jueves, 31 de enero de 2013

¿ Cómo interpretar la crisis y la realidad actual del capitalismo?

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Por las necesidades de la Segunda Guerra Mundial y las políticas del New Deal, a partir de los años 40 del siglo pasado la fuerte expansión económica estadounidense incorporó a millones de trabajadores en empleos estables en las industrias, mientras que en ciertas ramas de la agricultura se adoptó –por la estacionalidad que marca la división del trabajo- el “programa de braceros” para traer a las “granjas” estadounidenses a decenas de miles de campesinos mexicanos. Estos trabajadores “migrantes” mexicanos fueron contratados para efectuar “trabajos temporales” en ramas de la agricultura cuya existencia y rentabilidad dependían de la disposición de una mano de obra barata, que aceptara ser desplazada territorialmente a merced de las necesidades de los productores, y quedar excluida de la protección social, compensaciones por enfermedades, antigüedad, etcétera. El capitalismo moderno ha llegado al final de su camino. No es capaz de sobrevivir como sistema,” ...“Lo que estamos viendo es la crisis estructural del sistema. Una crisis estructural que comenzó en la década de los setentas del siglo XX y que mantendrá sus nefastos estertores por diez, veinte o cuarenta años. No es una crisis a resolver en el curso de un año o un momento. Se trata, pues, de la mayor crisis de la historia. Estamos en la transición a un sistema nuevo y la lucha política real que se ha desatado en el mundo con el repudio de la gente, no plantean el nuevo curso del capitalismo, sino sobre el sistema que habrá de reemplazarle”.
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El capitalismo moderno ha llegado al final de su camino.
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¿ Cómo interpretar la crisis y la realidad actual del capitalismo?
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Alberto Rabilotta.

ALAI AMLATINA. Jueves 31 de enero del 2013.

Lo peor de la crisis ha pasado, nos dicen banqueros, funcionarios y políticos nacionales y supranacionales que nunca perdieron un empleo porque jamás trabajaron en una fábrica o una oficina por un salario que apenas alcanza para vivir. Con esto, como vimos en el Foro del gran capital en Davos, nos están diciendo que los planes de austeridad han funcionado, que el creciente desempleo es parte de la solución y no el problema, que hay que seguir despidiendo trabajadores y empleados, hacer que el empleo sea más precario para poder seguir bajando los salarios, acortando las vacaciones, aplastando la resistencia sindical donde aún existe, cortando las pensiones y programas sociales, etcétera.

Lo peor ha pasado, nos dicen los directivos de las empresas monopolistas que en Estados Unidos (EE.UU.) están sentados en un billón 700 mil millones de dólares, porque no hay donde invertirlos de manera rentable. Y vaya uno a saber cuán grande es la pila de euros sobre la cual están sentadas las grandes empresas de la Unión Europea. La crisis ha pasado, pero los problemas concretos de los pueblos siguen ahí, y se agravan cada vez más.

Esta no es la primera crisis del capitalismo industrial en los “países avanzados”, en lo que va del siglo 21, en que la recuperación de la economía real –la producción de bienes y servicios, o sea la riqueza producida socialmente - no logra restablecer los anteriores niveles de empleo, de seguridad laboral y de salarios, pero es la primera en la cual el desempleo se acrecentó de manera brutal y se ha vuelto crónico para millones de trabajadores, provocando una pauperización de amplios sectores de la sociedad.

Una crisis en la cual la desigualdad de ingresos alcanzó niveles nunca vistos, y por la cual una gran parte de la nueva generación no tendrá empleos estables, que vivirá en un mundo de empleos precarios, de salarios miserables y bajo la amenaza constante del desempleo crónico. La primera generación del capitalismo industrial que tendrá un nivel de vida y de seguridad social muy inferior a la de sus padres.

Lo nuevo, si podemos decirlo así, es que en ese mundo de economistas que han contribuido a formular el oxímoron de la estabilidad financiera en el contexto de los mercados autorregulados, se manifiestan signos de un reconocimiento de que el problema central de esta crisis que aún perdura es quizás estructural, que concierne a la fundamental relación del capital con el trabajo asalariado, a la reproducción del capital, y que este problema estructural se agrava con la voracidad de los grandes monopolios y de un sistema financiero que quieren vivir de la extracción de una renta sobre todas las actividades económicas y sociales de la humanidad, como veremos.

Primero una parada en Davos.

Bajo el titulo “Negación, pánico y dudas en Davos” el editor económico del diario The Guardian, Larry Elliott, escribía el 23 de enero pasado que en los últimos cinco años el Foro de Davos tuvo algunos “violentos balanceos de humor”; primero fue la negación, luego el pánico, más tarde la esperanza de que lo peor había pasado, y ahora es la persistente preocupación de que este bajón simplemente no tiene fin.

Lo que crece es el desempleo y la acumulación de riquezas en pocas manos, lo que baja es el consumo de las masas y las oportunidades de hacer negocios para los industriales, lo que explica que las empresas estén “sentadas” en billones de dólares, porque no perciben un crecimiento de la demanda para sus productos y servicios. El problema, según Elliott, es que los grandes empresarios y financieros reunidos en Davos están viendo los resultados de las políticas que promovieron en el pasado: austeridad fiscal, debilitamiento de los sindicatos, agresivos cortes de personal. En el pasado, agrega, el gasto de las familias podía apoyarse en un aumento del endeudamiento familiar, pero ahora “los bancos no quieren prestar y los consumidores no quieren endeudarse. Esta es la receta para continuar en el letargo económico”.

¿Letargo económico o implantación de una economía rentista a escala planetaria? Desde hace tiempo el economista estadounidense Michael Hudson viene alertando que la dominación del capital financiero y de los monopolios ha sustituido el capitalismo industrial por un “neofeudalismo” que lleva directo a un régimen de servidumbre (1).

Esto se confirma por lo que el periodista Ryan McCarthy de la agencia Reuters, en su crónica “A handy guide to Davos-speak” (25 de enero 2013), escribe sobre esas frases típicas de Davos (La impaciencia por el crecimiento realmente necesitará de paciencia; No crecimiento, dinero fácil ¿la nueva normalidad?), señalando que cuando constantemente la elite de Davos habla de un “plan de crecimiento” o de “restaurar el crecimiento”, lo que están diciendo es que “ninguno de ellos ve una industria en particular que aumentará el ritmo de crecimiento para hacerse más ricos. Y que, como resultado, habrá menos trabajos para el resto de nosotros”.

Y reproduce lo que dijo Ray Dalio, que dirige Bridgewater, el más importante fondo de cobertura de riesgo (hedge fund): en una economía global que ha pasado la crisis y está muy endeudada, el crecimiento económico no puede sustentarse en deuda, como lo fue durante las pasadas décadas. Las economías están en proceso de desendeudarse, la deuda no aumentará más rápido que los ingresos, y la manera primaria mediante la cual las grandes económicas pueden crecer es aumentando la productividad.

McCarthy nos dice que Dalio amplió un poquito lo que quería decir: la gran conversación en política y economía será sobre cómo extraer más de los trabajadores –en otras palabras, el crecimiento no vendrá de la próxima Internet, del próximo auge en el mercado inmobiliario o de cualquier nuevo activo. Esto significa, dijo Dalio, duras decisiones a tomar sobre cuestiones como “¿Cuán larga deben ser las vacaciones?, o ¿Qué es una buena vida?”. Traducido este “lenguaje de Davos” al lenguaje común, según McCarthy, lo que Dalio está diciendo es particularmente terrible para el resto de nosotros. Cuando los más exitosos inversores del mundo nos dicen que el crecimiento económico dependerá de si tomamos o no nuestras vacaciones, es tiempo de preocuparse.




Entre capitalismo y neofeudalismo.

En las conclusiones del citado trabajo de Hudson, el economista estadounidense explica la dinámica de este proceso: Mientras las economías se contraen, el sector financiero se enriquece convirtiendo sus títulos o certificados de deuda –lo que los economistas del siglo 19 llamaban el “capital ficticio” y que más tarde pasó a llamarse capital financiero-, en apropiación de la propiedad. Esto hace que una deuda que alcanzó niveles irrealistas, porque no hay manera de que pueda ser pagada bajo las existentes relaciones de propiedad y de distribución de los ingresos, se haya convertido en una pesadilla viviente. Es esto lo que está sucediendo en Europa y es también el objetivo de la Administración Obama () Esto hará que EE.UU. se parezca a una Europa arruinada por el creciente desempleo, los declinantes mercados y el consiguiente síndrome de las adversas consecuencias sociales y políticas provocado por la guerra de los financieros contra el conjunto que constituye el trabajo asalariado, la industria y el gobierno.

Poniendo esta tendencia en el contexto de las políticas de los bancos centrales, que han servido para inflar los mercados bursátiles y recapitalizar los bancos para que sigan especulando, Hudson apunta que la economía es cada vez menos y menos la esfera de la producción, del consumo y el empleo, y de más en más la esfera de creación de crédito para comprar activos, convertir las ganancias e ingresos en pagos de intereses hasta que la totalidad del superávit económico y del repertorio de propiedades quede prendado para pagar el servicio de la deuda. Y más adelante concluye en que la actual tarea de los economistas es “revivir la clásica distinción entre la riqueza y los elevados ingresos, ganados o inmerecidos, entre ingresos por ganancia o por renta, y últimamente entre capitalismo y feudalismo”.

El economista Michael Hudson explica, en el citado trabajo, que la guerra económica actual no es como la librada hace un siglo entre los trabajadores y sus empleadores industriales. La finanza se movió para capturar la economía en toda su amplitud, industria y minería, infraestructura pública (vía la privatización) y ahora hasta el sistema de educación (la deuda de los estudiantes por un billón de dólares excede la deuda de tarjetas de crédito en 2012). De lo que se trata es de “endeudar a los gobiernos, lo que da a los acreedores una palanca para apropiarse de tierras, infraestructuras públicas y otras propiedades del dominio público. Endeudar las empresas permite que los acreedores se apropien de los ahorros para la pensión de los empleados. Y endeudar a los trabajadores significa que ya no será necesario emplear a rompehuelgas para atacar a los organizadores de sindicatos y a los huelguistas”.

De los “braceros” al “empleo permanentemente temporal”.

Por las necesidades de la Segunda Guerra Mundial y las políticas del New Deal, a partir de los años 40 del siglo pasado la fuerte expansión económica estadounidense incorporó a millones de trabajadores en empleos estables en las industrias, mientras que en ciertas ramas de la agricultura se adoptó –por la estacionalidad que marca la división del trabajo- el “programa de braceros” para traer a las “granjas” estadounidenses a decenas de miles de campesinos mexicanos. Estos trabajadores “migrantes” mexicanos fueron contratados para efectuar “trabajos temporales” en ramas de la agricultura cuya existencia y rentabilidad dependían de la disposición de una mano de obra barata, que aceptara ser desplazada territorialmente a merced de las necesidades de los productores, y quedar excluida de la protección social, compensaciones por enfermedades, antigüedad, etcétera.

En la misma época, según la socióloga estadounidense Erin Hatton (2) fueron creadas en EE.UU. empresas dedicadas al alquiler temporal de fuerza laboral local, en particular femenina. En el blog de “opiniones” del New York Times y como parte de una serie sobre la desigualdad, Hatton analiza el tema del “aumento de la permanente economía temporal”, o sea del subempleo o trabajo temporal, señalando que si los políticos de gobierno se hacen heraldos de la “creación de empleos”, pocos de ellos hablan del tipo de trabajos que están siendo creados en EE.UU., país donde según las cifras del censo un tercio de los adultos que trabajan viven en la pobreza porque no ganan lo suficiente como para vivir decentemente ellos y sus familias.

Las cifras citadas por Hatton muestran que los salarios de una cuarta parte de los empleos en EE.UU. son inferiores a la “línea de pobreza” trazada por el gobierno federal -23 mil 50 dólares anuales- para una familia de cuatro personas, y agrega que además de ser mal pagados esos empleos son temporales e inseguros, y que es esta categoría de empleos temporales la que más empleos proporcionó a la economía estadounidense en los últimos tres años, según los datos de la American Staffing Association, que representa las diversas “agencias de reclutamiento” de mano de obra para trabajos temporales.

Es tan amplio el uso del empleo temporal, mal pago e inestable, según la socióloga, que amenaza con convertirse en la norma. En este análisis Hatton aborda los orígenes de este tipo de empleo y destaca que en lugar de elevar los estándares de producción y de calidad de los productos, las empresas estadounidenses adoptaron la estrategia de bajar los salarios y cortar los beneficios marginales, de convertir los empleos permanentes en temporales y contingentes, aplastando a los sindicatos y maquilando o mudando los trabajos. Todo esto, apunta Hatton, no es motivo de ningún escándalo.

En la segunda parte (¿Qué piensan algunos economistas sobre la crisis y la realidad actual del capitalismo?), veremos cómo esta realidad se refleja en el pensamiento y análisis de un creciente número de economistas, y el nacimiento de una discusión en la cual está presente el pensamiento de Karl Marx.
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La Vèrdiere, Francia
- Alberto Rabilotta es periodista argentino - canadiense.

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martes, 29 de enero de 2013

LA IZQUIERDA. La parte del todo (a propósito de la intervención política, como uno de los problemas centrales que debe resolver hoy).

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Con Marx sabemos que la economía es decisiva, pero solo en última instancia, por lo que la acción política aunque se referencie en el terreno de la economía y sus relaciones siempre mantiene cierto grado de autonomía. No comprender esto nos ha hecho caer en concepciones deterministas que han sido, y son, fuente de desviaciones oportunistas y economicistas, ideologistas y voluntaristas, que más de una vez hizo que en aras del desarrollo de las fuerzas productivas se abandonara toda concepción anticapitalista o que fracciones de la izquierda se lanzaran a una politización sin referencias de clase contenedoras. Entendemos que la acción política debe partir de reconocer la centralidad del trabajo en nuestra sociedad del capital. Lo que no implica en absoluto el simplismo del reduccionismo fabril, pero sí que es el anclaje que garantiza la independencia de clase, y a través del cual los sujetos sociales protagónicos toman conciencia de su protagonismo y del papel que juegan en las contradicciones de la sociedad. Precisamente es la politización la que permite elevar el nivel de conciencia y comprensión de los individuos elevándolos a la acción colectiva.

Se abren entonces nuevas oportunidades de intervención en la crisis, si somos capaces de ver los cambios que la misma conlleva y a condición de que sepamos diferenciar los límites orgánicos de aquellos ocasionales o momentáneos, también diferenciar como se ejerce la dominación en cada momento, si prima la coerción o el consenso. Para no caer en ultimatismos estériles es necesario distinguir los límites históricos de aquellos movimientos de coyuntura a los que el capital puede recurrir. No pareciera posible volver a las altas tasas de crecimiento de la economía. No es solo el condicionamiento de la crisis mundial, la reindustrialización está trabada; el desarrollo por la vía de inversiones externas no parece tener viabilidad; la tasa de desocupación difícilmente baje mucho más, la recuperación salarial está estancada, la precarización es un nuevo precio de la economía. La pobreza se ha instalado con un piso no inferior al 20% de la población. En este contexto el extractivismo seguirá siendo el recurso al que recurrirá la burguesía, para sostener un crecimiento ramplom, o una recuperación, aunque de bases malsanas.
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Perú. Lima. Pachacámac. Académicos de Ciencias Sociales de las Universidades Nacionales,  presentes en un Ciclo de Conferencias. Sobre la crisis económico-financiera, la Gobernabilidad y la Democracia en América Latina.
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LA IZQUIERDA. La parte del todo (a propósito de la intervención política, como uno de los problemas centrales que debe resolver hoy).
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Martes 29 de enero del 2013.

Eduardo Lucita.(Especial para ARGENPRESS.info).

El problema de intervención política es a mi juicio uno de los problemas centrales que debe resolver la izquierda hoy. Intervenir con una visión estratégica en la coyuntura, reconociendo que esta no se da en las condiciones que nosotros quisiéramos sino en las que están determinadas por los condicionamientos del mercado mundial, la acción de los gobiernos y la relación de fuerzas realmente existente.

Entiéndase bien no se trata negar que son los hombres los que hacen (hacemos) la historia como nos explicara Marx, pero sí de reconocer que esto se da sobre una realidad objetiva, no la que quisiéramos sino la que es tal como es.

No se trata de un problema meramente coyuntural. Pero para no caer en especulaciones teóricas conviene poner la discusión en términos actuales. Por ejemplo hace unos meses la portada de una revista de se preguntaba: “¿Porqué criticar la minería a cielo abierto, el pago de la deuda ilegítima, la alianza con intendentes y gobernadores mafiosos, la entrega del petróleo y el oro a españoles y canadienses es hacerle el juego o ser funcional a la derecha?”

Se podría replicar ¿Porqué apoyar las retenciones y la intervención del Estado en la economía; la nacionalización de las AFJP o la parcial de YPF o la Ley de Medios; o caracterizar que las medidas tomadas por el gobierno para paliar el impacto de la crisis internacional en el 2009 dieron cierto resultado es ser kirchnerista o despertar expectativas en el gobierno? O ¿Porqué cuando se plantea suspender los pagos de la deuda e investigarla se dice que es seguidismo de la centroizquierda, o “no hay nada que investigar y nada que pagar”? o ¿porqué cuando se habla de la oposición de derecha se responde sin demasiada argumentación, “la derecha es el gobierno”?

Estos son los términos de un debate que hoy está atravesando todos los colectivos sindicales, sociales y políticos. En política concreta muestra las dificultades para caracterizar el período, cómo analizar las contradicciones inter-burguesas y cómo pararse frente a un gobierno que no es fácil de encasillar. Para los trabajadores y otros sectores explotados y oprimidos según como se resuelva este debate será la forma de intervención política en una coyuntura de relaciones de fuerzas desfavorable, donde la iniciativa, aun en un marco de debilidad relativa, la tiene el gobierno.

Si se profundiza el análisis lo que está en juego es nada menos que el concepto independencia de clase ¿Es sinónimo de neutralidad o indiferencia a como se resuelvan los conflictos interburgueses en juego? ¿Las contradicciones interburguesas no tienen importancia más que para caracterizar la situación política o para mostrar su crisis? ¿La política de la izquierda es solo el apoyo a los conflictos sociales y la búsqueda de la tan meneada unidad? ¿Dónde queda la política entonces?

La concepción que domina este escrito es la de darle prioridad a la política, lo que implica romper con el economicismo que ha condicionado fuertemente las prácticas de la izquierda. Aportar a su comprensión como una formulación que se mueve con cierta autonomía de estos condicionamientos es el objetivo de estas líneas.
1.-
Con la salida de la convertibilidad -suspensión unilateral de los pagos de la deuda y mega-devaluación mediante- la economía, en términos capitalistas, se normalizó. En paralelo el tándem Duhalde-Kirchner logró reponer la voz de orden y mando del Estado. Así el juego de las instituciones del régimen, no sin dificultades, volvió a reinar.

Las excepcionales condiciones del mercado mundial, favorecieron el ciclo expansivo de la economía iniciado a mediados del 2002, mientras que las políticas estatales puestas en práctica desde el 2003 en adelante, resultaron decisivas para el fuerte crecimiento verificado desde entonces. Pero no fue solo esto, la fracción política que se hiciera cargo del Estado no se limitó a administrar la crisis, también recreó las condiciones más allá de la coyuntura. Y lo hizo en forma totalmente diferenciada de las anteriores administraciones.*

Si el alfonsinismo buscó canalizar las contradicciones y tensiones de la sociedad hacia las instituciones del régimen revalorizando los partidos, el menemismo hizo política desde la economía, la más de las veces ninguneando a las instituciones y abjurando de los partidos. Por el contrario el kirchnerismo hace política desde la política, con o sin las instituciones, con o sin los partidos y da batalla en todos los frentes (1). Claro que en todos los casos hay medidas o inacciones que limitan esos logros aunque no invalidan la orientación general. (2)
2.-
Los cambios en el mercado mundial que se verificaron desde el 2003 en adelante han presidido los cambios internos, pero es necesario entender que enfrentamos una administración que los ha comprendido, los ha acompañado y profundizado con políticas locales muchas veces funcionales a esas tendencias y otras con algunas contradicciones. No se trata de un gobierno antiimperialista, pero sí de que tiene roces crecientes con el imperialismo. Si se compara sin prejuicios se verá que el kirchnerismo se enfrenta con las mismas corporaciones que lo hizo el alfonsinismo. (3)

No obstante mayores niveles de ocupación, de salarios e ingresos populares, por lo tanto mayor mercado interno, constituyen avances relativos que mejoran relativamente las condiciones en que viven y reproducen su existencia las clases trabajadoras, pero no implican necesariamente cambios estructurales profundos. (4)



Sindicatos de España, Francia, Reino Unido, Italia, Grecia, Portugal y otros, persisten en la lucha sindical democrática contra las políticas salvajes, brutales y fascistas de la Troika Europea.
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3.-
Desde el 2003 se ha hecho cargo de la administración del Estado una fracción política burguesa que no actúa por convicción sino por necesidad, pero que cuando esta necesidad se le presenta la salida en la mayoría de los casos no es la que le proponen los organismos internacionales y la oposición derechista. Por el contrario lo que destaca es la mayor intervención del Estado, y es esa intervención la fuente de la politización creciente que vive nuestra sociedad.

Ascenso del capital productivo, mayor intervención estatal, dinamización del mercado interno, fuerte recambio generacional en los lugares de trabajo, en las barriadas, en las organizaciones, marcan un cambio de escenario, que se ha acentuado en los últimos años y cuyo rasgo distintivo es el regreso de la política.

Es este cambio de escenario, que debiera haber llevado a una renovación de la estrategia y de las formas de intervención, el que presenta un desafío no menor para la izquierda, que la más de las veces parece prisionera de una retórica simbólica que termina creando su propia realidad, sin acertar una caracterización del kirchnerismo, tampoco de la etapa. Esto es particularmente notorio en la izquierda partidaria que, encerrada en un doctrinarismo sin perspectivas o en una independencia de clase en abstracto, no alcanza a ver las oportunidades que surgen de las disputas interburguesas. Tampoco a comprender que en la mayoría de los casos los trabajadores y los sectores populares no son indiferentes a como estas disputas se resuelvan. Mientras que lo que se conoce como “nueva izquierda” suele estar más cerca de caracterizaciones acertadas aunque muchas veces, no siempre, prisionera del antiestatalismo propio del neo-anarquismo de extracción pequeño-burguesa de este tiempo. No alcanza a comprender la importancia de la política en la construcción de alternativas.
4.-
Si alguna virtud tuvo la izquierda revolucionaria que intentamos construir en los años ’60 y ’70 del siglo pasado, es que en su ruptura con el reformismo, de corte estalinista o socialdemócrata, puso en el centro del debate el problema del poder. Más allá de la discusión sobre las vías y los tiempos el problema del poder define los campos y ordena la acción política. Es necesario conocer la formación social, la estructura de clases, definir la política de alianzas, las clases y fracciones amigas y enemigas, y sobre todo las que hay que neutralizar, y como se mueven en cada coyuntura. En síntesis es la base para hacer política.

La regresión impuesta por más de tres décadas de neoliberalismo hace que se haya vuelto a la lógica del programa mínimo y máximo. Al sindicalismo y reivindicacionismo por un lado y al ideologismo y al socialismo o al cambio social por el otro. En el medio el campo de la política, el terreno donde se procesa todo cambio de conciencia, ha quedado vacante.
5.-
La cultura dominante intenta evitar la politización de las clases subalternas, busca también escindir la economía de lo político, a la par que establece como momentos diferenciados conocimiento e interpretación por un lado y transformaciones por el otro. Por el contrario la intervención de la izquierda para ser efectiva requiere comprender que no hay tal escisión, tampoco dos momentos, sino que es un proceso único que no se da en abstracto, sino asentado en procesos reales. Estos procesos encierran también la contradicción entre la lucha sindical y el reivindicacionismo de los movimientos sociopolíticos-culturales, que finalmente resultan absorbidos o neutralizados por el capital y su Estado, y la confrontación de clase.

La experiencia nos indica que esas luchas no escapan a los límites del reivindicacionismo y corporativismo. Por el contrario solo la política logra que los sujetos sociales superen esos límites. Claro que una cosa es enunciarlo teóricamente y otra la acción práctica concreta. Hay una tensión recurrente entre estos dos términos de la ecuación, que no se resuelve en el marco de las conceptualizaciones teóricas sino en el campo experimental de la lucha concreta.



La lucha política, de los movimientos sociales - principalmente la Juventud del 15-M, Democracia Real, Ya, Lo llaman Democracia, pero no es, en general todos los Movimientos Ocupa, los desempleados,  los comunistas y socialistas - no parlamentarios - también asumen un conjunto de luchas políticas permanentes por recuperar la Democracia Moderna y el Estado de Bienestar.
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6.-
Con Marx sabemos que la economía es decisiva, pero solo en última instancia, por lo que la acción política aunque se referencie en el terreno de la economía y sus relaciones siempre mantiene cierto grado de autonomía. No comprender esto nos ha hecho caer en concepciones deterministas que han sido, y son, fuente de desviaciones oportunistas y economicistas, ideologistas y voluntaristas, que más de una vez hizo que en aras del desarrollo de las fuerzas productivas se abandonara toda concepción anticapitalista o que fracciones de la izquierda se lanzaran a una politización sin referencias de clase contenedoras. (5)

Entendemos que la acción política debe partir de reconocer la centralidad del trabajo en nuestra sociedad del capital. Lo que no implica en absoluto el simplismo del reduccionismo fabril, pero sí que es el anclaje que garantiza la independencia de clase, y a través del cual los sujetos sociales protagónicos toman conciencia de su protagonismo y del papel que juegan en las contradicciones de la sociedad. Precisamente es la politización la que permite elevar el nivel de conciencia y comprensión de los individuos elevándolos a la acción colectiva.
7.-

El nuevo escenario de la pos-convertibilidad, que algunos caracterizamos como neo-desarrollismo nos ha replanteado ese desafío. Desafío que se ha acentuado en los últimos años, más cuando como ya hemos dicho estamos frente a un gobierno que hace política cotidianamente, con todos sus actos y cualquiera fueran las circunstancias. La política fue el rasgo distintivo que presidió todos sus actos y acciones.

Hoy el neo-desarrollismo, surgido de las propias relaciones del neoliberalismo está encontrando allí sus propios límites. Y estos han comenzado a manifestarse con fuerza en el tercer período kirchnerista, se ha ingresado en una fase de estancamiento, tanto por las presiones de la crisis mundial como por propias contradicciones del modelo y limitaciones de clase del gobierno.
8.-
Se abren entonces nuevas oportunidades de intervención en la crisis, si somos capaces de ver los cambios que la misma conlleva y a condición de que sepamos diferenciar los límites orgánicos de aquellos ocasionales o momentáneos, también diferenciar como se ejerce la dominación en cada momento, si prima la coerción o el consenso. Para no caer en ultimatismos estériles es necesario distinguir los límites históricos de aquellos movimientos de coyuntura a los que el capital puede recurrir.

No pareciera posible volver a las altas tasas de crecimiento de la economía. No es solo el condicionamiento de la crisis mundial, la reindustrialización está trabada; el desarrollo por la vía de inversiones externas no parece tener viabilidad; la tasa de desocupación difícilmente baje mucho más, la recuperación salarial está estancada, la precarización es un nuevo precio de la economía. La pobreza se ha instalado con un piso no inferior al 20% de la población. En este contexto el extractivismo seguirá siendo el recurso al que recurrirá la burguesía, para sostener un crecimiento ramplom, o una recuperación, aunque de bases malsanas.



La juventud europea, hoy como ayer constituye y representa el motor central de la lucha permanente contra la crisis,  la pseudo-democracia llamada (bancocracia)  o las formas de gobierno financiero-político impuesta por los bancos, las corporaciones y mega-corporaciones en alianza con la Troika y los políticos farsantes y mentirosos que secuestraron la Gobernabilidad y la Democracia Moderna.
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9.-
En estas condiciones las reformas progresistas que buscan paliar la situación no encuentran demasiadas posibilidades. Lo que está planteando la crisis en ciernes es un programa de lo que llamamos reformas no reformistas. Se trata de reformas inscriptas en la lógica transicional. Claro está que en un período en que no está en juego el poder pero si cambiar la relación de fuerzas sociales y elevar el nivel de conciencia, para abrir nuevas posibilidades. Reformas que para sostenerse en el tiempo requieren de nuevas reformas que terminen cuestionando el orden establecido por el capital.

La política entonces no es solo la cuestión electoral, de la que soy partidario, como de hacer todos los esfuerzos y acuerdos necesarios para participar con las mayores posibilidades. No comparto la idea de abandonar el terreno donde dominan los dominadores. Pero es política también, y fundamentalmente, la acción de disputar políticas públicas para enfrentar los grandes problemas nacionales y también dar respuesta a las necesidades inmediatas de los trabajadores y los sectores populares, a condición que estas demandas las elevemos de su nivel reivindicatorio. (6)

En nuestra comprensión no se trata solo la disputa en el nivel estatal y de las instituciones del régimen, es también que las propuestas deben ir acompañadas de una convocatoria al más amplio protagonismo social, en términos de control de trabajadores y usuarios, y cuando cuadre de la comunidad misma. Y esto nos vuelve a plantear los términos de nuestra intervención en el movimiento social en su conjunto. Debemos interpelarlo con nuestras propuestas pero también estar dispuestos a escuchar e incorporar las demandas y cuestionamientos que de allí provengan. La democratización de todas las relaciones forma parte también del todo de esta política, porque se trata de cambiar la relación de fuerzas sociales y crear fuerza social impugnadora del orden capitalista existente.
10.-

Si quisiéramos sintetizar el desafío, se trata de la articulación del análisis de una situación económica dada con la acción política concreta y el protagonismo social que busca transformarla.
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* He dado una caracterización del kirchnerismo en “Economía y política en la administración kirchnerista”, Anuario EDI nº 5, Septiembre 2010 y en “10 años de kirchnerismo” entrevista Revista Sudestada nº 115, Diciembre 2012, por lo que no considero necesario abundar demasiado aquí.

Notas:

1) Capturando renta extraordinaria y recuperando para el Estado la administración de la seguridad social (único país en el mundo que la reestatizó); ampliando derechos (Ley de Medios, Matrimonio Igualitario, Voto voluntario a los 16, Muerte Digna, Identidad de Género, Fútbol para Todos…) ampliando la democracia anulando los indultos e impulsando los juicios a los genocidas; reestatizando algún sector cuando no le queda otra salida.

2) Por ejemplo la Ley Antiterrorista, las modificaciones a la de Riesgos del Trabajo, la judicialización de la protesta, la falta de aplicación de los artículos no judicializados de la Ley de Medios, trabas al proyecto de ley de acceso a la información; ciertos condicionamientos a la política partidaria, etc.

3) Con excepción de las FFAA que lo resolvió el menemismo. El reciente conflicto con gendarmes y prefectos, se parece más a los que tuvieron Correa y Chávez con las respectivas Guardias Nacionales, que a los viejos conflictos con las FFAA.

4) Es que hay continuidades y rupturas. El bloque de clases dominantes es el mismo que se consolidara en los ’90 pero hubo cambios en el orden interno de ese bloque, hoy lo preside el capital productivo. Si se comparan estáticamente la estructura del PBI y de las exportaciones entre 1998 (año más elevado de la convertibilidad) y el 2011 punto más punto menos no hay grandes modificaciones. Por el contrario si se analiza dinámicamente el ciclo expansivo 2003-2011 se comprueba que salvo en los primeros momentos es el sector industrial el que dinamiza el crecimiento de la economía. Esto ha tenido un impacto social no menor.

5) Por ejemplo ciertos posicionamientos de izquierda pro-K detrás de un movimiento nacional inexistente; ir detrás de la SR o declararse neutrales frente a una puja interburguesa cuando la crisis por la Resol. 125; adherir al concepto liberal de “libertad de prensa” en el debate por la Ley de Medios; cuando la reestatización parcial de YPF o la reforma de la Carta Orgánica del BCRA.

6) Es decir no se trata solo de luchar por una mejora del sistema ferroviario, sino de discutir qué papel tendría un ferrocarril estatal en el marco de un Programa Nacional de Transporte. No es solo bregar por la nacionalización total de YPF sino de proponer un Plan Energético Nacional; no es solo combatir la inflación con control de precios, sino de controlar los costos de producción y distribución de las formadoras de precios, estableciendo la razonabilidad en las tasas de ganancias y ajustar los salarios periódicamente de acuerdo a un índice de inflación real; frente a los límites en la creación de empleo hay que hacer cumplir la jornada legal de 8 horas, pero no hay otra salida efectiva que la reducción de la jornada laboral y el reaparto del trabajo existente. Una nueva ley de entidades financieras es necesaria pero la salida de fondo pasa como mínimo por la estatización de los depósitos en camino a la nacionalización del sistema financiero todo; Y un largo etcétera.
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lunes, 28 de enero de 2013

“Europa como proyecto se muere”. “Si fuese una empresa, España se encontraría quebrada”.

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Este grupo de filósofos, escritores, psicoanalistas y periodistas, entre los que se encuentran personalidades como Umberto Eco, Salman Rushdie, Fernando Savater, Bernard-Henri Levy, Claudio Magris o Julia Kristeva apela a la conciencia de los dirigentes para que no se empañe el sueño de la unidad europea surgido luego de la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, los intelectuales anotan que “esta Europa como voluntad y representación, como quimera y como obra, esta Europa que pusieron en pie nuestros padres, esta Europa que supo tornarse una idea nueva, que fue capaz de aportar a los pueblos que acababan de salir de la Segunda Guerra Mundial una paz, una prosperidad y una difusión de la democracia inéditas, pero que, ante nuestros propios ojos, está deshaciéndose una vez más”. En términos de producto interno bruto, PIB, Europa es sin dudas la potencia económica más grande que existe. Pero ello no basta porque, para los autores del manifiesto, esa potencia económica se ha tragado la idea de Europa y el Viejo Continente soñado por sus padres fundadores se está “deshaciendo en Atenas, una de sus cunas, en medio de la indiferencia y el cinismo de sus naciones hermanas”.
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En un escenario marcado por esta falta de voluntad política para impulsar una reestructuración de la deuda, ¿cómo evalúa la posición de la izquierda española respecto de esta decisión? El gobierno está comprometido con un discurso absolutamente ortodoxo: las deudas hay que “honrarlas”. Esa palabra tiene una carga simbólica importante. Yo creo que la izquierda no ha terminado de asumir que el proyecto de la Eurozona y el euro no es un proyecto que la izquierda pueda defender en estos momentos, bajo ninguna perspectiva. Durante todo el proceso de Maastricht y la creación de la Eurozona, la ofensiva de la izquierda fue: “Esto va a ser la Europa del capital”. Y hoy, esto es la Europa del capital. Ahora nos encontramos con que tenemos una Europa completamente controlada por el capital, que se ha convertido en un espacio de rentabilización de los capitales periféricos y centrales, aunque más centrales que periféricos. La izquierda va transitando entre la incredulidad de no tener ningún tipo de discurso frente a esto –no termina de entenderlo y no termina de asumirlo– y plantear, en algunos casos, una respuesta socialdemócrata keynesiana. ¿Cuál es esa respuesta, concretamente? La izquierda dice: “Podemos quedarnos dentro (de la Eurozona) pero articulando políticas fiscales diferentes, sobre las que tengamos soberanía”. Lo cual es absolutamente imposible desde el momento en que tienes unas reglas cada vez más cerradas y con menos margen para el poder de hacer política a nivel de toda Europa. Menos margen de discrecionalidad para los gobiernos nacionales.
Una decantación entre países poderosos, con estructuras económicas sólidas, y países débiles, cuya debilidad se incrementó dentro de la Unión Europea. Por mucho que entráramos y compartiéramos una moneda común, nuestras empresas no iban a ser tan competitivas como lo eran las alemanas. A España le quedaba especializarse en lo que fuese competitiva: en el turismo, en la cerveza fría y en tener playas, y algunas cosas más. De hecho, gran parte de la burbuja inmobiliaria se explica por las expectativas que tienen los constructores y el gobierno español sobre el turismo y, sobre todo, el turismo residencial. Es decir...Es decir que los del Norte no son extranjeros sino que vienen a vivir sus últimos años en el Sur, a gastarse sus jubilaciones y vivir en un lugar con más sol. Eso va unido a los inmigrantes y su mano de obra y a la locura especulativa de comprar hoy para vender mañana mucho más caro... lo que necesitas para recuperar tu economía es volver a diversificar tu estructura productiva. Evidentemente, todos los productos del exterior se van a volver mucho más caros, pero también habrá que producir dentro cosas que ya no se podrán comprar fuera, o se generará una demanda dentro para productos del interior que van a ser más competitivos en precio aunque no en calidad, respecto de los del exterior. No todos llevaremos autos Mercedes-Benz, pero tendremos que acostumbrarnos a ir con un coche más modesto y local. Eso te permite hacer una economía... desde la perspectiva de la izquierda se convierte en positivo por la recuperación de la soberanía económica y de la economía autocentrada. Salir de esta lógica loca de la globalización donde todos los bienes vienen desde muy lejos y, al mismo tiempo, se desmantelan empresas locales que producen lo mismo, pero un poco más caro.
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Presidentes o Primer Ministro o Canciller: ¿Quienes realmente son los culpables directos de crisis estructural, multidimensional, que actualmente esta "demoliendo" el sistema europeo?.
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“Europa como proyecto se muere”.
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Un importante grupo de intelectuales advierte sobre la extinción del sueño de unidad del viejo continente.
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Modelo de integración y de paz para muchas democracias del mundo, Europa se escapa por varias venas, entre ellas Grecia. Esto aparece en el manifiesto adscrito por personalidades como Umberto Eco, Salman Rushdie y Bernard-Henri Levy.

Por Eduardo Febbro

Desde París. Página /12 Lunes 28 de enero del 2013.
“La unidad de Europa era el sueño de unos pocos. Se volvió una esperanza para muchos. Hoy es una necesidad para todos nosotros”. La frase del ex canciller alemán Konrad Adenauer tiene un lugar en la historia. Fue pronunciada diez años antes de que Francia y Alemania firmaran, el 22 de enero de 1963, el tratado de cooperación franco alemán conocido como el “Tratado del Elíseo”. Ese texto marca un paso definitivo hacia la reconciliación entre París y Berlín y reforzó la construcción europea. Transcurrieron exactamente 50 años y ese “sueño” y esa “necesidad” están hoy en pleno marasmo. Europa se va a pique. Eso es precisamente lo que constata un grupo importante de intelectuales europeos que publicaron un manifiesto cuyos tres primeros párrafos dan cuenta de la orfandad que amenaza al Viejo Continente: “Europa no está en crisis, está muriéndose. No Europa como territorio, naturalmente. Sino Europa como Idea. Europa como sueño y como proyecto”.
Este grupo de filósofos, escritores, psicoanalistas y periodistas, entre los que se encuentran personalidades como Umberto Eco, Salman Rushdie, Fernando Savater, Bernard-Henri Levy, Claudio Magris o Julia Kristeva apela a la conciencia de los dirigentes para que no se empañe el sueño de la unidad europea surgido luego de la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, los intelectuales anotan que “esta Europa como voluntad y representación, como quimera y como obra, esta Europa que pusieron en pie nuestros padres, esta Europa que supo tornarse una idea nueva, que fue capaz de aportar a los pueblos que acababan de salir de la Segunda Guerra Mundial una paz, una prosperidad y una difusión de la democracia inéditas, pero que, ante nuestros propios ojos, está deshaciéndose una vez más”. En términos de producto interno bruto, PIB, Europa es sin dudas la potencia económica más grande que existe. Pero ello no basta porque, para los autores del manifiesto, esa potencia económica se ha tragado la idea de Europa y el Viejo Continente soñado por sus padres fundadores se está “deshaciendo en Atenas, una de sus cunas, en medio de la indiferencia y el cinismo de sus naciones hermanas”.
Modelo de integración y de paz para muchas democracias del mundo, Europa se muere por varias venas, empezando por uno de sus pilares, es decir, Grecia: “Da la impresión de que los herederos de aquellos grandes europeos, mientras los helenos libran una nueva batalla contra otra forma de decadencia y sujeción, no tienen nada mejor que hacer que retarlos, estigmatizarlos, pisotearlos y, desde el plan de rigor impuesto hasta el programa de austeridad que se les conmina a seguir, se los despoja del principio de soberanía que, hace tanto tiempo, inventaron ellos mismos”. Ese diagnóstico es igualmente válido para Italia, país donde se inventó la “distinción entre la ley y el derecho, entre el hombre y el ciudadano”, país “al origen del modelo democrático que tanto aportó”, y, hoy, está “enfermo de un “berlusconismo que no acaba de terminar”. Enfermedad crucial que envuelve también al ideal europeo y que hace de Italia “el enfermo del continente. ¡Qué miseria! ¡Qué ridículo!”. El llamado de estos intelectuales del Viejo Mundo es tan dramático como lúcido. En su breve y apasionada demostración, el texto se sumerge en la gran miseria europea contemporánea: miseria moral, ética, miseria de la solidaridad, miseria de los ideales que los europeos propulsaron por el mundo.
De allí que el manifiesto insista en que Europa se deshoja en todas partes: “De este a oeste, de norte a sur, con el ascenso de los populismos, los chauvinismos, las ideologías de exclusión y odio que Europa tenía precisamente como misión marginar, enfriar, y que vuelven vergonzosamente a levantar la cabeza. ¡Qué lejos está la época en la que, por las calles de Francia, en solidaridad con un estudiante insultado por el responsable de un partido de memoria tan escasa como sus ideas, se cantaba ‘todos somos judíos alemanes’! ¡Qué lejanos parecen hoy los movimientos solidarios, en Londres, Berlín, Roma, París, con los disidentes de aquella otra Europa que Milan Kundera llamaba la Europa cautiva y que parecía el corazón del continente! Y en cuanto a la pequeña internacional de espíritus libres que luchaban, hace 20 años, por esa alma europea que encarnaba Sarajevo, bajo las bombas y presa de una despiadada ‘limpieza étnica’, ¿dónde está? ¿Por qué ya no se la oye?”.
Sueño y realidad a la que, de pronto, millones de individuos se despiertan sacudidos por la crisis del euro, “esa moneda única abstracta, flotante porque no está endosada a la economía, a los recursos, a la fiscalidad convergente”. El horizonte que diseñan los firmantes del manifiesto para volver a darle cuerpo al sueño europeo es la unión política del Viejo Continente, sin la cual no habrá vida posible: “El teorema es implacable. Sin federación no hay moneda que se sostenga. Sin unidad política, la moneda dura unos cuantos decenios y después, aprovechando una guerra o una crisis, se disuelve”. El llamado que apareció este fin de semana plantea un paradigma curioso: “Antes se decía: socialismo o barbarie. Hoy hay que decir: unión política o barbarie. Mejor dicho: federalismo o explosión y, en la locura de la explosión, regresión social, precariedad, desempleo disparado, miseria. Mejor dicho: o Europa da un paso más, y decisivo, hacia la integración política, o sale de la Historia y se sume en el caos. Ya no queda otra opción: o la unión política o la muerte”. La carrera vertiginosa hacia ese fin de Europa ya ha comenzado, dicen los autores, y si no se toman las medidas adecuadas y no simples maquillajes ya nada la detendrá: “Europa saldrá de la Historia. De una u otra forma, si no se hace algo, desaparecerá. Esto ha dejado de ser una hipótesis, un vago temor, un trapo rojo que se agita ante los europeos recalcitrantes. Es una certeza. Un horizonte insuperable y fatal. Todo lo demás –trucos de magia de unos, pequeños acuerdos de otros, fondos de solidaridad por aquí, bancos de estabilización por allá– solo sirve para retrasar el fin y entretener al moribundo con la ilusión de una prórroga”.
¿Serán escuchados estos herederos del pensamiento crítico que aún parece conservar esa dimensión tan europea que consiste en nunca perder la capacidad crítica frente al comportamiento de los Estados? Apostar por ello sería otro sueño: entre socialdemócratas que diseñan políticas liberales, socialistas arrodillados ante las grandes corporaciones y capaces de volver a servir la bandeja de la “guerra contra el terrorismo islamista” para justificar intervenciones militares en otros países –Mali–, mientras la gente muere como moscas en Siria, entre gobiernos liberales azotados por niveles de payasismo y corrupción dignos de películas cómicas, no se ve por dónde puede aparecer alguien capaz de encarnar el gran sueño europeo. A menos que quienes lo fomentaron se levanten de sus tumbas.
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“Si fuese una empresa, España se encontraría quebrada”.

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Alberto Montero Soler explica su visión alternativa dela crisis europea.

Docente e investigador en Economía Aplicada en la Universidad de Málaga, el economista andaluz propone aplicar “la lógica de la austeridad a la deuda pública”. En esta entrevista, asegura que España debería salir del euro y explica por qué existe la decisión política de no hacerlo. Europa, la posición de Alemania y los procesos “prorrecesivos”.

Por Natalia Aruguete.
Página /12 Lunes 28 de enero del 2013.
–¿Por qué usted plantea que España es un país “quebrado”?
–Porque el volumen de sus pasivos, sus deudas, son superiores a sus activos. Si fuese una empresa, España se encontraría quebrada. El volumen de deuda que han contraído los particulares, las empresas, los hogares y el sistema financiero, sumado a la que ahora está contrayendo el sector público, en un contexto marcado por sus problemas de déficit fiscal, hace que sea absolutamente imposible pagar la deuda.
–¿Qué decisiones debería tomar el gobierno de España?
–Reestructurar la deuda, no sólo alargando los plazos, cambiando los tipos de interés y estableciendo un período de carencia, sino además haciendo una quita. Gran parte de esa deuda debe ser asumida por los acreedores que prestaron el dinero y que no evaluaron correctamente parte del riesgo en el que estaban incurriendo al prestar globalmente tal volumen de crédito. Aunque cada acreedor individualmente hubiera tomado una postura cuidadosa, el resultado global es una adjudicación de endeudamiento imposible de atender.
–¿Cree que hay voluntad política para llevar a cabo esa iniciativa?
–No, ninguna. Esto es la América latina de finales de los ’80 y principios de los ’90. Se trata de que los acreedores expriman a los deudores hasta que no puedan más. Y en ese momento, pasar a plantear lo que ya se sabe.
–¿Qué es lo que ya se sabe?
–Que no vamos a poder pagar la deuda, entonces; ¿para qué tanto ajuste, tanto sacrificio, si va a llegar un momento en que esta solución se va a tener que plantear? ¿Por qué tanto dolor sobre los pueblos, sobre la sociedad, cuando la solución al final es una? No se puede pagar la deuda.
–Hay países que han impulsado una reestructuración de su deuda, aunque con diferencias. Argentina es un caso, Grecia es otro. ¿Qué análisis hace de esas decisiones?
–Ninguna crisis financiera de esta naturaleza se ha resuelto nunca –cuando existe tamaño endeudamiento– sin un proceso de reestructuración de la deuda. Lo primero que debemos tener en claro es que existen precedentes que muestran que la solución pasa siempre por esa vía. Los acreedores pierden una parte, los inversores pierden otra, se establece un compromiso de pagos que sea asumible por una parte y que no perjudique a la otra. Cuanto antes se produce esa reestructuración entre acreedores y deudores, menos sufren los pueblos. Cuando ya no se puede sacar más agua de las piedras, la reestructuración empieza a aparecer en la agenda política.
–En un escenario marcado por esta falta de voluntad política para impulsar una reestructuración de la deuda, ¿cómo evalúa la posición de la izquierda española respecto de esta decisión?
–El gobierno está comprometido con un discurso absolutamente ortodoxo: las deudas hay que “honrarlas”. Esa palabra tiene una carga simbólica importante. Yo creo que la izquierda no ha terminado de asumir que el proyecto de la Eurozona y el euro no es un proyecto que la izquierda pueda defender en estos momentos, bajo ninguna perspectiva. Durante todo el proceso de Maastricht y la creación de la Eurozona, la ofensiva de la izquierda fue: “Esto va a ser la Europa del capital”. Y hoy, esto es la Europa del capital. Ahora nos encontramos con que tenemos una Europa completamente controlada por el capital, que se ha convertido en un espacio de rentabilización de los capitales periféricos y centrales, aunque más centrales que periféricos. La izquierda va transitando entre la incredulidad de no tener ningún tipo de discurso frente a esto –no termina de entenderlo y no termina de asumirlo– y plantear, en algunos casos, una respuesta socialdemócrata keynesiana.
–¿Cuál es esa respuesta, concretamente?
–La izquierda dice: “Podemos quedarnos dentro (de la Eurozona) pero articulando políticas fiscales diferentes, sobre las que tengamos soberanía”. Lo cual es absolutamente imposible desde el momento en que tienes unas reglas cada vez más cerradas y con menos margen para el poder de hacer política a nivel de toda Europa. Menos margen de discrecionalidad para los gobiernos nacionales.
–¿Usted cree que los gobiernos deberían contar con mayor discrecionalidad?
–Claro, absolutamente. Si no ¿para qué elijo un gobierno? Si tengo reglas que me dicen cómo dividir el presupuesto, entonces ya no puedo hacer política a partir del presupuesto. Una segunda cuestión que yo creo es que le tienen mucho miedo.
–¿Por qué?
–Se ha planteado abiertamente, en algunos encuentros, la ruptura con el euro. Temen que eso pueda producir una debacle en la economía, que efectivamente puede ocurrir, o un descenso en el nivel de vida de los ciudadanos, que efectivamente se va a producir. Pero nada garantiza que dentro del euro no vaya a seguir produciéndose. El caso griego es claro. En los últimos años, Grecia ha perdido el 25 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB). Es un ajuste sobre la economía brutal en apenas tres o cuatro años. España está perdiendo en torno del 4 y el 5 por ciento de su PIB.
–Dada la inviabilidad de seguir en el euro, que usted sugiere, ¿qué beneficios podría traer para España salir del euro, en términos de soberanía política y económica, por ejemplo?
–Absoluto. Salir del euro no implica salir de la Unión Europea, que es uno de los primeros errores que se plantean. De hecho, inteligentemente, ni Suecia ni Dinamarca ni el Reino Unido entraron en el euro. Y si vemos la evolución de sus variables, todas las variables macroeconómicas relevantes para los grandes mecanismos internacionales (inflación, desempleo, déficit público, deuda pública), todas en promedio, a lo largo de los diez años de vida del euro, son mejores fuera de la Eurozona que dentro. Eso con datos de la propia Comisión Europea. En segundo lugar, tenemos un discurso muy poco movilizador.
–¿Por qué?
–Porque no le podemos decir a la gente: “Mira, para que vaya todo mejor de la noche a la mañana, tus niveles de vida deben caer”. La gente se encuentra en esa situación, que Naomi Klein denomina “estado de shock”. Cada viernes que tenemos una comunicación de los ministros es para informar sobre un recorte en los derechos sociales, las libertades y los niveles de vida. Pero como lo va asumiendo con cuentagotas, al final no se da cuenta de que eso es una merma muy importante de sus condiciones de vida.


–¿Qué efectos positivos tendría salir del euro?
–En principio, recuperar la soberanía y la moneda. Eso es básico, porque permite no estar tan dependientes de los Estados a la hora de la financiación y que ellos no sean los que marquen la política, sino que haya un resorte del Banco Central que diga: “Vale, si usted no me compra la deuda del Tesoro, me la va a comprar el Banco Central y luego veremos cómo hacemos”. Tienes las posibilidades de recuperar tu economía. La economía española se ha desmantelado en los últimos diez años orientándose hacia los sectores claves: por un lado, en la construcción ya hemos visto el resultado de una burbuja inmobiliaria que ha provocado una caída tremenda del PIB y un incremento del desempleo muy importante. Por otro lado, el sector servicios. Dentro de la Eurozona se preveía desde un principio que lo que iba a haber era una especialización internacional del trabajo.
–Una decantación entre países poderosos, con estructuras económicas sólidas, y países débiles, cuya debilidad se incrementó dentro de la Unión Europea.
–Por mucho que entráramos y compartiéramos una moneda común, nuestras empresas no iban a ser tan competitivas como lo eran las alemanas. A España le quedaba especializarse en lo que fuese competitiva: en el turismo, en la cerveza fría y en tener playas, y algunas cosas más. De hecho, gran parte de la burbuja inmobiliaria se explica por las expectativas que tienen los constructores y el gobierno español sobre el turismo y, sobre todo, el turismo residencial.
–Es decir...
–Es decir que los del Norte no son extranjeros sino que vienen a vivir sus últimos años en el Sur, a gastarse sus jubilaciones y vivir en un lugar con más sol. Eso va unido a los inmigrantes y su mano de obra y a la locura especulativa de comprar hoy para vender mañana mucho más caro... lo que necesitas para recuperar tu economía es volver a diversificar tu estructura productiva. Evidentemente, todos los productos del exterior se van a volver mucho más caros, pero también habrá que producir dentro cosas que ya no se podrán comprar fuera, o se generará una demanda dentro para productos del interior que van a ser más competitivos en precio aunque no en calidad, respecto de los del exterior. No todos llevaremos autos Mercedes-Benz, pero tendremos que acostumbrarnos a ir con un coche más modesto y local. Eso te permite hacer una economía... desde la perspectiva de la izquierda se convierte en positivo por la recuperación de la soberanía económica y de la economía autocentrada. Salir de esta lógica loca de la globalización donde todos los bienes vienen desde muy lejos y, al mismo tiempo, se desmantelan empresas locales que producen lo mismo, pero un poco más caro.


–Si la moneda común no beneficia a los países periféricos, ¿en qué beneficia a los países centrales?
–A Alemania la ha beneficiado porque ha tenido un tipo de interés depreciado respecto del que tendría con el marco. El tipo de cambio está marcado por la dinámica económica interior de la Eurozona y no sólo por la demanda externa de productos alemanes, por eso el tipo de cambio del euro en estos diez años ha sido más bajo que el que habría debido tener el marco si Alemania hubiera adoptado una moneda propia. Esto se da como consecuencia de que su demanda externa es muy grande y eso revaloriza su moneda. De manera que, de entrada, Alemania se ha beneficiado con un tipo de cambio depreciado respecto del tipo de cambio de equilibrio de su economía. En segundo lugar, le ha permitido abrir un mercado enorme, gracias al cual ha desaparecido uno de los riesgos centrales: el riesgo de cambio.
–¿Por qué?
–Porque los países no pueden devaluar su moneda para hacer frente a la competitividad alemana. Entonces, al apoyar ese proceso de construcción europea, Alemania se garantizaba un mercado donde sus competidores iban a estar en desigualdad de condiciones por la menor competitividad de sus industrias. Pero sobre todo, porque no contarían con el resorte necesario para reequilibrar las condiciones comerciales, ya que perdieron el mecanismo del tipo de cambio. Eso favoreció a Alemania, que sustituyó su demanda interna –que ha sido tradicionalmente débil– por una demanda externa, con exportaciones mucho más potente frente a la que no cabía posibilidad de competencia, ni por la vía de la competitividad ni por la vía de los tipos de cambio. Y que, al mismo tiempo, le generaba un superávit comercial que “enjuagaba” financiando la compra de sus productos a los países periféricos. Es decir que no sólo era un beneficio para el sector industrial alemán sino también para el sector financiero alemán, ya que no iba a poder canalizar la cantidad de recursos que estaban teniendo por la vía del superávit comercial, y lo “enjuagaban” hacia el exterior.
–En la actualidad, con países “quebrados” como España y Grecia, ¿le sigue siendo útil a Alemania que estos países sigan en la Eurozona?
–Mientras sigan honrando sus deudas, evidentemente sí. Entre otras cosas, porque la situación de su sistema financiero, tanto de las cajas como de los bancos, es muy delicada. Por ejemplo, si un banco español grande decidiera que las cédulas hipotecarias que ha vendido a los bancos alemanes bajo soberanía española valen cero, quiebra todo el sistema financiero alemán. A Alemania le interesa que se “enjuague” el interior de todo el sistema bancario español para evitar que llegue a su sistema, que ya tiene el virus aunque le falta para que la enfermedad se desarrolle.



–¿Cuáles son las consecuencias de que el ajuste que se está llevando a cabo en países periféricos de la Unión Europea represente un porcentaje tan alto del PBI?
–Los programas de ajuste duros, blandos y moderados que están aplicando los países periféricos más Bélgica, Holanda y Francia afectan más del 60 por ciento de la economía europea. Es decir que tenemos dos tercios de la economía europea con políticas prorrecesivas, que no estimulan el crecimiento. Sólo queda un tercio de la economía europea tratando de tirar de toda la locomotora europea. En economías como la española, el déficit por cuenta corriente no se está resolviendo porque estemos exportando más –aunque un poco más estamos exportando–, sino porque la actividad económica interna está prácticamente en estado de encefalograma... con lo que las importaciones caen brutalmente. Lo que se estaba importando de Alemania, Holanda u otros sitios ya no se importa porque no hay actividad productiva. Esto genera que los dos tercios de la Eurozona profundicen la crisis y necesariamente terminen arrastrando a todas las economías, porque estamos todas conectadas en un mismo proyecto pero sin los instrumentos que nos permitirían compensar los desequilibrios de una y de otra.
–¿Cree que la insistencia en políticas “prorrecesivas” parte de una convicción de los gobernantes o en realidad hay otros intereses a nivel de la Unión Europea que impiden –más o menos explícitamente– modificar el sentido de estas políticas?
–Yo no creo que la austeridad tenga motivos políticos, me parecería grave encontrarme a mí mismo pensando que las políticas del Norte son para castigar nuestro “excesivo gusto por la fiesta” (el feriado) frente a su ética protestante y calvinista del trabajo, por decirlo de alguna manera. Creo que la austeridad se impone como un mecanismo para cumplir dos objetivos encubiertos. El primero es que, al aplicar programas de austeridad donde se va imponiendo progresivamente la privatización de lo público, hay capitales privados que encuentran en la privatización de esos servicios públicos un nicho de rentabilidad en un entorno en el que las tasas del capital en Europa están cayendo de forma importante. En el desmantelamiento del Estado de Bienestar –jubilación, educación y pensiones– encuentran una fuente de rentabilidad. Y eso ayuda a que los planes de austeridad se llamen “privatización”. Porque lo que se privatiza son los bloques rentables, nadie compraría una empresa pública quebrada, ésa te la quedas y ves qué haces con los trabajadores.
–¿Por qué en España finalmente decidieron no privatizar el servicio de agua?
–No es que (esa decisión) haya sido una victoria de la movilización popular, sino que no encontraron a nadie que lo viera rentable. Sólo se privatizan educación, sanidad, prevenciones y aeropuertos. El segundo objetivo encubierto es que las políticas de austeridad están orientadas a... por ejemplo, la reforma del artículo 135 de la Constitución es un claro ejemplo.
–¿En qué sentido?
–En el sentido de que se nos dice: “El Estado puede hacer con los presupuestos lo que les dé la gana, pero lo primero es pagar los intereses de la deuda”. Es una política orientada a desmantelar el área del Estado de Bienestar social y mantener, al mismo tiempo, los pagos de los intereses y la deuda. En los presupuestos generales del Estado de este año se destina más presupuesto al pago de los intereses de la deuda que al pago de funcionarios públicos. No se imponen políticas de austeridad para decir: “Vamos a establecer un tope al pago de la deuda porque entendemos que eso supone una transferencia de renta desde los ingresos de los ciudadanos hacia el sector financiero”. La austeridad se impone siempre sobre determinadas partidas y no sobre otras.
–¿Como cuáles?
–Por ejemplo, sobre las pensiones tenemos una ofensiva, con el argumento de que “la sociedad española está envejeciendo y por tanto hay que reformar el sistema de pensiones porque es insostenible”. Y uno piensa: como el ingreso de las pensiones depende de los ingresos de las cotizaciones de la seguridad social de los trabajadores, por un lado, y de la partida de gastos de los pensionistas, por el otro; y si hay mucho desempleo y las cotizaciones bajan y, al mismo tiempo se sigue manteniendo la tendencia de la jubilación, pues claro, hay que corregir esto porque hay un desequilibrio presupuestario. Entonces uno cree que es razonable. Pero cuando se miran otras partidas presupuestarias, como el ejército, allí no hay cálculo de ingreso y beneficio, porque se plantea que hay que tener un ejército y lo tenemos que pagar entre todos, sea el gasto que fuere. Es una lógica perversa que aplicamos en función del resultado que queremos tener, porque la lógica de la austeridad también podríamos llevarla a la partida de deuda pública.
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