viernes, 1 de julio de 2011

El Mundo en el 2036: un planeta como el camarote de los Marx. “Apostamos por un mundo sin barbarie ni totalitarismo,....

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Parece que nos hallamos ante una tendencia creciente e irreversible hacia la implantación generalizada de sistemas políticos basados en un régimen de libertades públicas (más o menos deficiente), elección periódica de representantes por parte del pueblo, y división de poderes (quizá sea éste el factor más difícil de realizar en lo que se ha avanzado hasta ahora). De cualquier forma, esto indica algo muy distinto a lo que ocurría en el primer tercio del siglo XX: que la democracia como sistema político se ha convertido en un modelo a imitar, y superior a cualquier otro conocido. Se hace buena la afirmación de Churchill de que la democracia es el más imperfecto de los sistemas, si exceptuamos todos los demás.


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El sistema político mundial está en plena efervecencia, el futuro de la democracia podría estar en juego.

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El Mundo en el 2036: un planeta como el camarote de los Marx.


“Apostamos por un mundo sin barbarie ni totalitarismo, sí, con mayores libertades”.


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Expansión.com Economía y Política. Jueves 30 de junio del 2011.


Ricardo Montoro.


Aunque la población seguirá aumentando, el bienestar de la sociedad crecerá. Lo peor será el terrorismo internacional.


En 1950, la población del mundo se situaba aproximadamente en algo más de 2.500 millones de personas. Sólo cincuenta años después, en 2010, ya había 6.830 millones, con un incremento del 270% y una subida de 4.300 millones de personas. La previsiones para 2050 son que haya en el mundo algo más de 9.000 millones de personas, con lo que la población mundial aumentaría en unos 2.300 millones de personas, lo que significa un 134% de crecimiento. Si los cálculos son correctos, el crecimiento poblacional del mundo habría empezado a disminuir si comparamos los crecimientos porcentuales en períodos de tiempo similares.


En España, en el período 2010-2020, la población residente en nuestro país podría crecer el 2,7%. Esto significa 1,2 millones de personas adicionales hasta alcanzar algo más de los 47 millones de habitantes. Así, pasaríamos de algo más de 40 millones de personas residentes en 2000 hasta los 45,9 de 2010 y los 47,2 de 2020.


La democracia, el mejor sistema


La segunda mitad del siglo XX, coincidiendo con la Guerra Fría y los procesos de descolonización, trajo consigo la expansión de los sistemas democráticos como regímenes políticos. En 1900 había sólo 49 países independientes, y sólo 6 eran democráticos. En 2000 eran ya 192 países, y 86 eran democráticos al tiempo que englobaban a la mitad de la población del mundo. De esos 86 países, en 22 hay continuidad democrática desde hace 50 años o más, y también entre ellos se sitúan los países más ricos de la tierra.


Parece que nos hallamos ante una tendencia creciente e irreversible hacia la implantación generalizada de sistemas políticos basados en un régimen de libertades públicas (más o menos deficiente), elección periódica de representantes por parte del pueblo, y división de poderes (quizá sea éste el factor más difícil de realizar en lo que se ha avanzado hasta ahora).


De cualquier forma, esto indica algo muy distinto a lo que ocurría en el primer tercio del siglo XX: que la democracia como sistema político se ha convertido en un modelo a imitar, y superior a cualquier otro conocido. Se hace buena la afirmación de Churchill de que la democracia es el más imperfecto de los sistemas, si exceptuamos todos los demás.


Realmente, la democracia representativa y parlamentaria no es un fin en sí misma. El fin real es la libertad de las personas, y el bienestar que se deriva de esa libertad. De hecho, hay democracias muy alejadas de la libertad, pero las hay también que concilian razonablemente ambas cosas. Aún con todas las limitaciones, el simple hecho de que la democracia liberal sea un modelo a imitar en tantas partes del mundo es un gran éxito para todos, e indica que no surgirán serios competidores al modelo por la única vía posible: el autoritarismo y el totalitarismo.


Guerra de religiones


La Guerra Fría fue un terrible período de calma tensa y de crueles guerras localizadas en espacios pequeños donde chocaban dos ideologías: la comunista y la liberal. Y, sobre todo lo que sucedía, el temor a un enfrentamiento entre las dos grandes potencias que provocase un holocausto nuclear. Desparecido el régimen soviético en 1989, desapareció también la terrible posibilidad de una guerra nuclear a gran escala. A la Guerra Fría ha sucedido una amenaza para Occidente en forma de terrorismo islámico; una agresiva ideología anclada en una religión que se muestra feroz y despiadada en sus discursos y sus acciones.


Su propuesta final se basa en la implantación de regímenes teocráticos tradicionales, resucitando en pleno siglo XXI un formato de guerra religiosa que creíamos que había quedado en el pasado. Guerra religiosa unilateral, habría que precisar, puesto que no hay equilibrio entre las partes; antes al contrario: enfrentada a la exigencia teocrática islámica se encuentra una sociedad muy secularizada.


Libertad de mercados y globalización


Este enfrentamiento, tan desigual en todos los sentidos, se produce en un mundo cada vez más abierto, intercomunicado y globalizado. A pesar de los esfuerzos proteccionistas de muy distinto signo que se registran en muchas sociedades del planeta, la tendencia global parece imparable, y traerá consigo una apertura de mercados generalizada. Es difícil imaginar en el futuro un mundo con países aislados y compartimentados.


El capital humano y los recursos disponibles pueden trasladarse a una gran velocidad buscando oportunidades de asentamiento y desarrollo allá donde se encuentren. Cada país y cada zona del mundo compiten a su manera y con lo que tienen; unas, con mano de obra barata; otras, con recursos materiales; otras, con cualificación especializada. La globalización traerá consigo una distribución de tareas a lo largo y ancho del mundo adecuada a las distintas situaciones, pero con un mercado cada vez más abierto y global.


El consumo no distingue de procedencias, sino de calidad y precios. Este principio otorgará oportunidades que nunca existieron a amplias zonas del globo. El localismo y la autarquía, sobre los que se asentaban países cerrados y faltos de oportunidades, es un fenómeno que se verá reducido rápidamente en todas partes.


Comunicaciones e Internet


En nuestro mundo, las comunicaciones reales y virtuales constituyen la materialización de esa globalidad. Se mueven al tiempo personas e información. Nada más que en España, en 2010, despegaron o aterrizaron en algún aeropuerto español casi dos millones de aeronaves, el mismo año en que, en el mundo, se enviaron por Internet 210.000 millones de correos electrónicos. Imágenes, noticias, personas e información recorren el globo a toda velocidad, y esto no ha hecho más que empezar.


En 2025 esta tendencia se verá reforzada todavía más con la combinación de vuelos baratos y frecuentes e Internet más veloz en soportes móviles. Esta rápida comunicación está tomando formatos sectoriales en las llamadas redes sociales, una oportunidad única para el ser humano de integrarse en vías de comunicación y de transmisión de información que son autónomas y temáticas. El tradicional sueño del ser humano de hacer conocer su pensamiento a otros tiene en Internet el soporte ideal, aunque necesariamente caótico por su propia identidad. Pero esa facilidad de comunicación alienta sueños de libertad por todo el planeta.


A fin de cuentas, los sistemas totalitarios se basan en impedir por la fuerza que las gentes que los soportan puedan comunicarse. A mayor comunicación, más posibilidades de liberación para las gentes. El caso chino es, sin duda, el más extraordinario por su tamaño poblacional, y, sobre todo, por la mezcla de libertad parcial de iniciativa económica y totalitarismo de Estado. Será difícil que la China comunista no colapse como sistema político antes de 2025, ante la incapacidad de combinar ambas cosas. No será una situación tan caótica como la ocurrida en la extinta Unión Soviética, pero, sin duda, provocará fenómenos políticos de desintegración interior con una clara repercusión hacia el exterior.


Conclusión
En 2025, y en términos generales, la situación social de nuestro planeta será mejor que la actual, como la nuestra es mejor que la de hace 25 años. Será mejor porque la riqueza mundial habrá aumentado, así como su reparto; porque más naciones habrán mejorado el bienestar de sus gentes a través de la globalización y de sus oportunidades; porque habrá retrocedido la barbarie, y el totalitarismo, dejando más espacio a las libertades.


Nuestra peor pesadilla será la que ahora tenemos: el terrorismo internacional, que usará los mismos ágiles medios de comunicación que darán bienestar a las naciones. Pero, con sus luces y sus sombras, sin duda será un mundo algo mejor que el actual.


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