jueves, 1 de septiembre de 2011

ESTADOS UNIDOS: Nueva fase imperial. “Por la verdad única y verdad oficial existe la democracia, la libertad, la justicia y el respeto a los DD.HH.

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La invasión a Afganistán se inicia como una cruzada contra el terrorismo. La justificación fue el terrible, irracional e inadmisible ataque del 11 de Septiembre, 2001, en territorio de Estados Unidos, a las torres gemelas de New York, el Pentágono y el avión de American Airlanes en Pennsylvania. La OTAN tomó a su cargo la acción bélica con acuerdo de la ONU. Esta invasión y ocupación militar lleva diez años, Osama Bin Landen está muerto. Lo que sigue en discusión es si se necesita invadir, ocupar países soberanos y colocar gobiernos títeres, para acabar con el terrorismo y las organizaciones fundamentalistas como Al Qaeda. Y, ahora, a fin de entender la política del pragmatismo invasor-militar del imperialismo, cuya expresión principal se da en el Medio Oriente y África, debemos observar los mayúsculos intereses económicos que se mueven alrededor del control de la producción petrolífera mundial y de la energía. Téngase presente que en un desliz de sinceridad el congresista estadounidense del partido demócrata, Ed Markey, declaró a la cadena MSNBC: “Bueno, estamos en Libia a causa del petróleo.”


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ESTADOS UNIDOS: Nueva fase imperial.


“Por la verdad única y verdad oficial existe la democracia, la libertad, la justicia y el respeto a los Derechos Humanos”.


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Jueves 1 de septiembre del 2011.


Carlos Angulo Rivas (especial para ARGENPRESS.info)


¿Por qué no se llamó a los cascos azules de la ONU como buscadores de la paz en Libia? ¿Por qué la intervención de la OTAN y la destrucción mediante un bombardeo inmisericorde, y por qué nuestro silencio?


Lo peor es el silencio, la aceptación plena de las noticias sin haberse formado un criterio de lo que realmente ocurre. Las noticias llegan a nuestros hogares sin pedir permiso. Luego la costumbre es repetir la elaboración de medias verdades técnicamente difundidas. De esta manera “la verdad única” se impone, habla por nosotros y sólo entonces para los intereses imperialistas todo va en paz. Mediante esta especie de verdad oficial existe la democracia, la libertad, la justicia y el respeto a los Derechos Humanos. En consecuencia, Estados Unidos y las alianzas imperiales avanzan con la política de rapiña de los recursos naturales del mundo en medio de nuestro silencio. Y si no aceptamos esta realidad indiscutible, pues, simplemente, nos convertimos en los malos de la película y sin más ni más en sospechosos de terrorismo.


Tenemos dos males internacionales. Prevalecen la globalización neoliberal en la economía y el pragmatismo invasor-militar en la política; la lucha por las ideas está casi muerta. El primer mal nos ha llevado a una crisis económica insuperable a través de los mecanismos del “libre mercado,” donde la técnica de la especulación impuesta por los hombres más ricos del planeta y las empresas transnacionales significa más pobreza terrenal; tal avaricia usurera no llega a ser un sistema económico por cualquier lado que se le mire, sin embargo, rige por encima de los gobernantes. El segundo mal nos conduce a las guerras de la usurpación, el botín y el pillaje; del abuso injustificado, la ilegalidad y el neocolonialismo; como se observa esta agresión a los pueblos del mundo está basada en la superioridad de la alta tecnología militar y el poder financiero imperial. ¿Acaso, esta política es el Nuevo Orden Mundial? ¿Está la Comunidad Internacional perdida? ¿Debemos resignarnos a esta situación realmente existente?


La guerra de Irak comenzó con una mentira enorme, la existencia de armas de destrucción masiva nunca poseídas ni halladas. Sin aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, George W. Bush formó su propia coalición político-militar con anuencia del británico Tony Blair y el español José María Aznar, luego invadió Bagdad y ocupó el país entero sin medir consecuencias. Para centenares de miles de víctimas, entre asesinados, desaparecidos, refugiados y fugitivos, se usa el eufemismo de “daños colaterales.” Esta estratagema guerrera constituyó y constituye un negocio multimillonario pagado por los iraquíes en petróleo, donde el gobierno títere impuesto por la ocupación militar extranjera es calificado de patriótico, liberador y democrático. Hoy en día, el ex analista de la CIA, Ray McGovern, afirma que generales, políticos y contratistas del Departamento de Defensa son los beneficiarios de las guerras en Irak y Afganistán, y añade que el presidente Barack Obama es un “prisionero de este complejo industrial militar.”


La invasión a Afganistán se inicia como una cruzada contra el terrorismo. La justificación fue el terrible, irracional e inadmisible ataque del 11 de Septiembre, 2001, en territorio de Estados Unidos, a las torres gemelas de New York, el Pentágono y el avión de American Airlanes en Pennsylvania. La OTAN tomó a su cargo la acción bélica con acuerdo de la ONU. Esta invasión y ocupación militar lleva diez años, Osama Bin Landen está muerto. Lo que sigue en discusión es si se necesita invadir, ocupar países soberanos y colocar gobiernos títeres, para acabar con el terrorismo y las organizaciones fundamentalistas como Al Qaeda. Y, ahora, a fin de entender la política del pragmatismo invasor-militar del imperialismo, cuya expresión principal se da en el Medio Oriente y África, debemos observar los mayúsculos intereses económicos que se mueven alrededor del control de la producción petrolífera mundial y de la energía. Téngase presente que en un desliz de sinceridad el congresista estadounidense del partido demócrata, Ed Markey, declaró a la cadena MSNBC: “Bueno, estamos en Libia a causa del petróleo.”


Precisamente, Libia, otro país soberano, viene siendo invadido por fuerzas militares extranjeras. Estados Unidos a través de su instrumento militar llamado OTAN interpretó el encargo de mediar, en un supuesto conflicto interno en Libia, con la autorización a bombardear ciudades, destruir las defensas militares, apoyar y armar a los “rebeldes” y tomar la capital Trípoli eliminando a Muammar Al Gaddafi, el gobernante de la llamada revolución verde que terminó con una monarquía colonial en 1969. La resolución adoptada por Naciones Unidas a fines de marzo pasado, sin escuchar a los observadores internacionales, establecía la necesidad de un “bloqueo aéreo” en Libia, de ninguna forma la destrucción de la que es objeto para apoderarse de ese país por parte de Estados Unidos y sus aliados, potencias extranjeras con intereses económicos concretos en esa parte del continente africano. En realidad la intervención armada de la OTAN ha creado una “guerra civil” entre las fuerzas leales al gobierno y un conjunto de mercenarios y políticos oportunistas, listos a establecer un régimen títere al estilo de Irak o Afganistán, ya que el auto-titulado Consejo Nacional de Transición y los “rebeldes” dejan de existir si la OTAN se retira. Este es un escenario muy distinto al ocurrido en Egipto con el derrocamiento de Mubarak, en Libia no existe presencia activa de la población postulando el destronamiento de Gaddafi.


Ciertamente, la nueva fase imperial de Estados Unidos emerge nítida con la intervención armada en Libia. Y no se trata sólo de apropiarse del petróleo que ya lo tienen sino de establecer el AFRICOM - Comando Militar de Estados Unidos para África, actualmente con sede en Stuttgart, Alemania, tal como lo señaló, en una entrevista, el economista franco-egipcio, Samir Amin. Los medios de comunicación masiva en el mundo, todos bajo el control militar, de “seguridad” y económico, acompañan esta política de guerra de rapiña neocolonialista mediante una red de mentiras. Volverán a contar la historia de los “vencedores” con sus incontables “daños colaterales” y volverán a achacar los más horribles crímenes y las violaciones de los Derechos Humanos, por supuesto, al derrotado. Con esta política cada vez más descarada y cínica, la de una doble moral si aún existe alguna en la Casa Blanca, todos los países del mundo viven desprotegidos totalmente. En América Latina no debemos olvidar las agresiones imperialistas contra Cuba, Chile de Allende, Venezuela, Honduras, en la Nicaragua sandinista con los “contras”, como tampoco las invasiones en Panamá y Santo Domingo. Mucho cuidado con los conflictos artificiales creados por la CIA o las “guerras civiles” como por ejemplo en Colombia para establecerse con sus soldados y mercenarios. Siempre debemos estar alertas y nunca silenciosos.


Un nuevo orden mundial es posible, pero todavía esta expectativa no está en el camino deseado. Depende de nosotros mismos encontrar el camino.

Carlos Angulo Rivas es poeta y escritor peruano.


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