viernes, 20 de enero de 2012

La actual crisis global, sistémica y sinérgica. “Crisis estructural, multidimensional”.

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Hablamos de las conocidas crisis: ideológica/cultural y política de legitimación, migratoria, energética, agroalimentaria, climática y ecológica o ambiental con ruptura del metalismo sociedad-cultura-naturaleza las que, en interacción directa, profunda, compleja y convergente con la financiera y económica desasada a partir del 2007, han creado o agravado otros desequilibrios estructurales, la mayoría irremisibles. Esto incluye guerras y otros grave conflictos en pleno curso (Irak, Afganistán, el Cáucaso, Medio Oriente, etc.), lo mismo que múltiples conflictos latentes y manifiestos colaterales de tipo geopolítico, diplo-militar y estratégico dirigidos por la OTAN (Rusia, China, India, Irán, Corea, Venezuela, el Cáucaso, Medio Oriente, África del Norte, etc.), que suman sus efectos desestabilizadores a la crisis mayor, cuando no son en el fondo expresiones o facetas, con “sinergia” (suma de causas y condiciones críticas con efectos superiores y múltiples más allá de la simple suma de los efectos particulares y separados de cada una de ellas), lo que viene a hacer esta sinergia equivalente a una sola, total y esencial mega-crisis de escala planetaria o “crisis civilizatoria” y lo cual la diferencia de todas las anteriores por ello y, además, porque está poniendo en riesgo la estabilidad y sobrevivencia de toda la Humanidad y del planeta mismo con sus sistemas biofísicos naturales.


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Occidente en crisis y el nuevo "sistema mundo". Las repercusiones sociales del cataclismo económico son de una brutalidad inédita. La crisis global produce ganadores y perdedores. Sólo unos cientos de ganadores, pero sí miles de millones de perdedores.

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La actual crisis global, sistémica y sinérgica.


“Crisis estructural, multidimensional”.


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El País.cr Miércoles 18 de enero del 2012.


José Luís Vega Carballo.



Columna “Pensamiento Crítico”



Muchos analistas y políticos se confunden acerca de la naturaleza y alcances de la crisis que atraviesan el neoliberalismo estatalmente impulsado y el capitalismo globalizado, la cual rebasa a todas las anteriores por su carácter global-multidimensional y porque pone las leyes y estructuras del sistema producto en trance de muerte, entre otras dimensiones. O sea, en esta fase de su máxima internacionalización se volverían inviables los procesos de acumulación y realización de la plusvalía o ganancia del empresario capitalista.



Pues han aparecido contradicciones que son inherentes al modo de producción privatizado (anarquía del proceso de incesante acumulación de capitales privados, enorme capacidad productiva no utilizada, descenso de la tasa de ganancias y de la productividad del capital, problemas de realización por sobreabundancia de mercancías sin compradores, ampliación y uso masivo de ejércitos de reserva de mano de obra barata, sujeción del Estado, limitada devastación ambiental, entre otros) a la par de otras inesperadas y novedosas contradicciones relacionadas estrechamente con el predominio de las finanzas y la banca o ”financiarización”, que han venido actuando desde 1970 como prepotente sector económico y fracción de una clase dominante capitalista muy transnacionalizada que ha perdido casi todos sus vínculos o arraigos nacionales, tanto en los centros como en periferias del nuevo sistema-mundo, como lo llama Immanuel Wallerstein de la Yale University. Como él anota, “es un sistema `mundial´, no porque incluya la totalidad del mundo, sino porque es mayor que cualquier unidad política jurídicamente definida. Y es una `economía-mundo´ debido a que el vínculo básico entre las partes del sistema es económico.” No lo olvidemos durante estas reflexiones.



Continuemos, por tanto, señalando algunos rasgos adicionales del fenómeno de la globalización neoliberal y su colapso.



1. Lo primero es insistir en que ese proceso está controlado por las necesidades e intereses del gran capital financiero y las corporaciones transnacionales; y es respaldado por el gran aparato político-militar de Washington con que la globalización se impuso desde la década de 1970 y ante todo después de la fuerte crisis de 1974-75 tan bien estudiada por el economista marxista Ernest Mandel. Nos referimos por un lado, principalmente a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) hoy convertida en un gendarme global incontrastable; y por otro, aun un andamiaje institucional pacta por las potencias capitalistas en 1944-45, regido por la llamada (no tan santa) “Trinidad”: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Wall Street con su sucursal, la Organización Mundial del Comercio. Una trilogía BM-FMI-WS +OMC que en este momento luce sensiblemente debilitada en muchos aspectos (aspecto que no vamos a tratar aquí por ahora) y hasta paralizada (véase como ejemplo el mal estado de la Ronda de Doha); cuando no es rechazada (casos de Argentina, Venezuela, otros del Asia y de la periferia del sistema). De modo que, esos actores globalistas, no están en condiciones de efectuar una gestión exitosa de la crisis a escala planetaria ni sectorial, que se traduzca en el surgimiento de un marco regulatorio mundial y relativamente centralizado, sino que se mantiene una enorme heterogeneidad de actores secundarios, sectores y situaciones descoordinadas, para no decir completamente desreguladas o anárquicas en el peor sentido del término.



Mucho menos podrían encargarse de esa supra-regulación a escala planetaria aquellos otros agentes principales que se hallan a la cabeza del proceso: las corporaciones transnacionales, muchas de las cuales están más bien aprovechando la crisis para hacer jugosos negocios y mejorar sus apuestas financieras (caso de las telecomunicaciones, el “agribusiness” y los negocios energéticos), al tiempo que agravan y profundizan sus efectos tanto en los centros como en las periferias del sistema capitalista global.



2. Mientras que la burbuja hipotecaria y crediticia (llamada de las “hipotecas subprime” o créditos incobrables pactados con familias de escasos recursos y carentes de respaldo) comenzaba a estallar en EEUU a finales del 2007 (recién pasado aquí el referéndum sobre el TLC), se desataron o se aceleraron otras tantas crisis paralelas de enorme impacto sobre el sistema-mundo, en puntos cruciales y muy vulnerables; y que nuestro país con su clase gobernante transnacionalizada e inserta sin remedio en la vorágine de la globalización desregulada, no ha podido ni podrá rehuir de modo alguno, por más “Planes Escudo” que intente en imitación al promulgado por los políticos a finales de febrero del 2009.



Hablamos de las conocidas crisis: ideológica/cultural y política de legitimación, migratoria, energética, agroalimentaria, climática y ecológica o ambiental con ruptura del metalismo sociedad-cultura-naturaleza las que, en interacción directa, profunda, compleja y convergente con la financiera y económica desasada a partir del 2007, han creado o agravado otros desequilibrios estructurales, la mayoría irremisibles. Esto incluye guerras y otros grave conflictos en pleno curso (Irak, Afganistán, el Cáucaso, Medio Oriente, etc.), lo mismo que múltiples conflictos latentes y manifiestos colaterales de tipo geopolítico, diplo-militar y estratégico dirigidos por la OTAN (Rusia, China, India, Irán, Corea, Venezuela, el Cáucaso, Medio Oriente, África del Norte, etc.), que suman sus efectos desestabilizadores a la crisis mayor, cuando no son en el fondo expresiones o facetas, con “sinergia” (suma de causas y condiciones críticas con efectos superiores y múltiples más allá de la simple suma de los efectos particulares y separados de cada una de ellas), lo que viene a hacer esta sinergia equivalente a una sola, total y esencial mega-crisis de escala planetaria o “crisis civilizatoria” y lo cual la diferencia de todas las anteriores por ello y, además, porque está poniendo en riesgo la estabilidad y sobrevivencia de toda la Humanidad y del planeta mismo con sus sistemas biofísicos naturales.



3. No debe extrañar, pues, que las proyecciones de esta mega-crisis sinérgica estén dándose allende de su primera fase aguda (entre 2008 y 2010) y sin duda se extenderán mucho más allá en el tiempo, y según lo prevén muchos analistas, hacia el 2015-2020 y más, donde posiblemente ya habrá perdido muchos de sus rasgos actuales, precisamente por el carácter sinérgico-civilizatorio que despliega por doquier y a grandes velocidades y profundidades planetarias; y que, entre otros factores, se suma a que su duración pueda llegar a superar la que tuvo depresión mayor conocida hasta ahora de 1929-40 y que la segunda que, como corta aunque profunda recesión, le siguió en la posguerra de 1974-75.



4. Lo anterior permite explicar por qué, aunque la crisis detonó en los EEUU, rápidamente y con fuerza inusitada impactara no en uno varios países fueran centrales o del la periferia del sistema, sino en casi todos al unísono, con excepción quizás de Cuba, Irán y Corea del Norte aunque esto es debatible. LO que sí es claro es que su evolución estará muy determinada por lo que suceda en el pivote principal o triada imperial (EEUU, UE y Japón). Si esta otra “Trinidad” lograr sus capacidades de control sobre el resto del G-8 y el G-20 (es decir, incluidos los países periféricos emergentes o de mediano desarrollo, llamados BRIChS - Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica -) y, en general, si se mantiene la hegemonía estadounidense y de Wall Street a escala mundial (que aparece muy cuestionada desde 1968-71 en términos políticos, ideológicos y de valor del dólar como moneda de reserva mundial) se evitaría un hundimiento que transforme la recesión en una depresión prolongada y sin salida viable.



Si esa hegemonía se resquebraja sin remedio, algunos analistas piensan que surgiría un sistema internacional que puede ser bi-polar y atlantista (conformado por un reparto del poder global entre EEUU y Europa bajo el paraguas geopolítico-militar de la OTAN); o si no multi-polar, en el cual EEUU sería siempre un gran poder pero formando parte de un club de aliados algunos más iguales que otros, en una especie de alianza super-imperialista de grandes potencias capitalistas buscando restablecer un perdido equilibrio quizás irrecuperable del sistema-mundo capitalista.


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La crisis es estructural y llegó al centro del sistema capitalista.


5. Ha sido tal la potencia de irradiación de la crisis reciente del centro hacia la periferia capitalista que no puede pensarse que sea una crisis realmente externa a las economías periféricas o circunscrita a sus sectores financieros –sean esas economías y sectores competitivos o de casi primera línea como China, India, Rusia, Sudáfrica o Brasil; o sean, las relegadas y marginales periferias como Centroamérica, el Caribe o África del sub-Sahara. Pues a estas alturas de la globalización prácticamente casi todas las economías fuera del G-8 han integrado al sistema planetario sus estructuras endógenas, unas más que otras. Lo han hecho vía el ajuste estructural o apertura desregulada bajo égida de la Trinidad financiera; por lo cual han dejado de tener un lado interno y otro externo separados, ya casi no tienen “externalidades”.



Y de ahí que no puedan desconectarse fácilmente del centro hegemónico dirigido por EEUU, menos las de segunda o tercera líneas, que hoy hacen la fila atrás para tratar de entrar al club de los ricos y poderosos del G-8 y algunos del G-20. Tampoco logran despegarse dado que son víctimas y vasallas de las finanzas internacionales. Como bien lo señala Humberto Márquez Covarrubias, “los países periféricos han sido partícipes del proceso de financiarización mediante la canalización de ganancias, fondos soberanos, fondos de pensiones y ahorros hacia fondos de inversión inmersos en estrategias especulativas del capital financiero, que prometían ganancias prontas y abundantes, pero sin tener sustento en la economía real.”



La dominación desde el centro global hacia sus periferias es, por consiguiente, al mismo tiempo externa e interna, no es una “externalidad”. Es una sola dominación, indivisible y múltiple depredadora mundial, impactante a la vez de todas las dimensiones de los sistemas locales: economía, sociedad, Estado, cultura, ideología y ecología. Por eso las periferias sufren una verdadera primera gran crisis del binomio globalización-neoliberalismo (Consensos de Washington y Davos); a partir de la cual es incierto el futuro de una eventual recuperación del equilibrio; a menos que esta recesión ya en su segunda fase, siga los pasos de anteriores crisis en cuanto a modo de salida hacia la recuperación. Proceso que es improbable esto si no imposible.



Por el momento, allí donde han surgido algunos trazos de retorno al dinamismo anterior al 2005 o 2006 a lo largo del sistema centro-periferia, luego se ha comprobado que han sido algo débiles, balbuceantes y disparejos por países y sectores, asincrónicos y dispersos en todas partes, verdaderos “alegrones de burro” para las clases gobernantes, sin auténtico carácter acumulativo y sostenido. La crisis podría implicar así un colapso sistémico sin precedentes, la muerte y entierro del capitalismo, y su reemplazo (no automático sino consciente, ética, ideológica y políticamente dirigido, esto si aparecen los agentes anti-sistémicos pertinentes para realizarlo) por otro sistema capaz de ofrecer un curso alternativo mucho más balanceado, justo e inclusivo de evolución para el planeta y la Humanidad, eso sí bajo nuevas formas de metabolismo civilizatorio hombre-sociedad/cultura-naturaleza.



De ahí el clima de pesimismo e incertidumbre, decadente y casi mortecino, que ronda por todo el sistema-mundo y que nos golpea en el país irremediablemente, en contra de quienes venían echando las campañas al viento anunciando que la recesión sería coyuntural y no estructural o de sobrevivencia, tan corta y quizás tan fácil de remontar como las otras de la segunda mitad del siglo XX y del año 2000-2001. Cuando lo más probable es que suceda al final de ella lo que Wallerstein prevé desde ya, que “la situación en Estados Unidos va a empeorar porque se va a eliminar la posibilidad que el gobierno sostenga gastos necesarios en este momento, creándose una situación peor que la actual. La fantasía del `Tea Party´ está llevando a Estados Unidos y por consecuencia a todo el mundo en dirección de un crack”. Por esa razón su visión del futuro inmediato es bastante sombría si no hay una transición a un sistema mundo pos-neoliberal y pos-capitalista. Dice: “Yo veo guerras civiles en múltiples países del norte, sobre todo en Estados Unidos donde la situación es mucho peor que en Europa occidental, aunque allá también hay posibilidades de guerra porque hay un límite hasta el cual la gente ordinaria acepta la degradación de sus posibilidades”. (Ver en el sitio Fermín EBlog, “Immanuel Wallerstein y su pronóstico acerca de la crisis económica mundial actual”, 23/8/ 2011).



Podríamos asistir entonces a una quiebra muy previsible y veloz del monopolio de los poderes económicos y geopolíticos monopólicos de la gran potencia, que la volverían inviable y más ávida de entrar de lleno en ruta hacia una tercera guerra mundial (esto si no está en el medio y lejano Oriente), la cual al ser nuclear destruiría la ecología del planeta en la litosfera y la biosfera, liquidaría todo fundamento del metabolismo social humanidad-cultura-naturaleza, acabaría por ende con la Humanidad y pondría, ahora sí y no como lo quería Francis Fukuyama, fin a la Historia.


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