sábado, 11 de octubre de 2014

PREMIO NOBEL: DEFENSORES DE LOS DERECHOS DE LOS NIÑOS. MALALA Y SATYARTHI.

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EDUCANDO A MALALA. Baleada por defender la Educación femenina.

Malala Yousafzai, que obtuvo ayer el Premio Nobel de la Paz, es una joven paquistaní conocida por su defensa del derecho a la educación femenina en su país y que el 9 de octubre de 2012 fue víctima de un atentado llevado a cabo por un grupo vinculado con el Talibán. Su labor fue reconocida en octubre de 2013 con el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia que otorga el Parlamento Europeo.
Nacida el 12 de julio de 1997 en la ciudad de Mingora, Pakistán, es hija de Ziauddin Yousafzai y tiene dos hermanos. Adquirió notoriedad al escribir un blog para la BBC utilizando el seudónimo de Gul Makai donde denunciaba las atrocidades sufridas bajo el régimen del Tehrik-i-Taliban (TTP), que ocupó militarmente el valle del río Swat, matando a muchos de sus habitantes, destruyendo las escuelas y prohibiendo la educación de las niñas, entre los años 2003 y 2009. En 2009, el documental Pérdida de Clases, la muerte de la educación de la mujer (dirigido por Adam Ellick e Irfan Asharaf, del New York Times), muestra a Malala y a su padre, Ziauddin Yousafzai y cómo la educación de las mujeres es difícil o imposible bajo ese régimen.
El 9 de octubre de 2012 fue víctima de un atentado en Mingora, cuando dos miembros del TTP subieron al autobús escolar en el que se encontraba Malala y le dispararon con un fusil, alcanzándola en el cráneo y en el cuello. El entonces portavoz del grupo terrorista, Ehsanullah Ehsan, afirmó que volverían a intentar matarla y reivindicó el atentado en un comunicado en el que reiteraban que la “sharía”, que está en contra del modelo educativo secular, los obligaba a ello.
La joven fue ingresada en un hospital de Rawalpindi, cerca de Islamabad, la capital del país, donde le extrajeron una bala que tenía alojada en el cuello, cerca de la médula espinal. El 15 de octubre fue trasladada al hospital Queen Elisabeth, en Birmingham, Gran Bretaña, para programar las cirugías reconstructivas que debían realizarle por las heridas sufridas.

Tres meses y medio después, el 8 de febrero de 2013, fue dada de alta, aunque prosiguió con la rehabilitación, y tuvieron que implantarle en el cráneo una placa de titanio y también un dispositivo auditivo en el oído izquierdo. Los médicos que la atendieron cifraron entonces en unos quince o dieciocho meses el tiempo para la recuperación total de la joven activista.

Malala vive desde entonces en la zona de West Midlands de Birmingham, donde su padre ocupa el puesto de agregado de educación del consulado de Pakistán. El 4 de febrero hizo su primera intervención pública tras el atentado, anunciando en un video la creación de un fondo de ayuda para la educación en su país. El 19 de marzo, la BBC anunció su regreso a la escuela para realizar los estudios de educación secundaria en el instituto Edgbaston de Birmingham. El 8 de octubre de 2013 fue publicada su autobiografía con el título Yo soy Malala, escrita por la periodista británica Christina Lamb, en la que describe su vida antes y después del ataque sufrido. En el libro, la joven paquistaní reconoce sus aspiraciones políticas, el pasado fundamentalista de su padre, y se confiesa seguidora del cantante canadiense Justin Bieber, de la actriz Angelina Jolie, de la serie cinematográfica Crepúsculo y de la versión estadounidense de la serie televisiva Betty, la fea.
Desde que sufrió su ataque, Malala se convirtió en una de cien personalidades más influyentes del mundo, según la revista Time. En noviembre de 2012, la ONU dedicó un día en su nombre al derecho universal a la educación. Además, recibió numerosos premios por su defensa del derecho a la educación. En el año 2013 le entregaron el Simone de Beauvoir, en París, el 9 de enero, y en Madrid, el Premio Unicef de España, el 22 de mayo. También ganó el XXV Premio Catalunya el 22 de mayo. Fue candidata al Premio Nobel de la Paz de 2013, lo que la convirtió en la nominada más joven de la historia, con sólo 16 años, y en octubre de 2013 fue galardonada con el premio Sájarov a la Libertad de Conciencia que otorgan los presidentes de los grupos políticos del Parlamento Europeo. El 15 de enero de 2014 recibió el Premio Convivencia Manuel Broseta, junto a la científica Pilar Mateo. Este último premio lo recogió en marzo en la ciudad española de Valencia, donde ayer reivindicó “el poder de la palabra” para luchar contra el terrorismo y defendió el derecho a la educación para aprender no sólo conocimientos de materias, sino “igualdad” y “a respetar la cultura y la religión de otros”.
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AHORA LO CONOCEN: KAILASH SATYARTHI.

Ariel Dorfman *

Hace catorce años, comencé un artículo en este periódico con las palabras: ¿Quién conoce a Kailash Satyarthi?, con la certeza de que mis lectores no tendrían la menor idea acerca de la persona a que me refería.
Ahora, gracias al Premio Nobel de la Paz que acaba de conferirle la academia noruega, todo el mundo sabe la respuesta a esa pregunta.
Si mencioné en el año 2000 el nombre de Kailash era porque me parecía una injusticia que un hombre dedicado ya en ese entonces a rescatar niños de la esclavitud fuera absolutamente ignorado, hasta en la propia India, donde llevaba a cabo sus hazañas. Y por mi parte no habría cruzado su camino de no haber sido que era uno de los protagonistas de una obra teatral mía, Voces contra la oscuridad, sobre defensores de derechos humanos basados en un libro de Kerry Kennedy. Y fue precisamente a fines del año 1999, en el Kennedy Center, que me hice amigo de Kailash, que había ido a Washington para el estreno mundial de la obra. Fue el primero de muchos encuentros y una nutrida correspondencia en torno de cómo publicitar la vida aterradora que llevan millones de pequeños en todo el planeta, sometidos a una explotación inmisericorde tanto tiempo después de la abolición legal de la esclavitud.


Dos iniciativas suyas me llamaron particularmente la atención.
La primera era un boicot a los productos hechos por las manos de los niños enjaulados, golpeados, reventados, en un cautiverio que se debía muchas veces al secuestro y otras veces a la venta por parte de padres que necesitaban desesperadamente dinero para alimentar al resto de la familia. Rechazar, por ejemplo, la compra de alfombras tejidas en la India por dedos muy pequeños y aptos, la idea de que es posible pisar una alfombra creada en base al sufrimiento de seres inocentes.
La segunda idea de Kailash era organizar marchas de niños de todo el mundo para llamar la atención sobre las terribles condiciones en que viven tantos y tantísimos jóvenes, exigir nuevas legislaciones y que se cumplan las existentes.
Kailash era muy modesto para el héroe que había salvado tantos niños y me costaba imaginar cómo este hombre tranquilo, de modales suaves, podía tomar por asalto las fábricas y predios donde los chicos estaban encerrados, liberarlos, llevarlos a hogares que él mismo había habilitado o devolviéndolos, cuando fuera posible, a sus parientes.
Y el amor a los niños nacía desde muy adentro de su experiencia más entrañable.
Me contó –y se convirtió en una escena fundamental de mi obra teatral– cómo le había nacido la vocación.
Teniendo siete años, fue por primera vez a la escuela y notó que, en la puerta del establecimiento, había un chiquito de su misma edad que lustraba zapatos. En vez de entrar al recinto, como todos sus compañeros, fue a preguntarle al niño por qué él se quedaba afuera de la escuela. El chico respondió: “No puedo, no me dejan”.
Kailash no se conformó con la respuesta.
En su primera clase, levantó la mano y preguntó acerca del niño. ¿Por qué alguien como yo va a la escuela y él no?
El profesor se molestó y siguió molesto cuando Kailash no aceptó su explicación de que así eran las cosas. Y también se incomodó su propia madre cuando Kailash, al retornar a casa, la interrogó respecto de esa desigualdad. Es un “intocable”, es lo que le corresponde.
Para Kailash estas respuestas no eran convincentes. Y dedicó el resto de su existencia a luchar en contra de esa injusticia.
Y ahora la pregunta ya no es ¿Quién conoce a Kailash Satyarthi?
Ahora la pregunta viene a ser: ¿Por qué hemos tardado tantas décadas en saberlo? ¿Por qué todavía hay tantos niños que necesitan su ayuda?
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Premio Nobel de la Paz. Kailash Satyarthi (Indú) y Malala Yousafzai (Paquistaní).
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PREMIO NOBEL: DEFENSORES DE LOS DERECHOS DE LOS NIÑOS.
Nobel de la Paz a la paquistaní Malala Yousafzai y el indio Kailash Satyarthi.
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Satyarthi, de 60 años, está al frente de un movimiento global para poner fin a la esclavitud y la explotación infantil. Yousafzai, de 17 años, defensora de la educación femenina, es la más joven ganadora de un Nobel de la historia.

Página /12 sábado 11 de octubre del 2014.
La paquistaní Malala Yousafzai y el indio Kailash Satyarthi recibieron ayer el Premio Nobel de la Paz por arriesgar sus vidas por los derechos de los niños. La decisión del Comité noruego transformó a la adolescente de 17 años, defensora de la educación femenina, en la más joven ganadora de un Nobel de la historia. Yousafzai dijo sentirse sorprendida y “muy honrada” con el reconocimiento y agregó que la hacía sentir más poderosa y valiente. “Estoy realmente feliz de compartir este premio con una persona de la India, lo cual simboliza el amor entre India y Pakistán”, señaló la joven.
Satyarthi, de 60 años, está al frente de un movimiento global para poner fin a la esclavitud y la explotación infantil desde 1980. Su activismo comenzó tras abandonar su carrera como ingeniero electrónico. Como presidente de la organización Marcha Global contra el Trabajo Infantil, el activista indio encabezó el rescate de decenas de miles de chicos esclavos y desarrolló un modelo exitoso para su educación y rehabilitación, una peligrosa cruzada que le acarreó varios intentos de asesinato.
“Este es un honor para todos mis compatriotas indios, así como un honor para todos aquellos chicos del mundo cuyas voces nunca antes fueron oídas de manera adecuada”, dijo Satyarthi a la cadena de noticias india NDTV.
En Oslo, el Comité Nobel dijo que el activista continuaba la tradición de otro indio, Mahatma Gandhi. “Demostrando un gran coraje personal, Kailash Satyarthi, quien mantiene la tradición de Gandhi, ha encabezado varias formas de protesta y manifestación, todas pacíficas, centradas en la grave explotación de los chicos para obtener ganancias financieras”, indicó el comité en un comunicado.
Yousafzai reveló que se enteró del premio cuando le pidieron que saliera de una clase de química para darle la noticia. “Estoy orgullosa de ser la primera paquistaní y la primera mujer joven, o la primera persona joven, que obtiene este premio”, declaró. Además, dijo que el galardón “no es el fin, sino el principio” de su lucha. “Quiero ver a todos los niños yendo al colegio y beneficiándose de una educación”, agregó.
La gente salió a celebrar a las calles de Mingora –ciudad natal de la joven– poco después de anunciarse el premio, abrazándose y repartiendo caramelos a los chicos. Similares escenas de júbilo se vieron en la escuela Khushal Public, propiedad del padre de Malala, donde los alumnos festejaron bailando y cantando.
El anuncio del Comité Nobel noruego reflejó un delicado equilibrio diplomático con la premiación de activistas de India y Pakistán, dos países vecinos con armas nucleares que arrastran una antigua rivalidad que incluyó tres guerras. Igualmente significativo resulta el hecho de que una de los galardonados es musulmana y el otro hinduista, que el premio compartido fue para una mujer y un hombre y que los ganadores son un hombre mayor defensor de los niños y una joven activista que fue ella misma una víctima por abogar por esos derechos.
El primer ministro de Pakistán, Nawaz Sharif, felicitó a Malala y dijo que su premio es un logro sin precedentes que la convirtió en el orgullo del país. “Los niños y niñas del mundo deben inspirarse en su lucha y compromiso”, expresó. Por su parte, el primer ministro indio, Narendra Modi, felicitó a Satyarthi y afirmó que merecía el reconocimiento por haber dedicado su vida a una causa extremadamente relevante como es la infancia desfavorecida. “Toda la nación está orgullosa de él”, agregó Modi.
El presidente del Comité Nobel, Thorbjoern Jagland, contó que se consideró importante premiar tanto a un indio hinduista como a una musulmana paquistaní por haberse unido “en un esfuerzo común por la educación y contra el extremismo”, y agregó que ambos compartirán el premio de 1,1 millones de dólares.
Al poner el foco en los derechos de los niños, el comité amplió el alcance del premio, que en sus primeros años –comenzó a otorgarse en 1901– era destinado a los esfuerzos por poner fin a conflictos armados o evitarlos. “Es un prerrequisito para un desarrollo pacífico global que se respeten los derechos de los niños y los jóvenes”, señaló el comité.
Este respeto contribuye a la “fraternidad entre naciones”, uno de los criterios fijados por el sueco Alfred Nobel cuando creó los premios que llevan su nombre, prosiguió la organización. “En zonas atormentadas por conflictos, los abusos contra los niños conducen a la continuación de la violencia de una generación a otra”, agregó el comunicado.
Los Nobel de Literatura, Economía, Química, Medicina y Física ya fueron otorgados esta semana. La ronda de ganadores se cerrará este lunes con el Nobel de Economía, el único de los seis no instituido por el creador de los premios sino por el Banco de Suecia en 1968. La entrega de los galardones se realizará, de acuerdo con la tradición, en dos ceremonias paralelas el 10 de diciembre, aniversario de la muerte de Nobel, en 1896.
En el Ayuntamiento de Oslo se entregará el premio de la Paz y en el Konserthus de Estocolmo, los restantes cinco.

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