aires; (2013), La cultura en el mundo de la modernidad líquida. FCE, Buenos Aires; (2014), ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?. Paidós, Barcelona; (2015), Ceguera moral. La pérdida de sensibili-dad en la modernidad líquida. Paidós. Barcelona.

“Líquido” es una de las categorías centrales y de gran riqueza analítica de su pensamiento. Su tesis es que en la sociedad actual todo es líquido, inconsistente, evanescente: la modernidad, los miedos, los temores, el amor, la vida. Las condiciones de vida y de acción y las estrategias de respuesta se modifican con tal celeridad que no pueden consolidarse ni traducirse en hábitos y costumbres.

Nuestro mundo avanza a un ritmo vertiginoso pero sin rumbo, cambia compulsivamente, pero sin consistencia. No hay tiempo para que las cosas echen raíces. La precariedad es el signo –y el sino- de nuestro tiempo. Siempre hay que estar empezando y terminando. Pareciera que el imperativo categórico fuera estar poniéndose al día constantemente. Las cosas se adquieren y se desechen con una celeridad compulsiva. Las capacidades se tornan discapacidades en un abrir y cerrar de ojos. La apelación a la experiencia es signo de decrepitud. Se impone la velocidad frente a la duración, la aceleración frente a la eternidad, la novedad frente a la tradición, el consumismo frente a la ciudadanía. “El consumidor –afirma- es enemigo del ciudadano” (Vida líquida, 166). Hemos pasado del miedo al cambio al miedo al estancamiento.

La vida líquida se caracteriza, según Bauman, por ser una “cultura del desenganche, de la discontinuidad, del olvido”; una cultura que no educa en la reflexión en profundidad, ni en la actitud de búsqueda, sino en la ojeada fugaz, en dejá vu. No hay convicciones firmes, sólo opiniones diletantes que pueden cambiar de un día para otro, tanto en la política como en el debate intelectual. Cada vez hay menos personas dispuestas a dar su vida por algo o por alguien. Se ha pasado de la figura del mártir a la del héroe como camino más rápido para conseguir celebridad (Bauman, 2006, 57ss).

El martirio, para él, significa solidarizarse con “un colectivo al que la mayoría discrimina, humilla, ridiculiza, odia y persigue”. El mártir “pone la lealtad a la verdad por encima de cualquier otro cálculo de ganancia o beneficios mundanos (materiales, tangibles, racionales y pragmáticos)” (Bauman, 2006, 60). Aquí radica precisamente la diferencia entre los mártires y los héroes modernos. Estos hacen cálculos sobre las pérdidas y las ganancias de sus acciones y esperan obtener beneficios de su sacrificio. Mientras que la muerte de los mártires es “inútil”, no se entiende que pueda existir un “heroísmo inútil”. Aquí convendría recordar la reflexión de Ernst Bloch sobre el héroe rojos en las prisiones nazi-fascistas, coincidente con el análisis de Bauman (Ernst Bloch, El principio esperanza, III, Trotta, Madrid, 2007).

La democracia ha sufrido un golpe de Estado por mor del neoliberalismo, cuyo objetivo es privatizar la esfera pública y eliminar la utopía social. La utopía de la modernidad, dice Bauman, se ha convertido “en blanco y presa de llaneros, cazadores y tramposos solitarios: uno de los muchos trofeos de la conquista y la anexión de lo público a lo privado” (Bauman, 2006, 200). Calificar hoy a una persona, a un colectivo o a un proyecto de utópicos no es precisamente un piropo. Constituye una descalificación en toda regla. La utopía sufre hoy un largo destierro y un maltrato semántico. Se identifica con quimera, fantasmagorería, ilusión, sueño irrealizable, evasión de la realidad, renuncia a las responsabilidades del presente.

Sin embargo, la utopía, liberada de toda mitología, es una categoría mayor de la filosofía de la esperanza y tiene un sentido positivo en tanto proyecto de un mundo justo, que implica la crítica del presente. Es necesaria como imagen movilizadora de las energías humanas, horizonte que orienta y guía la praxis, instancia crítica de la realidad y, en definitiva, motor de la historia (Juan José Tamayo, Invitación a la Utopía. Estudio histórico para tiempos de crisis, Trotta, Madrid, 2012, 147 y 260).

El individuo vive en permanente asedio. Cuanto más se empeña en afirmar su individualidad, más asediado se ve por la sociedad. “La individualidad –dice Bauman- es tarea que la propia sociedad de individuos fija para sus miembros (Bauman, 2006, 31). El auge de la individualidad supuso el debilitamiento progreso de los lazos sociales. ¿En qué consiste entonces el viaje de autodescubrimiento? En una mera feria global de comercio al por mayor de recetas de individualidad. Los elementos auténticamente individuales de cada persona terminan por convertirse en moneda de uso común, en estándares sin valor. Aquí convendría recordar a Antonio Machado para quien es de necios confundir valor y precio.

Vivimos un proceso de fragmentación y de segmentación, de diversidad individual y social. Lo que exige como objetivos políticos y sociales importantes, escribe el intelectual polaco citando a Dominique Simone Rychen, el fortalecimiento de la cohesión social, el desarrollo de un sentido de conciencia y responsabilidad sociales, la interacción con otras personas, el diálogo, la comprensión mutua, la gestión y resolución de los conflictos (Bauman, 2006, 166).

Siguiendo a Hannah Arendt y a Bertold Brecht, llama a nuestra época “tiempos de oscuridad”, en los que se degrada toda verdad a una trivialidad sin sentido y el distanciamiento de la política y de lo público se ha convertido en la “actitud básica del individuo moderno, quien, alienado del mundo, sólo puede revelarse verdaderamente en privado y en la intimidad de los encuentros cara a cara” (Bauman, 2006, 172).

Bauman se pregunta por la posibilidad de convertir el espacio público en lugar de participación duradera, de diálogo permanente, de debate y de confrontación entre el consenso y el disenso, en vez de ámbito de encuentros fugaces y casuales. Su respuesta es que esa conversión sólo es posible creando un espacio público nuevo y global, que se traduzca en una política planetaria adecuada, un escenario igualmente planetario, un análisis global de los problemas provocados a escala global y una responsabilidad realmente planetaria. Ello exige reformar el tejido de las interdependencias e interacciones globales.

Las reflexiones de Bauman no dejan a nadie indiferente. Se compartan o no, dan que pensar. Llevan siempre por veredas inexploradas, no por los caminos del éxito seguro en los negocios. Provocan insatisfacción como punto de partida para cambiar la realidad. Invitan a construir relaciones simétricas, cálidas, duraderas, auténticas, profundas, no mediadas crematísticamente. Los pensamientos de Bauman no acaban en desencanto y apatía. Todo lo contrario. Su libro Vida líquida termina con una llamada a la esperanza entendida como encuentro entre la imaginación y el sentido moral.

La esperanza se resiste, y con razón, a reconocer la jurisdicción “de lo que es” y a someterse al dictamen de la realidad. Es esta, más bien, la que tiene que explicar por qué no siguió el criterio marcado por la esperanza. Y junto a la esperanza, la apelación a la utopía, a partir de la consideración del ser humano como criatura esperanzada según Bloch y de la idea de la ética como filosofía primera según Lévinas. El mundo exterior tiene que demostrar su inocencia ante el tribunal de la ética, no viceversa. Y por el momento no le va a ser posible demostrarla, porque dicho tribunal está sometido al asedio del mercado, que es el mejor ejemplo de inmoralidad.

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 Juan José Tamayo.

Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Invitación a la utopía. Ensayo histórico para tiempos de crisis (Editorial Trotta) y Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta Editorial).


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