viernes, 12 de octubre de 2012

EUROPA es un volcán. Islandia crece y rechaza las políticas de austeridad.

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En diciembre del 2011,: expresamos sobre la situación económico, social y política de Islandia; La presión popular ha provocado grandes cambios en el país. Es el “nuevo” poder de la sociedad civil emergente La gran mayoría de la población occidental sueña desde 2008 con decir “no” a los bancos, pero nadie se ha atrevido a hacerlo. Nadie, salvo los islandeses, que han llevado a cabo una revolución pacífica que ha conseguido no sólo tumbar un gobierno y redactar una nueva constitución, sino encarcelar a los responsables de la debacle económica del país. La semana pasada fueron detenidas 9 personas en Londres y en Reikiavik (capital de Islandia) por sus responsabilidad en el colapso financiero de Islandia en 2008, una profunda crisis que devino en una reacción ciudadana sin precedentes que cambió el rumbo del país. Ha sido la revolución sin armas de Islandia, el país que acoge a la democracia más antigua del mundo (desde el año 930), y cuyos ciudadanos han logrado cambiar a base de manifestaciones y caceroladas. ¿Y por qué el resto de los países occidentales ni siquiera se ha enterado? .


§  Islandia,  la "democracia más antigua", tiene apenas 300.000 habitantes y el 60% de ellos vive en su capital, Reykjavík, que es la capital más nórdica del mundo y significa “La bahía del humo”.
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Mientras en Abril del 2012, decíamos sobre Islandia: La presión popular ha provocado grandes cambios en el país. Es el “nuevo” poder de la sociedad civil emergente La gran mayoría de la población occidental sueña desde 2008 con decir “no” a los bancos, pero nadie se ha atrevido a hacerlo. Nadie, salvo los islandeses, que han llevado a cabo una revolución pacífica que ha conseguido no sólo tumbar un gobierno y redactar una nueva constitución, sino encarcelar a los responsables de la debacle económica del país. La semana pasada fueron detenidas 9 personas en Londres y en Reikiavik (capital de Islandia) por su responsabilidad en el colapso financiero de Islandia en 2008, una profunda crisis que devino en una reacción ciudadana sin precedentes que cambió el rumbo del país. Ha sido la revolución sin armas de Islandia, el país que acoge a la democracia más antigua del mundo (desde el año 930), y cuyos ciudadanos han logrado cambiar a base de manifestaciones y caceroladas. ¿Y por qué el resto de los países occidentales ni siquiera se ha enterado? .

Islandia es un país de poco más de 300.000 habitantes. No tiene ejército. Su Gobierno - según se manifiesta - representa la "Democracia más antigua" desde el año 930. Y, sin embargo, derrotó a los centros financieros más importantes del mundo a base de su firmeza y voluntad popular. En las ligas de riqueza que periódicamente se publican, Islandia aparecía como uno de los países más ricos del mundo, ya que su PIB per cápita era de los más elevados. Y todo ello se atribuía a la enorme desregulación de la banca, permitiéndole a ésta lo que quisiera, sin ningún tipo de regulaciones, frenos o inhibiciones. Islandia era el paraíso del neoliberalismo. Las políticas del gobierno islandés estaban orientadas a facilitar y dar la bienvenida al capital financiero de otros países, como Gran Bretaña y Holanda. Ello condujo a una situación en la que todo el mundo se endeudó, incluyendo el Estado. La deuda pública pasó de ser 200 veces el PIB del país en 2003 a 900 veces en 2008. Todo parecía ir sobre ruedas hasta que estalló la crisis financiera europea. Entonces, la economía islandesa colapsó. Los tres bancos más importantes de Islandia, Landbanski, Kaupthing y Glitnir fueron nacionalizados. Y su moneda se desmoronó. Su valor descendió un 85% respecto al euro.
Este desastre financiero fue el origen de una revolución popular que cambió el rumbo del país, hasta entonces gobernadas por elites familiares que habían controlado el poder financiero y político del país. Tal revolución popular recuperó su soberanía perdida. El gobierno, respondiendo al colapso, había negociado un préstamo de 3.500 millones de euros de varias fuentes y países. Pero como condición, tanto el FMI como la Unión Europea quisieron imponer unas condiciones draconianas a la población islandesa, tal como está ocurriendo en Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia. Entre estas condiciones estaba una que exigía que cada ciudadano en Islandia pagara el equivalente a 100 euros al mes durante los próximos quince años a fin de pagar la deuda debida a tales bancos. Esta demanda fue la que sacó a la población a la calle, y así comenzó la revolución islandesa. La idea de que la ciudadanía tenía que pagar el desastre creado como consecuencia del comportamiento irresponsable de la banca, que contó con la complicidad del Estado, fue más de lo que la gente podía tolerar. (La crisis del capitalismo y cárcel para sus gobernantes en Islandia. Diciembre del 2011.) Como siempre los responsables directos fueron y siguen siendo la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Hoy intentan “lavarse sus manos” sucias manchadas de corrupción, avaricia y traición a su soberanía.
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La situación económico-social y política de la zona-euro, Unión Europea,  representa hoy la realidad de un Volcán que está estallando por zonas -.España, Grecia, Portugal, Irlanda, etc - Con la profundización y extensión de la crisis estructural y el fracaso de las políticas de austeridad, en los próximos días o semanas se espera la GRAN EXPLOSIÓN de todo el sistema que hoy es un  salvaje y brutal desastre.
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EUROPA  es un volcán. Islandia crece y rechaza las políticas de austeridad.
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Miércoles 10 de octubre del 2012.
Juan Diego García (especial para ARGENPRESS.info)

En el contexto de la actual crisis mundial, al desconcierto inicial de la ciudadanía en el Viejo Continente ha seguido la indignación, y ante la falta de soluciones y un horizonte cargado de los peores augurios, se produce ahora la movilización masiva de las clases laboriosas. Las exigencias apuntan a la reforma drástica del actual modelo de capitalismo (neoliberal) sin que falten quienes señalan la necesidad de desmantelar por completo el mismo sistema y crear sobre sus escombros un orden social diferente.

Probablemente sean mayoritarios quienes proponen tan solo un capitalismo reformado, sometido al control público, semejante al que propiciara el pacto capital-trabajo fundamento del modelo europeo de capitalismo que ha traído a la población una estabilidad económica y social y un bienestar material inéditos. Es general el sentimiento de rechazo a las políticas de “americanización” de Europa, es decir a la implantación de un modelo de sociedad similar al de Estados Unidos. Además, para algunos de estos países (sobre todo del sur del continente) la estrategia neoliberal significa casi homologarlos ya no a los Estados Unidos sino a algún país de América Latina.

Las propuestas revolucionarias de “otro mundo posible y necesario” son ciertamente muy racionales pero aún no alcanzan un respaldo social suficiente. Desmantelar el capitalismo, resolver con otra lógica la cuestión de la producción y el consumo, buscar un equilibrio indispensable con el medio natural y en general superar el beneficio (de la empresa) como el motivo último de la actividad humana constituyen una propuesta que si bien suscriben destacados grupos de activistas sociales y reconocidas autoridades académicas aún no cuenta con el respaldo masivo necesario para imponer las soluciones con la urgencia que la situación exige.

En realidad, y a pesar de la indignación ciudadana que llena a diario plazas y calles, la oposición social no se traduce aún en la organización eficaz y en la capacidad política necesarias para materializar sus exigencias con medidas concretas de cambio. En general la gente mantiene su confianza en el sistema de representación burgués aunque no ahorre críticas muy duras a su funcionamiento y a la corrupción de la llamada “clase política”. Si bien la ciudadanía indignada solicita a los gobiernos que rectifiquen el rumbo, crece el convencimiento de estar llamando a la puerta equivocada. Se empieza a generalizar la sensación de lo inútil que resulta pedir soluciones precisamente a los principales responsables del estropicio.

Una buena parte de estos indignados, votantes tradicionales de los partidos de centro-izquierda (sobre todo socialistas y socialdemócratas) y militantes disciplinados de los sindicatos mayoritarios espera una rectificación del rumbo que ha llevado a estos partidos y sindicatos a una oposición tibia o en el peor de los casos a suscribir el programa neoliberal, abandonando por completo el ideario de oposición al sistema y hasta su misma intención reformista. Por su parte, los bases populares conservadoras (que las hay y no son pocas) se muestran igualmente desconcertadas ante unos gobernantes que proceden con programas contrarios a los consignados en el compromiso electoral. Además, se anula de hecho la legitimidad a las instituciones parlamentarias cuando las decisiones se toman en instancias que nadie ha elegido y en las cuales predominan claramente los banqueros. ¿En qué queda la democracia si en lugar de “una persona, un voto” vale ahora el principio “un euro, un voto”? La troika del BCE, el FMI y la Comisión Europea proceden como un club mafioso cuyo objetivo principal es asegurar el pago a los bancos alemanes y franceses aunque se hunda el Estado del Bienestar. Esto y no otra cosa se esconde tras las drásticas políticas de recorte.

Crece el número de quienes abandonan las filas de los partidos tradicionales buscando salidas nuevas. En algunos países del Viejo Continente existen ya partidos y movimientos fuertes a la izquierda de la socialdemocracia tradicional; mientras, en las filas de la derecha social se produce el surgimiento de diversas formas de un nuevo fascismo que gana espacios electorales cada día que pasa (ya hay “tea party” en Europa, además de bandas de matones y “cabeza rapadas”).

Los gobiernos minimizan o ignoran la protesta, o sencillamente la reprimen desbordando muchas veces el mismo marco constitucional. Es cada vez más común criminalizar la protesta infiltrando provocadores y creando incidentes que justifican luego la represión y el recorte de derechos. Se intenta restringir el espacio legal de la protesta convirtiendo en delito algo que siempre fue principio consagrado; proliferan peligrosamente las iniciativas jurídicas contra el “terrorismo” y otras medidas similares que disminuyen sistemáticamente los derechos colectivos y personales.

La actitud de muchos gobiernos, esperando que el movimiento de protesta se agote y que la indignación ciudadana se calme no está dando resultados. La protesta se extiende por todo el continente y adquiere tintes dramáticos en algunos países. Inclusive en países como Alemania y Francia aparentemente a salvo de lo peor de la crisis la población se manifiesta y exige: un duro impuesto a los más ricos al tiempo que se denuncia la pobreza que afecta ya a colectivos cada vez más amplio, en Alemania, mientras en Francia el descontento nace de los incumplimientos de un gobierno que ha sido elegido precisamente para poner fin a las políticas neoliberales y defender el Estado del Bienestar.

El Viejo Continente es un volcán en erupción. Aquí, más que en muchos otros lugares existe una ciudadanía sólida y unas tradiciones de lucha social que auguran combates políticos de enorme repercusión. No habrá seguramente la espectacularidad que se registra en otras latitudes pero de resultar exitosa la protesta ciudadana los efectos sobre el orden capitalista mundial serán decisivos, ya sea que se opte por una reforma profunda del sistema capitalista, ya sea que se produzca esa revolución que hoy aparece tan solo como el sueño de minorías.


Islandia, un pueblo que vota contra los banqueros, mete presos a políticos corruptos y banqueros ladrones. En su democracia la más antigua de la humanidad, apuesta por el crecimiento económico y el  empleo.


ISLANDIA y el rechazo a la austeridad.
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Viernes 12 de octubre del 2012.

Salim Lamrani (OPERA MUNDI, especial para ARGENPRESS.info)

Ante la crisis económica, mientras la Unión Europea ha elegido el camino de la austeridad y ha decidido salvar a los bancos, Islandia, en cambio, ha procedido a la nacionalización de las instituciones financieras y ha rechazado las políticas de restricción presupuestaria. Con una tasa de crecimiento de un 2,7% en 2012, hasta el Fondo Monetario Internacional (FMI) saluda la recuperación económica del país.

Cuando en septiembre de 2008, la crisis económica y financiera golpeó a Islandia, pequeño archipiélago del Norte de Europa con una población de 320.000 habitantes, el impacto fue desastroso, como en el resto del continente. La especulación financiera llevó a los tres principales bancos a la quiebra, cuyos activos representaban una suma diez veces superior al PIB de la nación, con una pérdida neta de 85.000 millones de dólares. La tasa de desempleo se multiplicó por 9 entre 2008 y 2010, mientras que antes el país gozaba del pleno empleo. La deuda de Islandia representaba el 900% del PIB y se devaluó la moneda nacional un 80% con respecto al euro. El país cayó en una profunda recesión, con una disminución del PIB de un 11% en dos años.

Frente a la crisis.
En 2009, cuando el gobierno quiso aplicar las medidas de austeridad que exigía el FMI, a cambio de una ayuda financiera de 2.100 millones de euros, una fuerte movilización popular lo obligó a renunciar. En las elecciones anticipadas, la izquierda ganó la mayoría absoluta en el Parlamento.

No obstante, el nuevo poder adoptó la ley Icesave –cuyo nombre procede del banco online que quebró y cuyos ahorradores eran en mayoría holandeses y británicos–, con el fin de rembolsar a los clientes extranjeros. Esta legislación obligaba a los islandeses a rembolsar una deuda de 3.500 millones de euros (un 40% del PIB) –9.000 euros por habitante– en quince años con una tasa de interés del 5%. Frente a las nuevas protestas populares, el Presidente se negó a ratificar el texto parlamentario y lo sometió a referéndum. En marzo de 2010, el 93% de los islandeses rechazó la ley sobre el rembolso de las pérdidas de Icesave. Cuando se sometió de nuevo a referéndum en abril de 2011, el 63% de los ciudadanos volvió a rechazarla.

Una nueva Constitución, redactada por una Asamblea Constituyente de 25 ciudadanos elegidos por sufragio universal entre 522 candidatos, que se compone de 9 capítulos y de 114 artículos, se adoptó en 2011. Ésta prevé un derecho a la información, con un acceso público a los documentos oficiales (Artículo 15), la creación de un Comité de Control de la Responsabilidad del Gobierno (Artículo 63), un derecho a la consulta directa (Artículo 65) –un 10% de los electores puede pedir un referéndum sobre las leyes que vota el Parlamento–, así como el nombramiento del Primer Ministro por el Parlamento.

Así, al contrario que las otras naciones de la Unión Europea en la misma situación, que aplicaron escrupulosamente las recomendaciones del FMI que exigía medidas de una austeridad severa como en Grecia, Irlanda, Italia o España, Islandia eligió una vía alternativa. Cuando en 2008 los tres bancos principales del país, Glitnir, Landsbankinn y Kaupthing, se derrumbaron, el Estado islandés se negó a inyectar fondos públicos como lo había hecho el resto de Europa. Al revés, procedió a su nacionalización.

Del mismo modo, los bancos privados tuvieron que cancelar todos los créditos con tasas variables que superaban el 110% del valor de los bienes inmobiliarios, lo que evitó una crisis de subprime como en Estados Unidos. Por otra parte, la Corte Suprema declaró ilegales todos los préstamos ajustados a divisas extranjeras que se otorgaron a particulares, obligando así a los bancos a renunciar a sus créditos en beneficio de la población.

En cuanto a los responsables del desastre –los banqueros especuladores que provocaron el desmoronamiento del sistema financiero islandés–, no se beneficiaron de la mansedumbre que mostró hacia ellos en el resto de Europa, donde fueron sistemáticamente absueltos. En efecto, Olafur Thor Hauksson, Procurador Especial que nombró el Parlamento, los ha perseguido y encarcelado. Incluso al Primer Ministro Geir

Una alternativa a la austeridad.

Los resultados de la política económica y social islandesa han sido espectaculares. Mientras la Unión Europea se encuentra en plena recesión, Islandia se benefició de una tasa de crecimiento de un 2,1% en 2011 y prevé una tasa de 2,7% para 2012, y una tasa de desempleo de un 6%. El país hasta se dio el lujo de proceder al rembolso anticipado de sus deudas al FMI.

El presidente islandés Olafur Grímsson explicó este milagro económico: “La diferencia es que en Islandia dejamos que los bancos quebraran. Eran instituciones privadas. No inyectamos dinero para salvarlas. El Estado no tiene por qué asumir esta responsabilidad”.

Contra todo pronóstico, el FMI saludó la política del gobierno islandés –el cual aplicó medidas en las antípodas de las que preconiza–, que ha permitido preservar “el precioso modelo nórdico de protección social”. En efecto, Islandia dispone de un índice de desarrollo humano bastante elevado. “El FMI declara que el plan de rescate al modo islandés ofrece lecciones para los tiempos de crisis”. La institución agrega que “el hecho de que Islandia haya logrado preservar el bienestar social de las unidades familiares y conseguir una consolidación fiscal de gran envergadura es uno de los mayores logros del programa y del gobierno islandés”. No obstante, el FMI omitió precisar que estos resultados fueron posibles sólo porque Islandia rechazó su terapia de choque neoliberal y elaboró una programa de estímulo económico alternativo y eficiente.

El caso de Islandia demuestra que existe una alternativa creíble a las políticas de austeridad que se aplican a través de Europa. Éstas, además de ser económicamente ineficientes, son políticamente costosas y socialmente insostenibles. Al elegir ubicar el interés general por encima del de los mercados, Islandia muestra el camino al resto del continente para escapar del callejón sin salida.
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Salim Lamrani es Doctor en Estudios Ibéricos y Latinoamericanos de la Universidad Paris Sorbonne-Paris IV, Salim Lamrani es profesor titular en la Universidad de la Reunión y periodista, especialista de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Su último libro se titula Etat de siège. Les sanctions économiques des Etats-Unis contre Cuba, París, Ediciones Estrella, 2011, con un prólogo de Wayne S. Smith y un prefacio de Paul Estrade.
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