sábado, 17 de marzo de 2012

Marx, más vivo y actual que nunca.

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¿Qué es lo que realmente está sucediendo en el mundo capitalista?. Es que la crisis llegó al centro del sistema capitalista, está ahora alojada en el epicentro del sistema – ya no solamente del modelo financiero-especulativo, como se nos decía al principio -. Primero, eran las burbujas, después la corrupción y la crisis de las instituciones; posteriormente los nacionalismos y las contradicciones con el proteccionismo hasta llegar a la supuesta guerra de las divisas. El mundo académico, políticos responsables, gobernantes comprometidos con el futuro de sus pueblos, anunciaban el “fin” de la Unipolaridad, el fin del Estado corporativo mundial. Desde las propias oficinas del FMI se anunciaba la “muerte” de las políticas del Consenso de Washington. Forjar nuevos compromisos por una globalización más social, más humana. Otros anunciaban el pago de nuevos impuestos, el impuesto verde, el impuesto Tobin en Europa.


Paralelamente un grupo de países asumían responsabilidad global reservada únicamente para las economías capitalistas de la OCDE, eran las economías emergentes – las economías BRICh – posicionadas estratégicamente en un mundo capitalista en crisis multidimensional. Las economías más poderosas del globo, el G-20 anunciaba una nueva “institucionalidad financiera mundial”, pero fracasaron muy rápido. Igual el G-8 se debatía en un mundo de indecisiones, pugnas internas y políticas de guerra en especial contra los países árabes. Su incertidumbre, sus intereses en el mundo financiero especulativo, su dominio y control de los mercados, nunca los llevó a ponerse de acuerdo, a por lo menos asumir con responsabilidad en torno a políticas estratégicas y forjar en el escenario de la crisis un Liderazgo político que el mundo necesitaba. Pero nada consiguieron. Muy por el contrario emergió desde lo local-nacional-regional como un huracán social y político el “nuevo” Multilateralismo y el surgimiento estratégico de “nuevos” poderes políticos regionales descentralizados: Estados Unidos, China, India, Rusia, la Unión Europea y Brasil.



Las clases y la lucha de clases, ya no era una fantasía en la mente de los socialistas y comunistas reciclados que añoraban tiempos pasados. Ante la profundización y extensión de la crisis económico-financiera, estructural, las clases y la lucha de clases se posicionan en el centro de la crisis: la calle, la plaza pública, en los territorios históricos y en los contextos sociales del mundo originario. En realidad el sistema-mundo soportaba Tres Crisis Mundiales – pero sólo tratada una sola la económico-financiera: las otras dos: Cambio Climático Global, sus graves y dramáticas consecuencias para el mundo, así como la Crisis de la Confianza sistémica, jamás merecieron la atención privilegiada del mundo desarrollado, al contrario sus nefastas políticas continuaron destruyendo la naturaleza, ausencia total de performances políticas de calidad, eficiencia y eficacia. La crisis de confianza pulverizaba instituciones políticas, sociales, culturales, ambientales. Millones de jóvenes, ciudadanos, sindicalistas, desempleados, emigrantes, comienzan a ocupar la calle, la plaza pública. Desde las entrañas del propio capitalismo en crisis se produce un Cambio de Época, histórica, una nueva sociedad civil, nueva ciudadanía múltiple, nuevas formas de comunicación intercultural, nuevos liderazgos colectivos, traían consigo un Nuevo Capital Político en el “mundo en crisis”, una nueva Democracia nos anuncia la esperanza de una nueva civilización humana, como la salida más digna, amplia, consensuada democráticamente. Ahora, sí podemos decir y exclamar: Otro Mundo Socialista, sí es posible ¡¡¡¡¡.



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Marx, más vivo y actual que nunca.



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Por Atilio A. Boron *



En un día como ayer, hace 129 años, moría plácidamente en Londres, a los 65 años, Karl Marx. Corrió la suerte de todos los grandes genios, siempre incomprendidos por la mediocridad reinante y el pensamiento encadenado al poder y a las clases dominantes. Como Copérnico, Galileo, Servet, Darwin, Einstein y Freud, para mencionar apenas unos pocos, fue denostado, perseguido, humillado. Fue ridiculizado por enanos intelectuales y burócratas académicos que no le llegaban ni a los tobillos, y por políticos complacientes con los poderosos de turno a quienes les repugnaban sus revolucionarias concepciones.


La academia se cuidó muy bien de sellar sus puertas, y ni él ni su amigo y eminente colega Friedrich Engels, jamás accedieron a los claustros universitarios. Es más, Engels, de quien Marx dijera que era “el hombre más culto de Europa”, ni siquiera estudió en la universidad. Sin embargo, Marx y Engels produjeron una auténtica revolución copernicana en las humanidades y las ciencias sociales: luego de ellos, y aunque sea difícil separar su obra, podemos decir que después de Marx, ni las humanidades ni las ciencias sociales volverían a ser las de antes. La amplitud enciclopédica de sus conocimientos, la profundidad de su mirada, su empecinada búsqueda de las evidencias que confirmaran sus teorías hicieron que Marx, tantas veces dadas por muertas sus teorías y su legado filosófico, sea más actual que nunca.


El mundo de hoy se parece de manera sorprendente a lo que él y su joven amigo Engels pronosticaron en un texto asombroso: El Manifiesto Comunista. Este sórdido mundo de oligopolios rapaces y predatorios, de guerras de conquista, degradación de la naturaleza y saqueo de los bienes comunes, de desintegración social, de sociedades polarizadas y de naciones separadas por abismos de riqueza, poder y tecnología, de plutocracias travestidas para aparentar ser democracias, de uniformización cultural pautada por el American way of life, es el mundo que anticipara en todos sus escritos. Por eso son muchos quienes ya, en los capitalismos desarrollados, se preguntan si el siglo veintiuno no será el siglo de Marx. Respondo a esa pregunta con un sí sin atenuantes, y ya lo estamos viendo: las revoluciones en marcha en el mundo árabe, las movilizaciones de los indignados en Europa, la potencia plebeya de los islandeses al enfrentarse y derrotar a los banqueros y las luchas de los griegos contra los sádicos burócratas de la Comisión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo, el reguero de pólvora de los movimientos Occupy Wall Street que abarcó a más de cien ciudades estadounidenses, las grandes luchas que en América latina derrotaron al ALCA y la supervivencia de los gobiernos de izquierda en la región, comenzando por el heroico ejemplo cubano, son tantas otras muestras de que el legado del gran maestro está más vivo que nunca.


El carácter decisivo de la acumulación capitalista, estudiada como nadie más en El Capital, era negado por todo el pensamiento de la burguesía y por los gobiernos de esa clase que afirmaban que la historia era movida por la pasión de los grandes hombres, las creencias religiosas, los resultados de heroicas batallas o imprevistas contingencias de la historia. Marx sacó a la economía de las catacumbas y no sólo señaló su centralidad, sino que demostró que toda la economía es política, que ninguna decisión económica está despojada de connotaciones políticas. Es más, que no hay saber más político y politizado que el de la economía, dando al traste con los tecnócratas de ayer y hoy que sostienen que sus planes de ajuste y sus absurdas elucubraciones econométricas obedecen a meros cálculos técnicos y que son políticamente neutros. Hoy ya nadie cree seriamente en esas patrañas, ni siquiera los personeros de la derecha (aunque se abstengan de confesarlo). Podría decirse, provocando la sonrisa socarrona de Marx desde el más allá, que hoy son todos marxistas pero a la Monsieur Jordan, ese personaje de El burgués gentilhombre, de Molière, que hablaba en prosa sin saberlo. Por eso cuando estalló la nueva crisis general del capitalismo todos corrieron a comprar El Capital, comenzando por los gobernantes de los capitalismos metropolitanos. Es que la cosa era, y es, muy grave como para perder el tiempo leyendo las boberías de Milton Friedman, Friedrich von Hayek o las monumentales sandeces de los economistas del FMI, el Banco Mundial o el Banco Central Europeo, tan ineptos como corruptos y que por causa de ambas cosas no fueron capaces de pronosticar la crisis que, como un tsunami, está arrasando los capitalismos metropolitanos. Por eso, por méritos propios y por vicios ajenos Marx está más vivo que nunca y el faro de su pensamiento arroja una luz cada vez más esclarecedora sobre las tenebrosas realidades del mundo actual.


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* Director del PLED, Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales.


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