viernes, 31 de mayo de 2013

Institucionalidad, gobernabilidad y calidad de la democracia en Costa Rica. PABLO RAÚL: Nuestro Comentario. Una mirada múltiple hacia América Latina.

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INSTITUCIONALIDAD, GOBERNABILIDAD Y CALIDAD DE LA DEMOCRACIA EN COSTA RICA. Autor Rector de la Universidad de Costa Rica. Interesante su planteamiento teórico, Sr. Rector. Al fin salimos de la vieja y trillada práctica de que la gobernabilidad se forja y construye “ en las alturas”, decisión política de los “Líderes” políticos, de falsos e inexistentes partidos políticos, que dicen construir políticas de consenso, políticas nacionales de “estabilidad” política, y políticas que canalicen seguridad, viabilidad y garantía de ejecución de las grandes inversiones internas y externas, -más del 80% externos -  proyectos extractivos de recursos naturales. Como hoy América latina está caminando velozmente por la acera derecha del crecimiento macro-económico, es lógico y explicable – pero no justificable – que el sistema democrático convalide, elogie, políticamente este proceso. Todos sabemos que caminar por esta avenida política en pleno siglo XXI, simplemente nos conduce al posicionamiento económico y político de un “nicho” social, de una elite financiero-exportadora, de una falsa e inoperante gobernabilidad – porque sencillamente no funciona en democracia, por su absoluta parcialización con el poder de turno y sus socios interesados en los grandes negocios, ganancias fáciles que alimenten rápidamente su codicia y fundamentalismo consumista; y cuando funciona, lo ejecuta directamente con la represión a quienes reclaman sus derechos, incluso nos conduce a un escenario muy complejo de una democracia en las alturas, una democracia “ciega, sorda”, hasta ser convertida en “tele-novela” por el poder dictatorial de los medios de comunicación.


Institucionalidad, gobernabilidad y calidad de la democracia en Costa Rica.
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El País.cr. jueves 30 de mayo del 2013.

Fuente: Henning Jensen Pennington.

Durante varias semanas, se ha realizado un foro institucional sobre diferentes aspectos relativos a la calidad de la democracia en Costa Rica. Este foro y muchos celebrados en el pasado son una iniciativa de la Rectoría de la Universidad de Costa Rica, cuyo propósito es estimular el análisis, la reflexión y la propuesta de alternativas, desde una perspectiva interdisciplinaria, sobre temas prioritarios de interés social, en los cuales identificamos problemas no resueltos o desafíos para el desarrollo integral de nuestras sociedades.

El tema de la democracia no podría ser más oportuno. Después del 1° de mayo y los eventos transcurridos durante el último mes, cuando se han hecho más que evidentes la desconfianza y desaprobación de la ciudadanía costarricense, respecto a quienes ostentan los principales cargos en la administración pública y la política nacional. Simultáneamente, hemos atestiguado la fuerza de la incursión de una parte significativa de esa ciudadanía en la esfera pública, para demandar ser escuchada y participar en los procesos para la toma de decisiones que la afectan como comunidad.

Tal como advierten Levine y Molina, “La política de la democracia es también en un sentido importante una lucha continua por controlar lo que la definición de democracia significa en la práctica”.

La democracia es el resultado de una revolución política y una evolución cultural. Antes que un destino asegurado, se trata de una aspiración que siempre debería estar orientada por la búsqueda de justicia social. Conservar lo ganado en el último siglo y, a la vez, aumentar la calidad de las democracias latinoamericanas, requiere de relevos generacionales que sostengan y regeneren este complejo proyecto social.

En el siglo XXI, nuestras sociedades no pueden permitirse pensar en la democracia como un tema cerrado, o un simple hecho social no problema-tizable, que se confirma en cada periodo electoral con el ejercicio del voto. Todo proceso democrático debe revisarse y renovarse continuamente, porque se trata de un experimento político siempre a prueba, en cuya práctica es central la participación ciudadana.

La posibilidad de participar en la forja del destino de un complejo social, se encuentra íntimamente ligada con el concepto y la práctica de la ciudadanía, la cual se entiende como un estatus legal y político, que se deriva de la relación entre una persona y una sociedad política, o sea el Estado. La ley determina el estatus entre el individuo y el Estado. De esta manera, el estatus de ciudadano o ciudadana se encuentra basado – idealmente – en el gobierno de la ley y los principios de igualdad y equidad. Así, el término “ciudadano” o “ciudadana” se relaciona con una persona en tanto que a ella le corresponden derechos civiles y políticos plenos dentro del cuerpo político del Estado.

Los cambios económicos provocados por la globalización han conducido a nuevas formas de trabajo, producción y distribución de bienes. Estos procesos han afectado también la vigencia de derechos y la posibilidad real de su goce por parte de las personas, al igual que la validez de valores y la circulación de significados y las formas de participar en su uso y creación.

Las transformaciones políticas y económicas resultado de la globalización del capitalismo, han debilitado la capacidad del Estado para mediar entre el mercado y la sociedad, y con ello sus tareas redistributivas y reguladoras, revirtiendo así la tendencia hacia una sociedad de clases medias. Muchos datos muestran una creciente polarización social y una profundización del empobrecimiento y la desigualdad. Lo cual atestiguamos con claridad en la actual crisis financiera.

La sociedad global contemporánea está caracterizada por múltiples antagonismos, frente a los cuales solo la participación ciudadana y el diálogo pueden crear equilibrios adecuados, al ejercer control y crítica sobre las actividades del Estado y los intereses privados transnacionales. Esta participación debe ser el fundamento para cualquier proyecto democrático posible. Por ello, debatir sobre las vías adecuadas de participación social y encontrar mejores formas para estimular el diálogo político, deben ser objetivos centrales de un proyecto educativo nacional y, sobre todo, del quehacer de las universidades públicas.

El marco institucional, aquello que permite la operación integrada de las sociedades nacionales, parece estar debilitándose o más bien está mutando en otras formas; entre otros factores, debido a la imposibilidad de cumplir con la promesa de bienestar para todas las personas, o bien por el estrechamiento del horizonte de esperanza de las jóvenes generaciones. No hay correspondencia entre los problemas que los ciudadanos reclaman resolver y el interés o la capacidad de la política para enfrentarlos. En consecuencia, existe una creciente frustración por la falta de oportunidades y por los altos niveles de desigualdad, pobreza y exclusión social, la cual se expresa en la pérdida de confianza en el sistema político y en problemas de gobernabilidad. Cada vez con más frecuencia, esta frustración está acompañada por la demanda de establecer mecanismos sociales e institucionales para exigir responsabilidad a los gobernantes, para someterlos a rendición de cuentas.

Costa Rica vive un periodo de crisis de la representación de la política y en la confianza que las instituciones estatales y la administración pública despiertan en la ciudadanía. A lo largo de esta administración, la actual Presidencia de la República ha visto continuamente caer su nivel de aprobación. Asimismo, de acuerdo con la última encuesta de UNIMER realizada para el periódico La Nación, mientras en el 2002, 45 de cada 100 personas aprobaban el trabajo de la Asamblea Legislativa, hoy esa misma cantidad lo desaprueba. Para algunos analistas, estos son los resultados de la evidente dificultad del Estado para negociar en la pluralidad de perspectivas del multipartidismo.

Lo cierto es que los partidos políticos y la institucionalidad pública han dejado de reconocerse como agentes de representación de la voluntad ciudadana, porque no logran responder adecuadamente a las aspiraciones democráticas de la gente, que los percibe distantes y ajenos. El haber dejado de ofrecer un espacio de participación, aunque fuera imaginaria, los ha llevado a una progresiva pérdida de legitimidad. Se percibe entonces que las instituciones y los mecanismos políticos tradicionales, no tienen la capacidad para crear nuevos proyectos colectivos viables.

En este escenario de malestar, la ciudadanía se ha fortalecido. Hoy, fuera del marco de los partidos políticos, cada vez más sectores se sienten convocados a exigir el ejercicio de los derechos políticos y sociales, que asocian inequívocamente con la democracia, a ser incluidos en la negociación de los significados sociales, para que la toma de decisiones colectivas se realice desde perspectivas más plurales y justas. Y es que la calidad de la democracia depende de la participación informada de las y los ciudadanos. Este derecho a la información incluye el derecho a participar en su producción, difusión y crítica, como recurso para promover el conocimiento, la independencia y la autogestión de los pueblos.

El debate sobre ciudadanía, su práctica y realización, tiene mucho que ver con un concepto que abarca aquellas prácticas sociales y culturales, actualmente emergentes, cuyo papel es reivindicativo del derecho a acceder y pertenecer a un sistema sociopolítico, pero también el derecho a participar en la redefinición de ese sistema, trascendiendo así la noción común de ciudadanía, definida como categoría legal, para comprender ahora igualmente el papel de la subjetividad y las perspectivas multiculturales en la renovación de la sociedad. 


 La democracia es un sistema de reciprocidades que no puede basarse en consensos imaginarios. Estos solo conducen al letargo político. La práctica de la ciudadanía se encuentra íntimamente imbricada con la práctica de la inclusión. Una unidad política (sea, una nación, un pueblo o un Estado) debe estar dispuesta a reconocer la igualdad moral y legal de sus miembros, sin pretender integrarlos en la uniformidad forzada de una comunidad de objetivos e intereses. De esta manera, la inclusión representa la sensibilidad moral y emocional hacia el trasfondo cultural de diferencias individuales y grupales específicas, mediante las cuales una unidad política dada renueva su aprecio e interés por el destino de grupos y formas de vida que no necesariamente son parte de una tradición cultural dominante. La inclusión, en un contexto multicultural, subraya la coexistencia de diversos grupos culturales en una sociedad política. Por ello, la continua deliberación en torno a los modelos de desarrollo, el interés público y la justicia social, debe estar presente en el seno de todo proyecto democrático.

Ante las transformaciones del Estado dentro de la globalización capitalista, que lo alejan de sus funciones de coordinación y regulación, el ejercicio de la ciudadanía también ha cambiado. Como alternativa a quedar confinada a la esfera del consumo, circunstancia en la cual la idea de ciudadanía pierde contenidos sustanciales, ha encontrado y construido espacios propios de participación social y política en el ámbito comunitario o en organizaciones no gubernamentales de todo tipo, donde aparece cada vez con más fuerza la pregunta acerca de una vida buena. Frente a los mecanismos de control que intentan forzar una integración social en torno a un modelo de desarrollo y un proyecto político unidimensional, la comunicación y participación entre mundos de vida comunes y plurales, ofrece a las personas una cohesión social alternativa desde donde significar su identidad individual, social y cultural. Sin duda, esta forma de cohesión resulta problemática para un modelo económico basado en la competitividad.

Los movimientos sociales de hoy, no solo presionan por mayores niveles de democracia participativa, formas alternativas de representación, organización y acción política que complementen las tradicionales, sino por un nuevo modelo de progreso social que pueda consolidarse como un emprendimiento de renovación cultural más solidaria. Con ello, la gestión del conocimiento adquiere mayor relevancia política, como componente fundamental de una estrategia de desarrollo integral, capaz de producir herramientas para comprender y resolver los problemas sociales.

Las universidades públicas juegan un papel central en el desarrollo del conocimiento y su organización, en la creación artística, el análisis social y la reflexión filosófica. Para empezar, son una de las bases para la formación de ciudadanos y profesionales competentes, creativos e innovadores, relevos generacionales necesarios para nuestro proyecto democrático, capaces de aplicar solidariamente y difundir una visión crítica de la vida nacional. La misión institucional de la Universidad es contribuir a la salud y el perfeccionamiento de nuestra democracia.

En el siglo XVIII, la filosofía concibió una teoría social orientada hacia la comprensión histórica del ordenamiento de la sociedad: las leyes sociales y las estructuras del poder no son hechos naturales inmodificables, sino fenómenos contingentes del estado actual de la evolución social. El cambio de las condiciones de vida social en las últimas décadas, implica nuevos desafíos para las ciencias que aspiran a ser factores de transformación de los modelos de convivencia, exige también cambiar la manera en que las practicamos y las concebimos.

En una democracia ningún ciudadano debería carecer de poder. La convivencia en la diferencia es probablemente el desafío más profundo que se presenta a las sociedades del siglo XXI. La democracia debe reafirmarse como marco propicio para asegurar espacios de participación política y social a todo ciudadano y ciudadana, en especial para darle poder a aquellos sectores más vulnerables, pobres y marginados, para asegurar que los derechos cívicos, sociales, económicos y culturales sean accesibles para todas las personas sin exclusión. Expandir la ciudadanía y nutrir su participación política y social, aumenta la probabilidad de que el gobierno y sus decisiones representen la voluntad ciudadana.

La disposición para el diálogo y la negociación serán fundamentales para construir una nueva legitimidad del Estado y mejorar la calidad de nuestros proyectos democráticos, en el ejercicio del derecho y la capacidad para conocer y decidir lo que queremos hacer con nuestras sociedades. La academia y las ciencias se nutren de una relación entre teoría y práctica que pretende iluminar las posibilidades de una vida «auténtica», buena y correcta, en el marco de una convivencia ciudadana animada por el logro del bien común, en un proyecto de futuro compartido que provea mayor prosperidad con equidad y justicia social. Este es el eterno desafío que nos plantean nuestras aspiraciones democráticas.
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(*) Rector Universidad de Costa Rica.
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PABLO RAÚL: Nuestro Comentario. Una mirada múltiple hacia América Latina.



Pablo Raúl. El Líder de la generación 68'. La histórica lucha por la Democracia.

"Si pudiese volver a la juventud, cometería todos aquellos errores de nuevo, sólo que más temprano".

“Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros que luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero hay los que luchan toda la vida esos son los imprescindibles”.
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Una mirada múltiple hacia América Latina.

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Pablo Raúl Fernández Llerena.

Sociólogo. Politólogo.

“Para los que no tenemos creencias, la democracia es nuestra religión”.
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INSTITUCIONALIDAD, GOBERNABILIDAD Y CALIDAD DE LA DEMOCRACIA EN COSTA RICA. Autor Rector de la Universidad de Costa Rica. Interesante su planteamiento teórico, Sr. Rector. Al fin salimos de la vieja y trillada práctica de que la gobernabilidad se forja y construye “ en las alturas”, decisión política de los “Líderes” políticos, de falsos e inexistentes partidos políticos, que dicen construir políticas de consenso, políticas nacionales de “estabilidad” política, y políticas que canalicen seguridad, viabilidad y garantía de ejecución de las grandes inversiones internas y externas, -más del 80% externos -  proyectos extractivos de recursos naturales. Como hoy América latina está caminando velozmente por la acera derecha del crecimiento macro-económico, es lógico y explicable – pero no justificable – que el sistema democrático convalide, elogie, políticamente este proceso. Todos sabemos que caminar por esta avenida política en pleno siglo XXI, simplemente nos conduce al posicionamiento económico y político de un “nicho” social, de una elite financiero-exportadora, de una falsa e inoperante gobernabilidad – porque sencillamente no funciona en democracia, por su absoluta parcialización con el poder de turno y sus socios interesados en los grandes negocios, ganancias fáciles que alimenten rápidamente su codicia y fundamentalismo consumista; y cuando funciona, lo ejecuta directamente con la represión a quienes reclaman sus derechos, incluso nos conduce a un escenario muy complejo de una democracia en las alturas, una democracia “ciega, sorda”, hasta ser convertida en “tele-novela” por el poder dictatorial de los medios de comunicación.

Expreso interesante y debo felicitar al Sr. Rector, en mi calidad de Docente Universitario, Sociólogo-Politólogo de la Universidad Nacional San Agustín, Región Arequipa. Perú. Hoy sí encontramos una fortaleza teórico-política al conjunto de trabajos sobre  democracia,  gobernabilidad, ciudadanía participación ciudadana,  diálogo, consenso y la convivencia social en la diferencia. TESIS centrales que hoy las encontramos en las sociedades que comprenden nuestras comunidades históricas – agrario-ganadero-pastoreo-artesanales – así como en los amplios territorios “geográficos”, culturales de los pueblos originarios. Perú, país Pluriétnico, Multilingüe, Pluricultural, como comunidades ancestrales y pueblos originarios, posesionados históricamente en nuestra sociedad de las habilidades, hasta entonces invisibilizada al igual que las múltiples formas de democracia Asociacionista, parte de nuestro patrimonio histórico, sociedad semillero de talentos, inmensas potencialidades, millones de emprendedores, sociedad de sinergias locales y regionales, base de la creación y desarrollo de “nuevo tipo” de Convenios, Tratados que concatenan nuestra economía local-regional, cultura y riqueza local con el mundo globalizado. Pero hay algo más.

El neoliberalismo y su “revolución” de la comunicación electrónica nos han expropiado el nombre de “redes sociales”, pero en plena lucha por la recuperación, descubrimos la verdadera riqueza cultural ancestral de prácticas comunitarias, formas originarias colectivas de trabajo, agrícola, ganadero, pastoreo, artesanía, fiestas populares y religiosas, tradiciones, usos, costumbres, gastronomía, música, danzas, vestimenta, conocimientos ancestrales, biodiversidad – es decir.- capital territorial, social y cultural –  dialécticamente subsumido con las prácticas sociales – contexto social e instancia temporal donde la dialéctica del capital social y cultural, alcanza su nivel de mayor potencialidad - y procesos políticos sindicales, gremiales y la nuevas formas de  hacer política y relaciones sociales de los Movimientos Sociales, representa el reconocimiento de un camino, una propuesta y alternativa seria, central, alcanzable en la esperanza de la “utopía” democrática, - sólo descartable por el odio de clase que viene producto de políticas excluyentes, de una práctica xenofóbica vulgar y “racista” –

Trabajar, caminar, dialogar, consensuar, polarizar por la larga avenida política de organización y lucha del siglo XXI, nos lleva a contribuir con una mayor y mejor participación ciudadana, construir políticas de consenso, concertación – que si es posible cuando se trabaja con transparencia, confianza personal, social e institucional, - proceso de plena realización dialéctica - escenario de las clases y la lucha de clases -; planificar políticas estratégicas en la forja de una Ciudadanía intercultural, formando nuevos Líderes sociales y humanistas, establecer políticas locales-nacionales contra la corrupción, profundizar los mecanismos políticos de la Rendición de Cuentas – participación ciudadana y Veeduría ciudadana -. Nuevo escenario producto del “Cambio de Época, Histórica”, resultado directo de la crisis sistémica y el hundimiento del modelo financiero-especulativo de la globalización neoliberal – escenario, múltiple, complejo, turbulento, multipolarizado, realmente existente, pero invisibilizado por el poder de los poderes facticos locales y globales, Sociedad Civil, real, emergente, popular, plural, democrática, autónoma, donde hoy están presentes Nuevos Sujetos Sociales Históricos, portadores de un Nuevo Lenguaje Político y Democrático, que hoy (in)surge en el propio corazón de la Democracia liberal representativa.  


La larga e histórica lucha política en América Latina por alcanzar una "verdadera" democracia que garantice Libertad de expresión, justicia e igualdad social, respete y preserve la dignidad del ser humano.
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Asumiendo una nueva mirada hacia América Latina – como continente - hoy vemos a los Nuevos Movimientos Sociales, - volcanes sociales y políticos en erupción que “han llegado” para quedarse por mucho tiempo, en pleno epicentro del nuevo modelo de acumulación mundial del capitalismo -. ( modelo del despojo, expoliación, pillaje, depredador de nuestros recursos naturales), motor principal generador desde sus propias raíces colectivas de una Nueva Democracia – Participativa, Directa, Ciudadana, Intercultural, Dialogante y Sustentable ( pleno respeto a nuestra  Madre Naturaleza) y garantía de construcción de una Gobernabilidad Democrática depositaria, energía, fuerza, personalidad y talante en la práctica y desarrollo de la confianza personal, social e institucional, eficiencia y eficacia en la práctica gubernamental, desarrollar y construir políticas que potencialicen la legitimidad institucional y garanticen la fortaleza social de estabilidad política; convencidos, de que es posible construir una “nueva” gobernabilidad democrática, entendida como la capacidad social de establecer y lograr con transparencia y responsabilidades claras, objetivos definidos que respondan a los intereses compatibilizados de la ciudadanía. Es posible forjar y lograr gobernabilidad de una parte importante – sostenido en el poder local emergente -  por la representación diversa (del mundo originario, la democracia asociacionista, la cultura local e identidad local cultural), como políticas locales nacionales en el proceso emergente del “Desenclave Cultural”; y participación de la ciudadanía (extraordinaria riqueza social y cultural que se empodera – alimenta y se reproduce dialécticamente – en las organizaciones sociales propias de la Modernidad). Una alternativa de construcción política de Democracia de calidadpuente y pasaporte hacia una nueva gobernanza política llevando un fuerte y efectivo portafolio de Plataformas, Proyectos y alternativas histórico-políticas, que enriquecen el proceso estratégico de apostar por una nueva gobernabilidad democrática en el “Cambio de Época, Histórica”,  Nuestra América, la forja y creación de una Nueva Civilización Humana. ¡! Otro Mundo Socialista, Sí es posible!!.

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