jueves, 18 de agosto de 2011

Camila Vallejo: “No queremos mejorar el sistema, el sistema hay que cambiarlo”. Ingobernabilidad: La República paralela.

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La derecha chilena defendió la dictadura y justificó sus abusos durante gran parte de la transición. La derecha –no los militares- dejó instalado un sistema político que la ha sobre-representado en el parlamento por más de dos décadas (incluso hoy con lo desgastada que está la Concertación). Más allá de palabras de buena crianza, muchas veces parte de una persuasión estéril, el binominal jamás fue considerado virtuoso por alguien fuera de la derecha. Hubo dos intentos concretos de la Concertación por cambiar el binominal, uno durante el gobierno de Lagos y otro durante el de Bachelet, ambos rechazados por la derecha. Esa es la realidad, mirémosla de frente. Siempre hubo descolgados y oportunistas en la Concertación, pero el hecho estilizado central es que el binominal no se cambió en Chile por una postura doctrinaria y estratégica de la derecha. Es quizás oportuno que sea un gobierno de ese signo el que enfrente el desafío de cambiar esto.

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Camila Vallejos. Presidenta de la federación de Estudiantes Universitarios de la Universidad de Chile: "No queremos mejorar el sistema, el sistema hay que cambiarlo". Nueva Líder universitaria del siglo XXI. Por un Mundo Nuevo.


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Camila Vallejo: “No queremos mejorar el sistema, el sistema hay que cambiarlo”.


"Ingobernabilidad. La República Paralela".


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Camila Vallejo: "No queremos mejorar el sistema, el sistema hay que cambiarlo.


El Mostrador. Opinión. Jueves 18 de agosto del 2011.


En un diálogo franco y distendido la principal vocera de los estudiantes agrupados en la Confech hizo un balance de los más de tres meses de movilizaciones, abordó los costos que su alta exposición pública ha generado para su familia y reconoció su preocupación por los liceanos que superaron treinta días en huelga de hambre.


Cambios estructurales de fondo en el sistema de enseñanza con aportes basales a las instituciones del Consejo de Rectores para que puedan desarrollarse en su complejidad, más allá de la docencia y no con un financiamiento a la competencia, explicó Camila Vallejo como parte de las ideas centrales de los universitarios que se movilizan desde mediados de mayo por una mejor educación junto a estudiantes secundarios.


Unas 35 mil personas vieron la emisión de Hasta Agotar Stock la noche de este miércoles, con una entrevista de cerca de una hora a la presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile. Destacada por medios internacionales como La Nación de Argentina por su “belleza y liderazgo”, la dirigenta no eludió temas e hizo gala de sus atributos en un diálogo franco y directo.


“La huelga de hambre es lo que más nos preocupa”, dijo la estudiante de Geografía en El Mostrador TV por los cerca de treinta alumnos de enseñanza media y superior que completaron un mes sin consumir alimentos, explicando que se sentía “responsable indirectamente de lo que a ellos les pase”.


Por ello emplazó al Gobierno a escuchar a los jóvenes de colegios periféricos “los primeros que fueron marginados”, según planteó.


Respecto a la posibilidad de un plebiscito para zanjar los puntos más controversiales que han levantado los estudiantes en sus protestas, Vallejo sostuvo que “si no es posible solucionar el conflicto por la vía institucional vamos a tener que apostar a eso, consultarle a la gente para que ella decida”.


También reconoció que se le sindica como responsable por lo bueno y lo malo del movimiento, por ser la vocera, y que ante amenazas que sufrió, su familia, sin decirle emprendió acciones en la justicia para evitar que el tema pasara a mayores.


En cuanto a la contingencia Camila Vallejo cuestionó la nueva propuesta que el ministro Felipe Bulnes anunció horas antes desde Cerro Castillo. Según afirmó “nosotros no queremos mejorar el sistema, el sistema hay que cambiarlo” y los anuncios del gobierno apuntan a profundizar en una estructura que hace aguas.


La carismática líder sostuvo que luego de tres meses movilizados y con una aprobación ciudadana sobre el 70%, tienen una inmejorable oportunidad de cambiar definitivamente el modelo de enseñanza, “no por querer uno más bonito, si no porque concretamente fracasó”


A su juicio, la administración de Sebastián Piñera quiere “podar el arbolito, pero hay que arrancarlo de raíz”. Vallejo recalcó que ese punto es algo que sus compañeros entienden y “no es una cuestión meramente emocional”, dijo advirtiendo que el cambio de paradigma que proponen requiere necesariamente ajustes en la Constitución. /////


Ingobernabilidad: La República paralela.


“No reconocer la crisis de gobernabilidad, es una miopía política”.


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Daniel Hojman y Oscar Landerretche.


Economistas de la Universidad de Chile.


El Mostrador. Opinión Jueves 18 de agosto del 2011.


El país está al borde de la ingobernabilidad nos dijo Eduardo Frei. Más allá de la retórica usual de las vocerías públicas, tenemos que reconocer que el Presidente Frei expresó lo que sienten muchos chilenos. ¿Para qué vamos a decir una cosa por otra? Es inviable que se desplome la institucionalidad democrática, porque en un país de ingresos medios como el nuestro son muchos los que tienen que perder y porque es esperable que la clase dirigente esté a la altura de las innovaciones institucionales que se requieren. Pero no reconocer que hay una crisis de gobernabilidad es de una miopía o cinismo que raya en lo contumaz.


Si no acaba el régimen binominal, la falta de legitimidad puede dar pie a una democracia paralela, informal, legítima, joven y con alta capacidad de organización, gracias, en parte, a las nuevas tecnologías. Esta “joven república independiente” coparía las calles con frecuencia, usando los medios y las redes para activarse cada vez que sea necesario; llamaría a consultas populares cada vez que quiera mostrar que las decisiones gubernamentales son minoritarias. La república paralela no tendría los medios de coerción necesarios para cobrar impuestos o garantizar el cumplimiento de leyes alternativas, pero su popularidad radicaría precisamente en eso. Manifestándose en paz, el poder de la calle, no las armas ni la imposición binominal, instalándose en las conciencias con una sinfónica de cacerolas.


Hoy, en Chile, se ha vuelto imaginable un poder paralelo y con arrastre multitudinario que ponga permanentemente en tela de juicio cualquier decisión de los poderes del Estado. Se ha vuelto imaginable la desobediencia ciudadana en democracia como una forma de ingobernabilidad pacífica, pero ingobernabilidad al fin. Por cierto, tendría serias repercusiones sobre la inversión.


Es cierto que la indignación ciudadana tiene aspectos globales, que las redes sociales han disminuido radicalmente los costos de la acción colectiva y tienen la capacidad de coordinar conciencias en proporción a la justicia de una causa. Eso se manifiesta en el norte de África, España, Israel y Chile. Lo que no es cierto es que este sea un fenómeno cuya fuerza y profundidad sea independiente de las circunstancias específicas de cada país.


Es tiempo que la derecha entienda que tiene una responsabilidad y oportunidad para avanzar el desarrollo de nuestra democracia. Pueden legitimarse como constructores de la democracia o retroceder una vez más hacia los autocomplacientes instintos conservadores de la fronda aristocrática que tan elocuentemente se han expresado en el último tiempo.


Chile tiene las condiciones perfectas para que las movilizaciones se transformen en una constante si no hay reformas políticas sustantivas –no menos que el fin del binominal, posiblemente una nueva Constitución. Por un lado, nuestra democracia no es una democracia avanzada. Es difícil diseñar un sistema democrático menos meritocrático y menos representativo de las preferencias ciudadanas que nuestro orden binominal. Por otro, a diferencia de un régimen con tutela militar como ocurre en Egipto, en Chile hay democracia y muchos, pero muchos estudiantes -cerca de un 10% de la población- con gran capacidad de movilizarse, con bajo costo de oportunidad y necesidades básicas satisfechas. A la concentración del poder político se suman desigualdades sociales y niveles de segregación inaceptables.


Las redes y la calle -hoy complementos- son expresiones de una horizontalidad que rechaza la concentración del poder político y económico por una razón bien simple: la gente quiere participar de un país que le pertenece.


La derecha chilena defendió la dictadura y justificó sus abusos durante gran parte de la transición. La derecha –no los militares- dejó instalado un sistema político que la ha sobre-representado en el parlamento por más de dos décadas (incluso hoy con lo desgastada que está la Concertación). Más allá de palabras de buena crianza, muchas veces parte de una persuasión estéril, el binominal jamás fue considerado virtuoso por alguien fuera de la derecha. Hubo dos intentos concretos de la Concertación por cambiar el binominal, uno durante el gobierno de Lagos y otro durante el de Bachelet, ambos rechazados por la derecha. Esa es la realidad, mirémosla de frente. Siempre hubo descolgados y oportunistas en la Concertación, pero el hecho estilizado central es que el binominal no se cambió en Chile por una postura doctrinaria y estratégica de la derecha. Es quizás oportuno que sea un gobierno de ese signo el que enfrente el desafío de cambiar esto.


¿Está agotada la república binominal? ¿Estamos al borde de la ingobernabilidad? Así lo siente la gente, hay que hacerse cargo y dejar de tapar el sol con un dedo. Nadie le agradecerá a la derecha frenar el reemplazo del binominal por un sistema proporcional o mayoritario (o uno que combine lo mejor de ambos), poniendo en riesgo la democracia y la paz social. Es tiempo que la derecha entienda que tiene una responsabilidad y oportunidad para avanzar el desarrollo de nuestra democracia. Pueden legitimarse como constructores de la democracia o retroceder una vez más hacia los autocomplacientes instintos conservadores de la fronda aristocrática que tan elocuentemente se han expresado en el último tiempo.


Necesitamos una democracia cuya inspiración sea el fin del miedo al pueblo, cuya utopía sea la eliminación en el abuso en la representación democrática, cuyo eje estratégico sea el fomento de la competencia electoral y cuyo orden táctico sea el fin del sistema binominal. La democracia se cuida con más democracia.


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