sábado, 26 de mayo de 2012

RAFAEL CORREA, de “indignado” a presidente de la República. Revolución Ciudadana, el camino de Ecuador.

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“Me parece que se ha creado una convergencia de gobiernos, una conciencia única en la historia de América Latina acerca de la necesidad de la integración. Gobiernos de derecha o Izquierda, tenemos una convicción muy profunda de impulsar la integración y la democracia. Son dos cosas sumamente importantes que nos permiten avanzar, más allá de diferencias ideológicas. Pero obviamente, con los gobiernos que compartimos una visión bolivariana, como Venezuela, Bolivia o Cuba, o visiones revolucionarias como Nicaragua, de justicia como Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, tenemos más cercanía. Pero, insisto, las relaciones son muy buenas con todos los gobiernos de la región. La Patria Grande ya no es un sueño. Se ha entendido como una necesidad de supervivencia, es lo que necesitamos para tener presencia internacional. La integración, como decía Bolívar, ‘no es el deseo de los hombres sino el inexorable decreto del destino’. Estamos construyendo esa Patria Grande: ahí están la alianza bolivariana (Alba), Unasur y Celac, que superan con mucho a organismos creados bajo esquemas neoliberales.

Por ejemplo Unasur significa un proyecto de integración -digámoslo así- ‘integral’. La parte comercial es importante -hablo de un comercio justo, desde luego-. Pero va mucho más allá, aborda integración energética, financiera, conectividad, armonización de políticas, acción colectiva para no ser víctimas de explotadores como ocurrió durante la larga noche neoliberal. En esa etapa América Latina precarizó su oferta laboral: garantizó bajos salarios y estabilidad laboral; el esfuerzo de nuestros trabajadores se traspasó como ganancias a las transnacionales. Ahora no vamos a competir por quién reduce más los impuestos para transferir riqueza y aportar renta a los inversionistas extranjeros. Queremos coordinar un salario mínimo regional sin precarizar nuestra fuerza laboral. Estos temas trata Unasur.  A su vez, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) es más nuestra porque es más latinoamericana. ¿Por qué tenemos que ir a discutir los problemas de América Latina en Washington? El golpe en Honduras tuvimos que discutirlo en Washington. En el caso del diario El Universo, nos acusaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ¡en Washington! por haber osado denunciar a los poderosos de siempre.(2) ¿Por qué tenemos que ir a Washington a dejar en claro que Ecuador respeta los derechos humanos? Es insólito, más aún cuando Washington no reconoce a la CIDH. Son aberraciones intolerables… Es necesario cambiar estas cosas y para eso, se necesita un nuevo sistema fundamentalmente latinoamericano. A eso apunta la Celac”.
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RAFAEL CORREA, de “indignado” a presidente de la República.
Revolución Ciudadana, el camino de Ecuador.
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Francisca Cabieses Martínez.
Punto Final.
Rebelión. Sábado 26 de mayo del 2012.

A las diez de la mañana en punto, como estaba convenido, el presidente del Ecuador, Rafael Correa Delgado (economista, 49 años, tres hijos, casado con la profesora belga Anne Malherbe a quien conoció en la Universidad Católica de Lovaina), entra al Salón Amarillo (o de los Presidentes) en el palacio de gobierno de Quito, donde se realizará la entrevista con Punto Final. Desde las paredes observan inescrutables los retratos de los ex presidentes del país (hoy de catorce millones y medio de habitantes y casi 300 mil kms2, incluyendo las islas Galápagos). El palacio del siglo XVIII -varias veces remodelado- fue sede de la Real Audiencia de Quito y también se conoce con el nombre de su constructor, el barón de Carondelet. El salón en que el presidente Correa nos da la bienvenida está adornado para la ocasión con hermosos ramos de rosas y de flores silvestres. Esta es el área del edificio abierta al público. El palacio -que conocieron Bolívar y otros visitantes ilustres- se ha convertido en museo y las oficinas presidenciales funcionan en un piso superior. La entrevista se verá interrumpida en dos ocasiones: por un grupo de turistas extranjeros -a los que el presidente saluda en inglés- y por los niños de tercero básico de la escuela “Concentración Deportiva de Pichincha”, que se alborotan al encontrarse a boca de jarro con el popular presidente de su país.

Correa encabezó un movimiento ciudadano que rompió los desprestigiados monopolios partidarios del Ecuador. Fundó la Alianza (hoy Movimiento) PAIS (Patria, Altiva i Soberana), cuyo programa es la Revolución Ciudadana. Con esa bandera, Correa llegó a la Presidencia en 2006 con respaldo del 57 por ciento de los votos. Dos años después, Ecuador aprobó una nueva Constitución y en 2009 Correa fue elegido para un nuevo periodo, que termina en 2013. Las encuestas le otorgan 67 por ciento de apoyo para respostularse. Cuando le preguntamos si lo hará, respondió que eso lo determinará en agosto próximo el movimiento que le apoya. Pero a la vez defendió la tesis de la reelección de los buenos gobernantes -inmediata o después de un periodo- reconocida por muchas democracias del mundo

Con luces y cámaras de TV que grabaron un registro completo de la entrevista, iniciamos la conversación con el presidente ecuatoriano.

Nos interesa conocer, en sus palabras, cómo se define la Revolución Ciudadana que tiene lugar en Ecuador. Sus objetivos, los obstáculos que enfrenta, qué alianzas sociales y políticas requiere para alcanzar sus propósitos.

“En términos muy concretos, es el cambio radical, profundo y rápido de las estructuras vigentes y, básicamente, de las relaciones de poder en la sociedad ecuatoriana. El desarrollo de nuestros países, al menos en su punto inicial, no es un problema técnico como se nos hizo creer durante mucho tiempo. Es un problema político. Si América Latina no cambia las relaciones de poder, no va a producir desarrollo para las grandes mayorías. Tal vez sí para las elites que siempre han dominado, pero no para las mayorías.
Nuestra revolución no significa cambios violentos, pero sí cambios profundos y radicales. ¿Por qué es ciudadana? Porque los legisladores y demás ‘representantes’ del pueblo ya no se representaban ni siquiera a ellos mismos. Este proceso fue el fruto de los ‘indignados’ del Ecuador, que se indignaron mucho antes que los de Europa. Fue un movimiento de protesta contra el gobierno corrupto y entreguista de Lucio Gutiérrez(1) que nos llamó ‘forajidos’. Los ciudadanos, en forma prácticamente espontánea, nos llevaron a la Presidencia de la República. Y este es uno de los problemas que hemos enfrentado. A diferencia de otros países latinoamericanos, el ecuatoriano es un proceso revolucionario que se inicia sin una estructura política organizada. Hemos logrado avanzar en este aspecto, pero aún nos falta mucho por recorrer. Existe un riesgo: como tenemos gran apoyo popular, pero sin estructuras organizadas y con capacidad de movilización, somos vulnerables a minorías que sí tienen esa capacidad”.

OPOSITORES A LA REVOLUCION CIUDADANA

Nos cuesta comprender que algunos movimientos sociales, indígenas y ambientalistas, entre otros, hagan oposición a su gobierno. ¿Les reconoce usted una cuota de razón? ¿Hay posibilidades de entendimiento?

“Con todos los que tengan buena fe y razón, por supuesto. Me molesta aparecer como intolerante, como algunos quieren caricaturizarme. Soy un hombre que tiene la cabeza fría, estoy acostumbrado a debatir. Pero hay muchísima mala fe en esa oposición. Toda revolución tiene su contrarrevolución, ¿verdad? ¿Y qué proceso revolucionario no ha tenido sus traidores? Esos grupos presuntamente de Izquierda son aliados de la derecha. En la Asamblea votan con la derecha. Y no es que se opongan a los temas mineros solamente, se oponen a todo. ¿Y por qué? No porque estemos haciéndolo mal, porque es indudable el cambio que está ocurriendo en el país en favor del pueblo. Se oponen porque no están ellos en el gobierno. Es un problema de ambiciones, de ilegítimas aspiraciones políticas por sobre los intereses del pueblo. Si no están en el gobierno, están contra el gobierno. Cuesta mucho conversar con gente de mala fe con agendas político-electorales propias. En cambio la gente que discrepa de buena fe y lucha por el bienestar del país, es bienvenida”.

Sin embargo, algunos de esos movimientos sociales tienen opiniones de Izquierda, lo cual hace inexplicable que no apoyen este proceso…

“Mire, las últimas encuestas -que no han sido encargadas por nosotros- confirman que los sectores populares están con nosotros. Pero siempre habrá algunos seudo-dirigentes que se toman el nombre de la sociedad y aunque no representen a nadie, la prensa de derecha los magnifica para dañar al gobierno. Esto no sólo ocurre en Ecuador; mire en Bolivia cómo Evo Morales, dirigente social, tiene oposición de grupos indígenas y de trabajadores. Siempre hay desubicados, algunas veces de buena fe, pero la mayoría por ambiciones.

Mire Venezuela, mire el caso de Lula, en Brasil, atacado por sectores de trabajadores, etc. Es la oposición más letal porque utiliza nuestro mismo lenguaje, plantea nuestros mismos objetivos e incluso, invoca nuestros mismos principios. Son lobos disfrazados de ovejas. Los grupos de extrema Izquierda que denuncian a este gobierno porque se ha ‘derechizado’, votan en la Asamblea con la extrema derecha para conspirar contra el gobierno. Pese a nuestras diferencias, con la verdadera Izquierda siempre será más lo que nos une que lo que nos separa. La seudo Izquierda se toma la representación de ese sector político, pero en la práctica actúa como la extrema derecha. Y eso es injustificable, no hay cómo sostenerlo”.

MODELO EXTRACTIVISTA DE ECONOMIA
Un reproche frecuente a gobiernos que encabezan el proceso de cambios en América Latina es que mantienen un modelo tradicional de economía, basado en la extracción de riquezas mineras. ¿Qué opina de esa crítica?

“Es un error garrafal… ¿Dónde está en el Manifiesto Comunista el no a la minería? Tradicionalmente los países socialistas fueron mineros. ¿Qué teoría socialista dijo no a la minería? Son los   seudo-intelectuales postmodernistas los que meten todos estos problemas en una interminable discusión. No hay dónde dudar: salir del modelo extractivista es erróneo. Hay que aprovechar estos recursos al máximo para desarrollar otros sectores de la economía, haciendo que el sector extractivista vaya perdiendo peso para avanzar a etapas superiores en las relaciones económicas. Por ejemplo a una economía del conocimiento, que se basa en el talento humano. ¿Pero de dónde sacamos los recursos para las escuelas y universidades, para los centros de investigación que necesitamos? Es torpe creer ese discurso que busca superar la economía extractivista cerrando las minas y los pozos de petróleo. Probablemente llegaríamos a la economía de recolección, porque no tendríamos nada. Regresaríamos a un estado primitivo, que es lo que algunos quisieran. ¡Perfecto, propóngalo en las elecciones y que democráticamente ganen el derecho a hacerlo!

Creo que la mayoría quiere, razonablemente y en armonía con la naturaleza, tener satisfechas ciertas necesidades básicas. Ecuador ha sido el primer país que en su Constitución ha dado derechos a la Pacha Mama. Pero aquellos seudoeconomistas creen que el ser humano es un estorbo para la naturaleza. Nosotros sostenemos que el ser humano sigue siendo lo más importante. En 2016 seremos exportadores de energía eléctrica gracias a las once hidroeléctricas que estamos construyendo con los recursos del petróleo. Vamos a cambiar estructuralmente la economía ecuatoriana: aumentaremos el sector servicios convirtiéndonos en exportadores de energía limpia”.



GOBIERNOS DEL ALBA

¿Qué principios y objetivos hermanan a su gobierno con los de Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua? ¿Cómo valora los instrumentos de integración creados en los últimos años: Alba, Unasur, Celac?

“Me parece que se ha creado una convergencia de gobiernos, una conciencia única en la historia de América Latina acerca de la necesidad de la integración. Gobiernos de derecha o Izquierda, tenemos una convicción muy profunda de impulsar la integración y la democracia. Son dos cosas sumamente importantes que nos permiten avanzar, más allá de diferencias ideológicas. Pero obviamente, con los gobiernos que compartimos una visión bolivariana, como Venezuela, Bolivia o Cuba, o visiones revolucionarias como Nicaragua, de justicia como Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, tenemos más cercanía. Pero, insisto, las relaciones son muy buenas con todos los gobiernos de la región.

La Patria Grande ya no es un sueño. Se ha entendido como una necesidad de supervivencia, es lo que necesitamos para tener presencia internacional. La integración, como decía Bolívar, ‘no es el deseo de los hombres sino el inexorable decreto del destino’. Estamos construyendo esa Patria Grande: ahí están la alianza bolivariana (Alba), Unasur y Celac, que superan con mucho a organismos creados bajo esquemas neoliberales.

Por ejemplo Unasur significa un proyecto de integración -digámoslo así- ‘integral’. La parte comercial es importante -hablo de un comercio justo, desde luego-. Pero va mucho más allá, aborda integración energética, financiera, conectividad, armonización de políticas, acción colectiva para no ser víctimas de explotadores como ocurrió durante la larga noche neoliberal. En esa etapa América Latina precarizó su oferta laboral: garantizó bajos salarios y estabilidad laboral; el esfuerzo de nuestros trabajadores se traspasó como ganancias a las transnacionales. Ahora no vamos a competir por quién reduce más los impuestos para transferir riqueza y aportar renta a los inversionistas extranjeros. Queremos coordinar un salario mínimo regional sin precarizar nuestra fuerza laboral. Estos temas trata Unasur.

A su vez, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) es más nuestra porque es más latinoamericana. ¿Por qué tenemos que ir a discutir los problemas de América Latina en Washington? El golpe en Honduras tuvimos que discutirlo en Washington. En el caso del diario El Universo, nos acusaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ¡en Washington! por haber osado denunciar a los poderosos de siempre.(2) ¿Por qué tenemos que ir a Washington a dejar en claro que Ecuador respeta los derechos humanos? Es insólito, más aún cuando Washington no reconoce a la CIDH. Son aberraciones intolerables… Es necesario cambiar estas cosas y para eso, se necesita un nuevo sistema fundamentalmente latinoamericano. A eso apunta la Celac”.

RELACIONES CON EE.UU.
¿Considera posible que América Latina pueda alcanzar un nivel razonable de convivencia con EE.UU.?

“Deberíamos tenerla… Está claro que la política de EE.UU. hacia América Latina ha sido básicamente de explotación y subordinación. Pero también hemos sido responsables nosotros, que históricamente hemos agachado la cabeza precisamente por actuar aislados. Integrándonos podremos actuar de igual a igual…”.
Perdone, presidente, pero no es de “nosotros”, los pueblos; la responsabilidad ha sido de los gobiernos entreguistas y de la burguesía…
“Sí, usted tiene razón. Nuestras elites siempre utilizaron el pretexto del progreso de los países para excluir; concentraron todo: sus colegios de lujo, sus barrios de lujo. Crearon ‘Estados aparentes’, representando sólo a una pequeña porción de la sociedad, no Estados integrales como decía Gramsci. Usted tiene razón: no han sido nuestros pueblos, han sido los gobiernos entreguistas y las dictaduras militares que hablaban español pero pensaban en inglés… cuando pensaban, como Pinochet. Por otra parte, hago una diferencia entre los gobiernos de EE.UU. y su política exterior, y el pueblo norteamericano, que es muy bueno. He vivido en ese país, lo conozco. La gente es buena, afable y solidaria. Lamentablemente -y sobre todo en las últimas décadas-, EE.UU. no ha sido gobernado para su pueblo, sino para grandes intereses corporativos. Al pueblo lo manipulan los medios de comunicación. La lucha contra el fantasma del comunismo por ejemplo; después de la segunda guerra mundial convirtió a EE.UU. en un ‘manicomio del anticomunismo’, como escribe Punto Final (PF N° 755, págs. 10 y 11. N. de PF). Pero con una América Latina unida, los norteamericanos se darían cuenta que somos pueblos hermanos que debemos y podemos tener relaciones de amistad y respeto mutuo”.


SISTEMA LATINOAMERICANO DE DD.HH.

Su gobierno plantea reemplazar el sistema “interamericano” de derechos humanos por un sistema “latinoamericano”. Entretanto, Venezuela ha anunciado su retiro de la CIDH, aduciendo motivos semejantes a las críticas del Ecuador. ¿Podría ser también el camino que seguirá su gobierno?

“El caso del diario El Universo nos abrió los ojos en muchos sentidos. Los alcances del poder mediático de la derecha son impresionantes. Se valen además de instancias internacionales como la CIDH, que están por encima de los Estados soberanos. La relatora de esa Comisión pretendía que hasta sus opiniones tuvieran carácter vinculante para nuestro país. Parece ignorar que las únicas cuestiones vinculantes para Ecuador son los tratados firmados. La CIDH, sin embargo, nos pedía información de acuerdo a lo que publicaba el diario acusado. Ni siquiera nos llamaban para consultar nuestro punto de vista. ¡Algo increíble! Descubrimos que la CIDH estaba tomada por intereses ajenos a la región y a los derechos humanos. Hay una burocracia internacional creada por las políticas neoliberales. Son burócratas imbuidos de la visión anglosajona del derecho. ¿Qué es la libertad para los anglosajones? ¡Simplemente la libertad de mercado! De las ocho relatorías de la CIDH, la única con presupuesto propio es la relatoría de libertad de expresión. Sus financistas son EE.UU. -que no reconoce a la CIDH- y la Unión Europea, que no es parte del sistema interamericano”.

A la CIDH sólo le interesan algunos aspectos de la libertad de expresión. ‘Punto Final’, por ejemplo, tiene una disputa con el Estado chileno porque hemos sido excluidos de la publicidad estatal, junto con otros medios de Izquierda. Agotadas las instancias judiciales, llegamos a la CIDH. Ha pasado el tiempo y no hay ningún pronunciamiento de la Comisión...
“Así es, aquí casi matan a una joven periodista ecuatoriana de Telesur, María Elena Rodríguez. ¿Dónde estuvo la CIDH en ese caso? Es impresionante la doble moral de esa instancia. Con este tipo de sistema interamericano de derechos humanos no vamos a ningún lado”.

¿Ecuador está evaluando su retiro de la CIDH?
“No excluimos esa posibilidad. Mañana hablaré con Insulza sobre estos asuntos (el secretario general de la OEA se encontraba en esos días en Quito. N. de PF). Estamos hasta la coronilla con esta situación. Una fundación privada, Fundamedios, financiada por los grupos que controlan la prensa ecuatoriana, tenía acceso directo a la CIDH, trabajaba con ella para elaborar informes contrarios a Ecuador. El representante de la fundación era recibido en Washington hasta por autoridades de gobierno”.
¿No cree que es tiempo de superar la OEA?
“Creo que estamos en otro momento histórico, distinto a aquel en que fue creada la OEA. Ella es fruto de la guerra fría. Fidel Castro la definió como ‘Ministerio de Colonias’ de Estados Unidos. Tenemos que crear un sistema nuestro; en vez de rescatar a la OEA -lo cual es imposible y no tiene sentido-, debemos crear algo nuevo y mejor”.
SOLIDARIDAD CON ARGENTINA
La renacionalización de YPF ha creado una tensa situación entre los gobiernos de Argentina y España. ¿Cómo aprecia la decisión de la presidenta Cristina Fernández? ¿Existe un grado suficiente de solidaridad con Argentina en América Latina?.

“Hay que recordar que YPF era estatal. La privatizó Menem en la larga y triste noche neoliberal. Tengo entendido que Repsol-YPF se negaba a cumplir las políticas del Estado argentino sobre independencia energética. Creo que Argentina tiene todo el derecho de renacionalizar la empresa, en ejercicio de su soberanía y, sobre todo, cuando se trata de proteger recursos no renovables. Un problema bilateral entre Argentina y una empresa se ha convertido en un problema entre Estados. Pero si además se mete la Unión Europea, no dejaremos sola a Argentina. Si este asunto traspasa la dimensión bilateral y la UE se pronuncia, también se pronunciará Unasur. En lo personal, el gobierno de Cristina Fernández tiene toda mi solidaridad. Las empresas privadas en sectores estratégicos, como en este caso, están obligadas a acatar las políticas públicas de los países donde operan. No son empresas que vendan corbatas. Explotan riquezas naturales, son recursos no renovables del país que acoge a esos inversionistas”.

SOCIALISMO DEL SIGLO XXI
¿Cree posible el socialismo en esta América Latina del siglo XXI? ¿Cuáles serían las diferencias con los “socialismos reales” que se derrumbaron en Europa?

“¡Por supuesto que lo creo posible! Pero una parte importante de las definiciones del socialismo del siglo XXI consisten en caracterizar los errores que cometió el socialismo del siglo anterior. Pero veamos las coincidencias: primero, la búsqueda de la justicia. Si uno quisiera definir en una palabra al socialismo del siglo XXI sería: justicia. Socialismo y justicia son palabras mayores en América Latina, que es la región más desigual del planeta. Para oponerse a la justicia, la derecha utiliza conceptos sublimes pero etéreos, como la palabra libertad. Estaríamos atentando contra la libertad los que luchamos por la justicia. Pero la única manera de alcanzar la libertad es a través de la justicia. Y eso es el socialismo.

La necesidad de la acción colectiva es otro elemento fundamental del socialismo. Hay problemas comunes en la sociedad que requieren respuestas comunes. Se presentan hoy desafíos muy grandes, por ejemplo el socialismo del siglo XXI no puede tener una realidad económica que no considere el mercado, que fue el error del socialismo tradicional. El gran desafío es la acción colectiva para gobernar ese mercado y controlarlo para que rinda los frutos que son esenciales. Lo que no se puede dejar al mercado es salud y educación. Privatizarlos es un absurdo. Lo mismo ocurre con sectores estratégicos, como los recursos no renovables. Al mercado se le sobrestimó: puede hacer algunas cosas pero no puede hacer todas las cosas.
El neoliberalismo satanizó la política para dejar indefensas a las sociedades. Entre las diferencias del socialismo de este siglo con el anterior hay que destacar no ser dogmático, no se puede aplicar el mismo remedio a toda enfermedad; el socialismo nuestro se basa en principios, no en modelos. La solución de cada problema no está en un manual. El socialismo hay que construirlo día a día. Hay gente que prefiere estar rigurosamente equivocada sin aceptar la razón y la verdad. No hay un solo socialismo. El del Ecuador es diferente al de Venezuela, Francia, etc.

Tampoco podemos ser estatistas absolutos. A esta altura del desarrollo de la Humanidad no podemos sostener que todos los poderes corresponden al Estado. Hay que lograr un justo balance entre el individuo y la sociedad. Demasiado individualismo mata a la sociedad, demasiado colectivismo mata al individuo, y ambos son necesarios para el buen vivir. En nuestro socialismo del siglo XXI hay que cuestionar incluso aspectos del materialismo dialéctico. Puede ser que la tesis estaba equivocada y que la antítesis era correcta. Pero nos quedamos con una síntesis incorrecta y el resultado fue que retrocedimos...”
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