jueves, 5 de septiembre de 2013

PORTUGAL, UN PAÍS QUE SE VA A PIQUE.

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Portugal.- Como todos sospechábamos y algunos dijimos, al final Portugal ha tenido que pedir oficialmente ayuda a la Unión Europea para evitar la quiebra del estado; es el desenlace inevitable de una serie de errores de los gobernantes que no han sabido corregir la imparable dirección de la economía hacia el precipicio. Ahora, hacen falta unos 80.000 o 90.000 millones de € procedentes de Europa, para que Portugal haga frente a sus compromisos de pago y no tenga que declararse en bancarrota, e incumplir la devolución del principal de la deuda pública a su vencimiento y otros compromisos de pago, con el negativo impacto que ello tendría sobre todos los activos denominados en euros. Durante el gobierno de Guterres continuó a toda máquina la desindustrialización del país: se abandonaron prácticamente la agricultura y la pesca, y la falta de creatividad, de innovación y de competencia de la mayoría de los empresarios nacionales situaron al país bajo una total dependencia del extranjero. Además, ningún gobernante, ya fuera del PSD o del PS, tuvo la iniciativa de estimular las industrias exportadoras, sino que, bien al contrario, facilitaron la invasión de productos importados. Con el paso de los años se volatilizaron los apetitosos fondos: construcción de estadios de fútbol, de autopistas y de muchas obras de prestigio; compra de submarinos para una posible defensa de la patria; adquisición de miles de coches de lujo para los altos y medios funcionarios (más de 29.000 coches llenan el parque automovilístico del Estado); creación de miles de entidades públicas y público-privadas (más de 13.000 institutos y fundaciones, muchos de ellos ilegales, obtienen de los presupuestos del Estado todavía hoy, a pesar de las políticas de austeridad del gobierno, unos 70.000 millones de euros, el 48% de la riqueza nacional). Estas entidades, tan apreciadas por los conservadores y las personas del PS, son los cotos vedados de los apparatchiks del régimen (altos salarios, jubilaciones doradas y privilegios de clase). Los políticos obnubilados por los beneficios del Gran Saqueo ni siquiera trataron de poner fin a los peligros que acechaban a la economía nacional. La corrupción, el clientelismo y los gastos faraónicos del Estado continuaron a buen ritmo durante todos estos años hasta que país entró en bancarrota. La justicia se tapó los ojos ante este embrollo para no tener que intervenir en los sucios asuntos de Estado.
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Pedro Passos Coelho, Primer Ministro, del partido conservador, manifestó su optimismo por el futuro del país, pero reconoció que el desempleo seguirá en aumento durante este año.
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PORTUGAL, UN PAÍS QUE SE VA A PIQUE.
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Sejo Vieira.

Le Grand Soir.

Rebelión jueves 5 de septiembre del 2013.

Traducido del francés para rebelión por Beatriz Morales Bastos.

Actualmente de los 5.800.000 trabajadores activos, casi tres millones son precarios o trabajan irregularmente por unos salarios que pueden descender a los dos euros a la hora. De los 900.000 parados, 750.000 no reciben subsidio de paro alguno. Hay más de tres millones de personas cuyos ingresos se sitúan entre los 7 y 15 euros al día.

Las alertas y las críticas predecían la muerte de la nación desde hace mucho tiempo. El estancamiento de la economía portuguesa empezó mucho antes de que estallara la crisis actual. Después de haber sido uno de los países en los que la CEE inyectó más dinero per cápita, Portugal es uno de los que menos se benefició de este maná. Durante los veintiséis años de “ayudas” recibidas para prepararlo y adaptarlo a las exigencias de la Comunidad Europea los fondos se dilapidaron completamente a medida que entraban en los cofres del Estado. Sirvieron esencialmente para crear una clase de parásitos que se apoderó con toda impunidad de sumas colosales.

Los fondos estructurales de ayuda al desarrollo tuvieron como contrapartida el endeudamiento de los gobiernos portugueses con bancos del centro de Europa (Alemania, Benelux y Austria). En efecto, la financiación de los famosos proyectos, elaborados por Bruselas, obligaba a Portugal a participar con unos fondos propios (entre un 15% y un 25% del total) obtenidos, evidentemente, a unas tasas usureras. Una manera muy audaz de llevar al país a endeudarse con los bancos. Aproximadamente 121.000 millones de euros (41% de la actual deuda portuguesa) proviene de estos préstamos.

Con uno de los PIB más bajos de Europa y una deuda soberana muy preocupante, la crisis mundial no podía sino empeorar la situación económica y social del Portugal.

A falta de elites competentes y honestas durante todos estos años de “democracia”, los portugueses no pudieron forjar las armas necesarias para afrontar eficazmente las economías avanzadas de Europa. Y debido a su entrada en la Unión Europea en 1986, Portugal tuvo que abandonar gran cantidad de sectores productivos esenciales, modestos pero, sin embargo, capaces de relanzar su capacidad exportadora y de garantizar a su pueblo un mínimo de autosuficiencia. Desde entonces casi todo lo que esesencial para la supervivencia de su población se importa de otros miembros de la Unión Europea.

Tras el golpe de Estado del 25 de abril, la famosa “Revolución de los Claveles”, los políticos “demócratas” se limitaron a sustituir una aberración política por otra aberración política. En vez del partido único del salazarismo, los portugueses descubrieron el “bloque central único”, la alternancia entre dos fuerzas políticas, los socialistas del PS por una parte y los neoliberales del PSD y su aliado el CDS (derecha tradicional) por otra. Con el paso de los años este frente compuesto de políticos oportunistas, incompetentes y corruptos demostró un inconcebible desprecio por el pueblo. Los que llevaron al país a la bancarrota son los aparatos de estos partidos, un peligroso conglomerado de personas dispuestas a los peores trucos, a la estafa y al robo de las riquezas nacionales.

Todo empezó con Cavaco Silva, el actual presidente de la República y entonces primer ministro. Él es responsable de la quiebra de la economía portuguesa. Fue durante sus dos mandatos, gangrenados por el favoritismo y el clientelismo, cuando empezó el robo del dinero de la CEE. De la noche a la mañana se vio aparecer una “eficiente” clase de empresarios que apadrinados por los cuadros de su partido y con el apoyo de los banqueros, supieron desviar los fondos a negocios jugosos sin el menos control del Estado.

Esta complicidad criminal entre políticos elegidos por el pueblo y lo privado impidió la eclosión de auténtico empresariado, fuerte y ajustado a los retos de la modernidad.

El sol brilló esplendoroso para la clase de nuevos ricos que navegó alegremente sobre la ola de la rapiña nacional: ferraris, villas de lujo, coches para toda la familia, viajes de ensueño y las mil y una maravillas de la inesperada dolce vita a la portuguesa. Los ricos se enriquecieron desmesuradamente, las clases medias recibieron algunas migajas del festín y se contentaron con ellas y el país se sumió en la beatitud ideológica. De este modo, el poder político pudo consolidar su fuerza y el nació “cavaquismo” para desgracia del pueblo y de la nación.

Si con Cavaco Silva la corrupción tuvo libertad de acción, con su sucesor, António Guterres, un socialista del PS, se erigió en institución de Estado. Cuando el guterrismo sustituyó al cavaquismo las tropas del nuevo primer ministro ya sabían lo que les esperaba. Habían leído muy bien el manual de instrucciones de la gobernación política y no dudaron en copiar los métodos de sus colegas neoliberales.

Apareció una nueva subclase de oportunistas. Se les llamó boys [chicos, en inglés, n. de la t.] de Guterres. Desde entonces ambas formaciones, los neoliberales y los socialistas del PS, bailan juntos el vals al son de sus himnos partidistas y sucediéndose el uno al otro regularmente se las arreglan para compartir fraternalmente las riquezas nacionales, los empleos suculentos y las instituciones del Estado.

Durante el gobierno de Guterres continuó a toda máquina la desindustrialización del país: se abandonaron prácticamente la agricultura y la pesca, y la falta de creatividad, de innovación y de competencia de la mayoría de los empresarios nacionales situaron al país bajo una total dependencia del extranjero. Además, ningún gobernante, ya fuera del PSD o del PS, tuvo la iniciativa de estimular las industrias exportadoras, sino que, bien al contrario, facilitaron la invasión de productos importados.

Con el paso de los años se volatilizaron los apetitosos fondos: construcción de estadios de fútbol, de autopistas y de muchas obras de prestigio; compra de submarinos para una posible defensa de la patria; adquisición de miles de coches de lujo para los altos y medios funcionarios (más de 29.000 coches llenan el parque automovilístico del Estado); creación de miles de entidades públicas y público-privadas (más de 13.000 institutos y fundaciones, muchos de ellos ilegales, obtienen de los presupuestos del Estado todavía hoy, a pesar de las políticas de austeridad del gobierno, unos 70.000 millones de euros, el 48% de la riqueza nacional). Estas entidades, tan apreciadas por los conservadores y las personas del PS, son los cotos vedados de los apparatchiks del régimen (altos salarios, jubilaciones doradas y privilegios de clase).

Los políticos obnubilados por los beneficios del Gran Saqueo ni siquiera trataron de poner fin a los peligros que acechaban a la economía nacional. La corrupción, el clientelismo y los gastos faraónicos del Estado continuaron a buen ritmo durante todos estos años hasta que país entró en bancarrota. La justicia se tapó los ojos ante este embrollo para no tener que intervenir en los sucios asuntos de Estado.

La sumisión de los gobernantes a los señores del capital suscitó la creación de una gran burguesía intelectual y culturalmente mediocre que acabó por bloquear cualquier proceso de progreso social, económico y cultural.

Hoy la juventud ya no encuentra trabajo. Los jóvenes que tiene estudios superiores empiezan a marcharse al extranjero, se van a una emigración sin futuro y peligrosa. Su país ya no es el maravilloso El Dorado de los fondos y se cortaron de raíz las posibilidades del pueblo.

Hoy la pobreza llega a unas proporciones nunca vistas desde la caída del régimen salazarista. Como el pueblo portugués (al que se cataloga de pueblo pacífico, humilde y timorato, de alérgico a la contestación) está debilitado desde el punto de vista cultural y educativo, se deja amordazar, anquilosado en un molde de prejuicios y de determinismos de civilización.

Desde el año 1985 han gobernado Portugal seis primeros ministros. Al analizar los aspectos de sus gobiernos, me digo que algún día habría que escribir la historia de todos los gobiernos de los países miembros de la Unión Europea. La verdadera historia de esta Europa de “democracias podridas” se escribirá desvelando la corrupción y la incompetencia de sus políticos, y, sobre todo, las tragedias vividas por sus víctimas, los pueblos.


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