jueves, 12 de junio de 2014

MICHAEL IGNATIEFF, Profesor de Harvard: «LA CRISIS DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA ES LA DE LA SOCIEDAD CIVIL».

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Interesante propuesta sobre la crisis de representación en la política, desde la sociedad civil, escenario de escenarios de las clases y la lucha de clases. Pero no olvidemos que la crisis de la política en la coyuntura global, neoliberal, es una crisis estructural, multidimensional; crisis de los partidos políticos, crisis de los políticosla casta, o las élites, o los “clanes”,-  se encuentran en bancarrota total producto de la corrupción, la mentira, la farsa y la traición; en general existe, crisis de representación política, social, cultural, lo que definitivamente deriva en crisis de las Instituciones; también se expresa esta crisis, por su carácter múltiple, en crisis de confianza personal y social, crisis de credibilidad y crisis de legitimidad, que viene o es producto desde la Opinión Pública. Pero en relación a la entrevista al Profesor Michael Ignatieff  y su opinión, en relación, a que la crisis de representación, es una crisis de la sociedad civil, (específicamente se manifiesta en toda su crudeza en la “vieja” sociedad civil española, la misma que perdió su carácter político de representación)  crisis que directamente se manifiesta en la falta, ausencia o ineficacia de  Liderazgos, realidad negativa que es producto de la falta o ausencia total de formación política, falta de definición ideológica, ausencia de conciencia de clase y en general los Líderes actuales, en su mayoría son producto de la coyuntura, de las circunstancias y no tienen permanencia en el tiempo – su liderazgo es tan pasajero, momentáneo, coyuntural, que terminan siendo devorados por el populismo, por el burocratismo y/o en su totalidad son absorbidos o dominados por el caudillismo.

La "Nueva" Sociedad Civil, la calle, la plaza pública, recupera nuestro espacio público, es el verdadero hogar, fuente y manantial de los Nuevos Movimientos Sociales, anti-globalización, anti-corrupción, anti-crisis. "La Mundialización del Movimiento de Insurgencia Ciudadana", hoy constituye el verdadero poder local popular, es decir, "La Nueva Sociedad Civil",  es el "verdadero poder social y político del Siglo XXI".
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El Ágora griega está de vuelta después de 25 siglos. La calle, la plaza pública, es el "nicho" histórico de la democracia directa y la comunicación "interpersonal", abre hoy grandes vías comunicativas de comunicación pública, esa es la lucha, la protesta, la movilización, de la Nueva Sociedad Civil, real, emergente, popular, plural, democrática, que trata de recuperar una auténtica representación desde lo local, desde la propia calle y la plaza pública. Los nuevos movimientos sociales anti-crisis, anti-corrupción, hoy luchan por forjar, fraguar en la lucha de clases un nuevo Liderazgo comunitario, una Nueva Democracia. Este escenario, es la República del siglo XXI, la Democracia de Ciudadanos, la nueva Sociedad Civil que hoy recupera desde las nuevas formas de hacer política, el espacio público – que nos expropió el neoliberalismo desde los 90’-, la Confianza Ciudadana, las Instituciones constitucionales, fortaleza social y política del sistema democrático, desde el poder local popularla nueva sociedad civil, los Nuevos Ciudadanos – una nueva Democracia Participativa, Ciudadana, Cívica, Republicana, de profundo respeto con nuestra Madre Naturaleza, proceso social y político que concatena una profunda cohesión social y política, básica y necesaria para forjar la construcción de una nueva civilización humana.
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Dr. Michael Ignatieff, profesor de la Universidad de Harvard, y su propuesta sobre la crisis de representación hoy mundializada, viene desde la sociedad civil.
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MICHAEL IGNATIEFF, Profesor de Harvard:

«LA CRISIS DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA ES LA DE LA SOCIEDAD CIVIL».

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Jesús García Calero. Madrid

ABC.es.- Jueves 12 de junio del 2014.

Profesor de Harvard, fue líder de los liberales en Canadá. Ahora cuenta en su libro «Fuego y cenizas» los detalles de su paso por la política. Un canto a la democracia, aunque sea imperfecta

Hablamos con el intelectual que se metió en política hasta las trancas, que se dejó la piel y hace ahora recuento de sus mejores logros y sus más llamativos fallos, y también de algunas cicatrices. Michael Ignatieff (Toronto, 1947) presenta en España su libro «Fuego y cenizas» (Taurus), un inteligente y sobre todo sincero tratado sobre su conocimiento del poder en democracia. Éxito y fracaso dibujan los límites de un cruento campo de batalla, escenario de una lucha sin cuartel (incluso dentro del mismo partido) para la que él se preparó a fondo cuando saltó desde Harvard a lo más alto del Partido Liberal de Canadá, que dirigió entre 2008 y 2011.

Pero este libro que enseña todo, los trucos y las trampas, la cortedad de miras y los grandes discursos vacíos, es, paradójicamente, una defensa de la política y los políticos, porque muestra también su dignidad incomparable y la capacidad que tienen para mejorar la vida de una sociedad... si se empeñan en ello, y con suerte. Porque Ignatieff no desdeña el papel de la Fortuna, que le aupó y luego le dio la espalda.

Siempre que viene a Madrid cumple con el rito de acudir al Prado. Allí encuentra motivo de reflexión entre los lienzos de la pinacoteca. Y en esta ocasión Goya y El Bosco le dieron mucho que pensar ayer: «El carro del Heno» del Bosco le parece una metáfora del capitalismo, el misterio del «Vuelo de brujas» goyesco apunta en dirección a las sombras de la maquinaria que le metió en la política, y «Aún aprendo», una de las obras finales de Goya, le parece toda una lección de vida.

–Entró en política, según cuenta, por la visita de unos «hombres de negro» que le ofrecieron presentarse a primer ministro. ¿Se ha dado cuenta de que ese hecho es contradictorio con su concepto de la política como realidad abierta y pública? ¿Qué piensa hoy de aquellos hombres y de usted, por aceptar su propuesta?

–Es una buena pregunta. Puedes entrar en política con una red de amigos, porque es un deporte de equipo. Yo no tenía equipo y ellos me dijeron «seremos tu equipo». Ni los conocía. Pero tiene usted toda la razón. Eran operadores políticos que querían ponerme en un sillón, desafiando algunas reglas del juego. Tal vez por ello en mi primer mitin había 250 personas protestando. La verdad es que el empeño de aquellos hombres de negro era bastante antidemocrático. Y aprendí con dureza lo antidemocrático que era. Por supuesto las técnicas utilizadas después contra mí, para quitarme el derecho de participar, fueron escandalosas y antidemocráticas. Si tuviera que hacerlo otra vez lo haría de otro modo. Los políticos normalmente eligen su equipo. En este caso yo fui elegido y eso me trajo problemas desde el principio. Tal vez, si lo pensamos bien, la forma en que empezó todo tal vez determinó cómo acabó esa historia.

–Viendo la crisis de representación que hoy se debate, ¿lo están haciendo tan mal los políticos?

–Es curioso que no es usted el primero en preguntarme por esa crisis de representación. Pero mire: la representación siempre está en crisis en la democracia, porque siempre acabamos pensando que debe haber otros que hagan el trabajo mejor que los que han sido elegidos. Esa competencia por la representación es lo que hace que funcione la democracia. No obstante, soy capaz de entender que hay otra crisis incrustada en esta que ya es tradicional en sistemas democráticos, pero esa crisis no acabará hasta que los líderes permitan a la gente entrar y cambiar los partidos desde la base. Si lo pensamos en serio, veremos que la crisis de representación es la crisis de la sociedad civil. Se está reduciendo, en todas partes, la militancia, y la pertenencia a las iglesias y hasta los clubes de bicicleta y las asociaciones de vecinos. Necesitamos más asociaciones civiles y un revival de los partidos.

–Hoy están las redes y las tecnologías cambiándolo todo en política. ¿A usted no le gustan mucho, verdad?

–Las tecnologías están muy bien si permiten extender la acción política. Por ejemplo, hicimos una conferencia por streaming que recogía preguntas en directo de gente que la seguía desde Newfoundland, Yellowknife, a miles de kilómetros, y desde los sitios más remotos de Canadá. Teníamos 200 personas en la sala y 75.000 siguiendo el streaming por todo el país. Fue uno de los eventos más maravillosos que recuerdo de mi paso por la política.

–Pero usted dice que la política es física, nada de virtual, porque la confianza es corpórea. Es muy crítico con la política de Facebook y Twitter...


La vieja política es irreemplazable, porque nos conduce hasta el origen, en Atenas. Los grandes políticos saben crear esa lealtad casi física con la gente. 
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–Una cultura política basada en el «me gusta»/«no me gusta» es más débil que una política de estrechar manos y mirar a los ojos. Eso es lo que he aprendido: hay que besar, abrazar, recordar el nombre, el cumpleaños de la gente o no estarán contigo. La vieja política es irreemplazable, porque nos conduce hasta el origen, en Atenas. Los grandes políticos saben crear esa lealtad casi física con la gente. He visto a Obama hacerlo, y a Bill Clinton. Resulta asombroso. No es un juego, es el modo real en el que los seres humanos crearon la confianza entre ellos. Tienes que poner juntas la lealtad de Twitter y la lealtad palpable. Ahí te das cuenta de lo que es la política y lo que no lo es.

–En general, en los países anglosajones ustedes van casa por casa arañando votos para ganar en su circunscripción. ¿No será por la ética protestante que glosó Weber que en los países católicos como el nuestro eso no se usa esa dependencia directa del político al votante?

–(Risas) Creo firmemente en esa manera de hacer política desde lo local. Es una grandeza de la política que resulta muy satisfactoria en nuestro sistema. No entiendo por qué no se usa en países católicos. Porque, de hecho, es lo que hacían los sacerdotes, estar pegados a la realidad local, oír confesiones...

–Aquí es por la Ley Electoral. Los candidatos responden más ante la disciplina del partido que ante los votantes de su circunscripción.

–Nosotros representamos a gente de un distrito y hablamos mucho con ellos, oímos sus quejas. Estoy muy orgulloso de esa parte de la política. Cuando un político pierde contacto con la calle y la gente las cosas van peor. Una de las razones del divorcio de la política en Europa es que la gente no ve a los políticos, salvo en pantalla. No llaman a la puerta como hacemos nosotros para escuchar a la gente y saludarla.

–Lo que sí ha conseguido el aparato de los partidos es que mucha gente, los profesionales, no quieran participar en política en España. Es casi buscarse problemas...

–Si eres médico, abogado, profesor, y tienes prestigio, y un buen sueldo, entiendo que deberías estar loco para entrar en política...

–Usted reivindica la política, pero también denuncia que a veces se reduce a un juego de clase, de políticos ensimismados en su pequeño mundo y de espaldas a la gente y sus problemas.

–Por mucho que te guste el juego parlamentario o político, no debes olvidar nunca que la gente tiene pensiones, vive y muere dependiendo de las decisiones correctas. En lugares como España, Canadá o Gran Bretaña puedes destruir un país por la política frívolamente entendida. Nosotros tememos que surja un demagogo español que diga por ejemplo: «¡No pasarán!» en el tema catalán. Necesitamos líderes serios y sabios. Defensores de la unidad y la Constitución pero dispuestos a escuchar respetuosamente los problemas de los catalanes y encontrar una solución constitucional. Esa es la línea roja, la Constitución. Por eso es muy importante hallar buenos políticos ahora. España está en un momento de transición o de sucesión de su Monarquía. Es un gran desafío. Pero estoy convencido de que el nuevo Rey lo hará bien.

–¿Cómo ven España desde fuera?

–Es muy importante lo que sucede en España en estos momentos, no solo para los españoles, sino para Europa y para el mundo. Creo que la llegada del nuevo Rey será exitosa. Nosotros hablamos en Canadá sobre sus problemas, nos preocupa la situación de su país, no queremos que España se rompa, francamente. Y confío profundamente en que eso no ocurrirá.

–¿Conoce al Príncipe, que será Rey en unos días?

–Sí, porque compartí con él y con la Princesa la cena de entrega del premio Cerecedo. Fue muy agradable. No sería apropiado que le diga en detalle de lo que hablamos, pero sí puedo decirle que me impresionó porque es una persona muy seria, perfectamente consciente de sus responsabilidades constitucionales. Y estábamos en un evento social, que tenía mucho de espectáculo, trescientas cámaras, una locura; pero ambos, los Príncipes, me causaron una inmejorable impresión. No son pura imagen. Ni la Monarquía que representan es un mero espectáculo, sino un importante activo constitucional.

–Decimos que es el Heredero mejor preparado de la Historia.

–Ambos son muy activos y responsables. Se nota que han hecho sus deberes y saben cuál es su papel. Fue una conversación confidencial, pero se notaba que están perfectamente preparados. Hablé con él de Cataluña más de cuarenta minutos. Conoce perfectamente su trabajo y eso es muy importante.

–¿Teme usted el actual populismo emergente?

–Curiosamente, en España es más fuerte por la extrema izquierda, mientras en otros países de Europa es más de extrema derecha. Todo el mundo está contra el populismo, eso es lo bueno. Pero es más difícil entender que el populismo es la respuesta errónea a una pregunta correcta. Da soluciones falsas a problemas reales. Pero no debemos por ello olvidar los problemas reales ni las preguntas adecuadas. Crisis económica, exclusión social, falta de horizontes a los jóvenes, son problemas muy reales.


Y el racismo es racismo. Y también hay que decir claramente que estamos mejor juntos que separados, por eso hay que levantar la voz contra la secesión tantas veces como haga falta. Yo sé lo difícil que resulta porque ¡estuve en política!, pero ahora hay un claro problema de liderazgo.
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El populismo los explota y busca soluciones peregrinas: impuestos a los ricos, nacionalizaciones de la banca… A la extrema izquierda o la extrema derecha, son siempre soluciones falsas. La única respuesta que podemos hallar al populismo es encontrar soluciones reales para los problemas. Y los políticos lo tienen muy difícil en Europa. Ahora vivimos un momento de crecimiento lento, de jóvenes empobrecidos, con problemas de inmigración. ¡Pero es que no hay nadie en el centro defendiendo esto y atacando al populismo! Marine Le Pen está definiendo la política francesa. ¿Por qué deberíamos dejar que eso ocurra? La inmigración es buena y no mala, para todos. Tenemos que reformar el fisco para que no caiga todo el peso de la crisis en la clase media. Y debemos sostener el Estado del bienestar. Todos deben compartir ese peso, incluso las empresas. Hay mucho de qué hablar. Y el racismo es racismo. Y también hay que decir claramente que estamos mejor juntos que separados, por eso hay que levantar la voz contra la secesión tantas veces como haga falta. Yo sé lo difícil que resulta porque ¡estuve en política!, pero ahora hay un claro problema de liderazgo. Yo confío en la gente. Hagamos cuentas: el populismo ganó un 19% de los votos. Eso significa que un 80% piensa que esas soluciones que proponen son estúpidas. Y lo son.

-Vemos la desilusión de la política incluso en líderes que concitaron un enorme entusiasmo. ¿Es inexorable que nos desilusione incluso Barak Obama?

-La política sigue exactamente la psicología de las historias de amor. Se conocen, flirtean, se enamoran, llegan los momentos de exaltación, de esperanza... y luego la traición, la disolución. Esto es seguramente porque la política es más bien un negocio propio de seductores. Yo no era muy bueno en eso, debo reconocerlo, pero es lo que hay. En el caso de Obama, todo el mundo puso sus esperanzas en él. El creó esa increíble oportunidad y por eso sentimos ahora una ola de desilusión. Pero espero que la gente recuerde firmemente que en 2016, cuando deje su cargo, habrá seguro médico público para cuatro millones de americanos que no la tenían, que ha podido dejar dos guerras estúpidas donde morían jóvenes americanos, que la economía estará creciendo de nuevo entre un 1 y un 2% con un déficit controlado. Y algo que no deberíamos olvidar: es el primer presidente negro de la historia de un país que nació con un régimen de esclavismo. Y ha sido un presidente muy bueno, ha hecho un gran trabajo. ¿No deberíamos exigir a un presidente que ponga en marcha políticas democráticas? Salvo que usted sea un republicano del Tea Party, la respuesta es “Sí”. No importa la desilusión que haya ahora, ha sido un presidente muy importante, ha sido capaz de grandes logros.

-La política del espectáculo ha cansado a la gente. ¿La abstención es un síntoma o es la enfermedad grave del sistema?

-En todas las sociedades desde la segunda Guerra Mundial los porcentajes de voto decaen. Lo mismo en países que tienen buenas políticas que en los que las tienen malas. Una caída de un 40% me da mucho que pensar. Es cierto que sí hay algo de teatro en la política, de gran teatro. Recuerde la noche de la elección de Obama. No hay una obra de teatro en el mundo que pudiera igualar ese drama. Le escuchábamos y no nos lo creíamos: un negro en la presidencia de EEUU. Pensábamos: «Es real, está pasando». Hay mucho teatro, pero si solo hubiera teatro sí sería malo. Tal vez debamos reflexionar. Tal vez la sociedad debería luchar más activamente contra la idea de que todo pueda ser reducido a espectáculo.

-Pero continúa igual, más o menos. Eso no lo ha cambiado la crisis. Hay más cabreo, pero no hay grandes cambios en el escenario.

-Porque el espectáculo está vacío ya. Las fotos se toman y no pasa nada, los discursos se suceden y no pasa nada. Los ciudadanos quieren algo real: algo como... "menos jóvenes parados en España". Más trabajo, ese será el test de los políticos españoles. ¡Basta! (lo dice en español) O la gente se enfadará con razón. La gente da a los políticos no más de 90 segundos de atención y hay que aprovecharlos para explicar cómo vas a mejorar sus vidas. No hay que pedir que sean expertos en política, no estamos en el Ágora de Atenas, solo debes ganar su confianza y pedir sus votos.

-Hablemos del fracaso. Es beckettiana («fracasa otra vez, fracasa mejor») su reflexión de que los grandes teóricos de la política fueron fracasados en sus intentos de ganar batallas políticas. Usted dice que cuando llegó se sintió libre.

-He tratado de hacer un libro honesto. Yo me metí en política porque quería hacer cosas. Pero en política pierdes tu libertad. Das tu vida.. o más que tu vida... en la política lo das todo. Debes estar dispuesto a darlo todo. Así que comprenda que, una vez fuera, me sentí libre. Y no querría que se malinterprete lo que voy a decirle ahora, pero me sentí más cómodo al descubrir que muchos de los grandes teóricos de la política fueron personas que fracasaron en su participación. Cicerón, Maquiavelo…. No es que me compare, pero me sentía consolado por esa idea

«La política es “show business” para feos»

«Recuerdo una mujer que vino tras un discurso y me dijo: “quiero ver más pasión”. Y pensé: ¿Por qué creerá que estoy aquí? No soy un payaso, ni un “showman”. Algunas veces sientes que la política es “show business” para feos. Si así fuera, importaría poco que sea solo una ilusión, solo fotos, discursos, sonrisas... Pero casi todo el mundo entiende que esa política colapsaría. No es un espectáculo. Hay gente real detrás. Si recortas las políticas sociales algunos dormirán en la calle, si decides -como yo tuve que decidir- extender una misión de combate en Afganistán morirá gente por ello. Yo tomé decisiones que tuvieron como consecuencia la muerte de ciudadanos. Ese es el trabajo de un representante político. Si pensamos que es un juego perderemos. No lo es, porque es real».

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