martes, 31 de mayo de 2011

Revitalizar el sindicalismo: El movimiento obrero en los Estados Unidos.

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En el presente año la ofensiva de la derecha conservadora norteamericana contra la organización sindical y sus derechos laborales aún vigentes, ha sido feroz, ha ido al encontrón social y político, sencillamente porque ante sus reducidas alternativas para salir de la crisis y la recesión, a través de su facilismo político, sólo piensan que liquidando los derechos sociales de los trabajadores o simplemente prohibiendo y limitando el funcionamiento del Sindicato, ellos creen cmo los directos responsables de la crisis, haber encontrado la solución o el inicio de la solución a la crisis. Pero al final, de nada ha servido, liquidar los derechos, arrasar con todos sus derechos sociales aún vigentes, !!! ya encontraron la salida y solución a la crisis estructural ¡¡¡. Pero hasta el día de hoy, ni liquidando los derechos laborales, menos limitando al máximo de los derechos sociales de los trabajadores se ha podido conseguir la más mínima alternativa a la salida económico, social y política a la crisis sistémica.


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Laura Ariovich: “En EE.UU. los empleadores iniciaron un ataque explícito para que no haya sindicatos en los lugares de trabajo”.
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Revitalizar el sindicalismo: El movimiento obrero en los Estados Unidos.


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Página /12 Domingo 30 de mayo del 2011.


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El nivel de sindicalización no llega al 12 por ciento en el mercado de trabajo de Estados Unidos. En la potencia mundial, las políticas económicas de desregulación en el marco de la globalización de las últimas décadas también tuvieron un alto impacto en el mundo laboral.


Por Natalia Aruguete


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En Estados Unidos las políticas económicas de desregulación en el marco de la globalización de las últimas décadas también tuvieron un alto impacto en la sociedad. En el mercado de trabajo, por caso, el nivel de sindicalización no llega al 12 por ciento. En este escenario, la investigadora Laura Ariovich investigó el proceso de revitalización del movimiento sindical norteamericano. En su visita por Buenos Aires para presentar su libro Organizing the Organized, Ariovich dialogó con Cash sobre las características de los “sindicatos organizadores” y las dificultades que enfrentan en Estados Unidos.


¿Por qué, en Estados Unidos, sólo el 12 por ciento de los trabajadores está sindicalizado?


–Porque se pasó de un mercado con un importante peso de la manufactura a uno con mayor concentración en los servicios. Cuando la manufactura retrocedió, los sindicatos no pudieron compensar las pérdidas organizándose en nuevos sectores. Después de los ‘70, cuando se achicó el sector público, empezó el declive neto en la proporción de sindicalización. Hoy, hay casi un 36 por ciento en el sector público, frente a un 6 ó 7 por ciento en el privado.


¿Qué otros factores influyeron en ese retroceso?


–El sistema legal se transformó en una estructura burocrática que frenó la sindicalización. El tercer factor es que los sindicatos quedaron cristalizados en formas organizativas que no les permitieron responder a los cambios de la estructura productiva. Quedaron aferrados a las conquistas logradas en vez de expandirse hacia nuevos sectores.


¿Qué sectores tienen menor nivel de sindicalización?


–El sector servicios. Originalmente, los sindicatos estaban compuestos por trabajadores de la manufactura: hombres y, mayoritariamente, norteamericanos. Hoy, algunos sindicatos están tratando de revitalizarse, pero es un proceso lento y con resistencias.


¿En qué consiste esa revitalización?


–Aparecieron distintos modelos. El que yo estudié se conoce como organizing local approach –yo lo traduje como modelo de “sindicato organizador”–, en oposición al tradicional modelo de “sindicato de servicios”. En los sindicatos organizadores, la búsqueda de recursos, la relación entre líderes y miembros y con los agentes externos, todo está centrado en el objetivo de conseguir nuevos integrantes.


¿En qué se diferencia del modelo tradicional?


–El modelo de servicios trataba a los miembros como si fueran clientes de una compañía de seguros, eran pasivos y su casi única obligación era pagar la cuota sindical. En el nuevo modelo se les pide que sean activistas: estar presente en las campañas de fidelización, colaborar cuando hay huelgas o manifestaciones, convocar a otros miembros y a sectores externos. Actividades de militancia.


¿Cuándo se burocratizaron los sindicatos?


–En el ‘30 los sindicatos que se hicieron fuertes en la manufactura tenían bastante activismo, pero después de los ‘50 se convirtieron en asociaciones burocráticas. Durante un tiempo hubo un acuerdo implícito entre empleadores y sindicatos, donde los empleadores respetaban a los sindicatos y éstos no generaban demasiados conflictos. Eso se rompió y los empleadores iniciaron un ataque explícito para que no haya sindicatos en los lugares de trabajo.


¿Qué obstáculos ve en esta transformación?


–El principal desafío es que los empleadores acepten al sindicato en el lugar de trabajo y no traten de empujarlo, echando a los trabajadores que quieran afiliarse o directamente negándose a tener negociación colectiva.


¿Y al interior de los sindicatos?


–Esta reforma requiere transferir recursos. Dejar de darles ciertos servicios a los miembros para organizar campañas de movilización, que implican una cantidad de recursos enormes. Yo estudié el caso de un sindicato organizador. Para poder hacer campañas más frecuentes y sostenerlas en el tiempo, los miembros, por ejemplo, dejaron de recibir asistencia personalizada en sus lugares de trabajo. No es una cuestión menor.


¿Por qué?


–Uno de los grupos son trabajadores que limpian las oficinas comerciales y en su lugar de trabajo hay conflictos constantes. Paradójicamente, al prestarles menos atención personalizada a los miembros, el sindicato empezó a poner en peligro su propia misión de sindicalización.


¿Qué diferencias encontró entre el sindicalismo norteamericano y el argentino?


–En Argentina, los sindicatos están ligados al poder político y la lucha política es casi intrínseca a la actividad sindical. En Estados Unidos, los sindicatos también tienen interés en participar políticamente pero no están ligados directamente. Allí hay una negociación: los sindicatos contribuyen con dinero en las campañas políticas, pero eso no garantiza que después los políticos hagan lo que el sindicato les pidió. La otra diferencia pasa por la estructura sindical, cómo se toman las decisiones, se organizan las reuniones o las campañas. Hay una manera de saltar al trabajo sindical que es muy profesional y, en ese sentido, es completamente distinto de lo que uno puede observar en la Argentina.


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lunes, 30 de mayo de 2011

Progresismo en Costa Rica?. “Avanzar hacia sociedades más democráticas e inclusivas, más ecológicas, igualitarias, justas, libres y pacíficas”.

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Así pensado, el concepto progresismo intentaría reflejar las complejidades de la sociedad costarricense actual según estas se manifiestan en los sectores políticamente más críticos. Ese progresismo fue, en términos generales, el que llevó adelante la lucha contra el TLC con Estados Unidos y fue entonces cuando vivió sus mejores momentos, reflejado en un vasto movimiento de organización y movilización y en un esfuerzo extraordinario de construcción de discursos y propuestas políticas e ideológicas. Pues ese progresismo de hoy día fue ese gran actor en aquella lucha contra el TLC, pero ahora desprovisto del ímpetu organizacional, la imaginación política y la creatividad expresiva que fueron sus grandes fortalezas de entonces. Y aunque debilitado, sigue siendo plural, heterogéneo y por lo tanto complejo. Lo es en su perfil clasista, en sus expresiones y construcciones culturales y en sus visiones político-ideológicas.


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Costa Rica es un país con estabilidad económica, política y social, lo que le permite que su población goce de ingresos y calidad de vida superiores a la de sus vecinos, y por encima del promedio de América Latina.
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Progresismo en Costa Rica?.


“Avanzar hacia sociedades más democráticas e inclusivas, más ecológicas, igualitarias, justas, libres y pacíficas”.


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Lunes 30 de mayo del 2011.


Luis Paulino Vargas Solís (especial para ARGENPRESS.info)



Cuando hablamos acerca del “progresismo en Costa Rica”, en realidad, ¿de qué estamos hablando? Reconozco que muchas veces he utilizado el concepto, y aunque usualmente procuro curarme en salud advirtiendo acerca de su vaguedad, no con ello he contribuido gran cosa a disipar la nebulosa.

En su momento tuve muchas vacilaciones acerca de la sola utilización del término. Lo de “progreso” conlleva reminiscencias no siempre agradables: teorías de la modernización (Rostow o bien las siliconadas versiones de “última generación” tipo Sachs), como tiene un inevitable tufo burgués que evoca crecimiento económico justo en tiempos cuando esa forma de concebir la economía exige un profundo replanteamiento.



Pero, en fin, me dije que se podía intentar darle nuevos significados al concepto y pensarlo más bien como un avanzar hacia sociedades más democráticas e inclusivas, más ecológicas, igualitarias, justas, libres y pacíficas ¿Tendrá sentido? En algún momento decidí que sí y que en el camino procuraría acomodar las cargas.



Entonces, y según los conceptos políticos tradicionales (cada vez más inapropiados), entiendo que progresismo es un término que intenta contener a ese abanico político multicolor que se sitúa desde el centro político hacia la izquierda, hasta llegar a un punto de quiebre, a la izquierda de la izquierda, donde los discursos y las prácticas políticas adquieren un registro muy distinto, lo cual rompe las posibilidades de interlocución.



Así pensado, el concepto progresismo intentaría reflejar las complejidades de la sociedad costarricense actual según estas se manifiestan en los sectores políticamente más críticos. Ese progresismo fue, en términos generales, el que llevó adelante la lucha contra el TLC con Estados Unidos y fue entonces cuando vivió sus mejores momentos, reflejado en un vasto movimiento de organización y movilización y en un esfuerzo extraordinario de construcción de discursos y propuestas políticas e ideológicas.



Fue un movimiento descentralizado y heterogéneo o, quizá mejor, una confluencia multicolor de movimientos y propuestas organizativas. Justo por ello siempre me han parecido desencaminados los diagnósticos -que se siguen repitiendo- acerca de que la debilidad de ese gran movimiento estuvo en la ausencia de un liderazgo fuerte, o bien en la carencia de una estrategia unificada (o en ambas cosas al mismo tiempo). La verdad es que nadie entre quienes intentaron jugar un papel de liderazgo –fuesen individuos o comisiones de coordinación o enlace- tenían más que algunas vagas e inciertas posibilidades de dirigir algo que se construyó desde lo diverso, como un entretejimiento de múltiples iniciativas.



No sé si esa insistencia en una conducción centralizada y un liderazgo fuerte sea acaso la pervivencia en el imaginario de algunas izquierdas de la vieja (y al parecer anhelada) proclama de “comité central mande”. El caso es que aquella fuerza social del no al TLC se movió como lo que era: un complejo diverso y heterogéneo. Fue un enorme ejercicio de construcción democrática autónoma, donde se acumularon logros extraordinarios como probablemente también se cometieron muchos errores, pero no creo que ninguno de estos haya tenido que ver con la negativa a someterse a una conducción autoritaria y centralizada.



Y cuando se diserta acerca de cuál debió ser la estrategia correcta, afirmando que la que se aplicó no lo era, interpreto que se nos dicen que la gente, el pueblo organizado y movilizado democráticamente, estaba equivocado. Y entonces, ¿es que acaso el pecado estuvo en un “exceso” de democracia?



Pues ese progresismo de hoy día fue ese gran actor en aquella lucha contra el TLC, pero ahora desprovisto del ímpetu organizacional, la imaginación política y la creatividad expresiva que fueron sus grandes fortalezas de entonces. Y aunque debilitado, sigue siendo plural, heterogéneo y por lo tanto complejo. Lo es en su perfil clasista, en sus expresiones y construcciones culturales y en sus visiones político-ideológicas.



Justo esa complejidad hace que resulte tarea muy ardua la de encontrar fórmulas sintéticas por medio de las cuales explicar lo que ese progresismo es. Que quede claro: no pretendo generalizar, sino tan solo caracterizar tendencias o manifestaciones más o menos dominantes. Por ejemplo, la existencia de un imaginario de justicia social que, la mayoría de las veces, gira alrededor de un eje principal: el papel asignado al Estado social de derecho. Aparece una opción por la organización democrática autónoma junto a un discurso patriótico-nacionalista relativamente bien posicionado, el cual se expresa en la defensa del patrimonio institucional y natural de Costa Rica. Por esa vía se establece un ligamen, en general bien definido, con el ambientalismo en sus múltiples expresiones: desde las luchas por el agua a la defensa de las reservas y parques nacionales. La vena patriótica ocasionalmente se vuelve anti-imperialista, pero a veces también da lugar a discursos –por lo menos en boca de alguno o algunos ideólogos- con una carga nostálgica y mitificada que resulta incluso reaccionaria (ello se expresa, por ejemplo, en la exaltación emocional y acrítica de viejos caudillos y en las visiones patriarcales y bucólicas de un pasado presuntamente igualitario).



Los pueblos indígenas o el campesinado y la seguridad alimentaria, como también la denuncia de las corruptelas de las oligarquías dirigentes, suscitan expresiones más o menos enérgicas por parte de las diversas vertientes de este progresismo. Pero no es infrecuente que se muestre conservador en lo moral y bastante “demodé” en cuestiones culturales. Por ello, no son inusuales los desencuentros en asuntos de género o juventudes, la casi incomunicación con las feministas y una indisimulada homofobia que, en el mejor de los casos, se expresa como un profundo desprecio hacia las personas sexualmente diversas.



El estado de debilitad en que se encuentra ha llevado al progresismo costarricense a pactar con sectores con los que apenas ayer estuvo enfrentado, tal cual se ha visibilizado en la reciente constitución de la alianza parlamentaria opositora. Pero esto último mejor dejarlo para una reflexión posterior.


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La tasa Tobin, al ataque.ATTAC el movimiento anti-globalización, el impuesto a las transacciones financieras y la lucha contra la pobreza mundial.

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El impuesto a las transacciones financieras o la Tasa Tobin ha sido y es hoy una de las principales banderas de lucha de los movimientos antiglobalización- Precisamente la ATTAC - (Asociación para la Tasación de las Transacciones y Ayuda al Ciudadano), a nivel mundial hoy la presenta no solamente para exigir que todas las transacciones financieras - que actualmente movilizan más de 3 billones diarios de dólares - paguen un impuesto con la finalidad de que los organismos internaciones de lucha contra la pobreza, mejor educación, mejor calidad de atención en salud, etc. sino que cerca de los 800 mil millones ded dólares que se calcula deben tenerse como impuestos cada año sirvan también para Salvar el Planeta, porque la destrucción y contaminación de la Madre Naturaleza avanza a diario, pero los Estados y los Gobiernos absolutamente sus polìticas son muy blandas frente a este nuevo crimen que impone el capitalismo en su nueva fase la del capitalismo por despojo.
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La tasa Tobin, al ataque.



ATTAC el movimiento anti-globalización, el impuesto a las transacciones financieras y la lucha contra la pobreza mundial.


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Contra la voluntad de su creador, la propuesta se convirtió en un símbolo de la lucha contra la dimensión especulativa de la globalización. Lo que podría recaudarse y lo que podría financiarse. Resistencias por derecha e izquierda.



Por Humberto Zambón.


Domingo 29 de mayo del 2011.



James Tobin (1918-2002) fue un economista norteamericano, asesor presidencial, que recibió el premio Nóbel en 1981 por sus análisis de los mercados financieros y la relación de los mismos con la economía real. En 1971, cuando Estados Unidos anunció el fin de la conversión del dólar en oro y en el mundo se instauró el sistema de cambio libre flotante, propuso la creación de una tasa internacional sobre todas las operaciones de cambio; su propuesta era una tasa muy baja, del 0,1%, para no afectar al comercio internacional ni a la inversión a largo plazo, pero si con el nivel suficiente como para disuadir las operaciones especulativas a muy corto plazo.



No tuvo mayor eco, hasta que en 1997 Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, retomó la idea y creó una asociación, ATTAC (Asociación para la Tasación de las Transacciones y Ayuda al Ciudadano), cuya finalidad era luchar para la instauración mundial de la tasa Tobin para combatir la especulación y, con lo recaudado, luchar contra la pobreza mundial. Así, la tasa Tobin devino en una de las banderas de los movimientos “anti-globalización neoliberal”, cosa que Tobin no compartió; por el contrario, rechazó sin éxito lo que consideraba un uso abusivo de su idea. Finalmente, el nombre de tasa Tobin se impuso e, ironías de la vida, será por ello que la historia recordará a este economista.



100 mil millones de millones de dólares.



Para tener una idea de lo que estamos hablando, es bueno recordar algunas cifras. El producto bruto mundial (es decir, el total de bienes y servicios producidos durante un año por todos los países de la tierra) suma, aproximadamente, 60 billones de dólares; las exportaciones mundiales 5 billones y el total de las reservas existentes en todos los bancos centrales suman 1,2 billones. Algunos autores calcularon que el total de transacciones financiera al cabo del año podrían ser de unos 100 billones, más que todo el producto y varios veces el total del comercio de bienes. La Unctad (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo) estimó la posibilidad de recaudar con la tasa Tobin un total de 720 mil millones de dólares anuales; para tener una idea de la magnitud de esa cifra, basta compararla con el Producto Bruto argentino; unos 330 mil millones.



Pero la cifra parece exagerada; en un trabajo de ATTAC del 7 de mayo del corriente año, se hace una estimación más precisa, teniendo en cuenta las dificultades para instalarla, la evasión impositiva y el carácter disuasivo para la especulación financiera que tendría la tasa (hay que tener en cuenta que miles de millones de dólares se mueven diariamente especulando por pequeñas diferencias); estiman, con una tasa del 0,05% una recaudación de 100.000 millones de dólares anuales; duplicando la tasa (0,1%) este monto subiría a 166.000 millones y con una tasa del 0,25% a 290.000 millones. Lógicamente, la aplicación de la tasa, tal como pide ATTAC, debe ser a escala universal y hecha por un organismo internacional, con la recaudación destinada a combatir la pobreza extrema en todo el mundo.



Lo que podría financiar



Para imaginarnos qué se podría hacer con ese dinero se puede recurrir a un informe de las Naciones Unidas (Unctad, Informe sobre Desarrollo Humano, 1998). En el informe calculan que lograr la universalización de la enseñanza básica (nivel primario) requeriría 6.000 millones de dólares anuales; agua y saneamiento para todos, 9.000 millones, salud reproductiva para todas las mujeres 12.000 millones y salud y nutrición básica para todos 13.000 millones. Suponiendo que por la devaluación del dólar y los encarecimientos producidos en estos 13 años, este presupuesto debería ajustarse subiéndolo una vez y media, el total de los programas enunciados requerirían fondos anuales por 100 mil millones de dólares, exactamente la cifra mínima prevista a recaudar por la tasa Tobin. Las cifras son suficientemente elocuentes para no abundar en comentarios.

Propuestas


La profunda crisis económica desatada a partir del año 2008 por el exceso de especulación y la globalización financiera descontrolada puso nuevamente sobre el tapete la necesidad de regular la circulación de capitales y la posibilidad de aplicar un impuesto internacional como propuso Tobin. En este sentido la Comisión de Economía del Congreso Español en marzo de este año aprobó por 21 a 16 una propuesta de Izquierda Unida e Iniciativa per Catalunya Verds, que contó con el apoyo del PSOE y de la izquierda en general, para proponer en el Consejo Europeo y en el G-20 la “creación de un impuesto que disuada a los inversores financieros a realizar operaciones únicamente especulativas”, con una tasa del 0,05% (a pagar mitad por el comprador y mitad por el vendedor). Por otro lado, en la constitución del Banco del Sur se prevé –para darle independencia financiera de los grandes organismos internacionales de crédito– aplicar una tasa Tobin a todas las transacciones financieras de la región, fondos que el Banco se encargará de canalizar para el desarrollo social y económico de América del Sur.

Resistencias


Claro está que los proyectos de aplicar la tasa Tobin generaron grandes resistencias; en primer lugar de los sectores financieros y de los centros de poder, así como de los teóricos y políticos de la derecha, que ven una amenaza a la libre circulación de los capitales y un ataque al funcionamiento del libre mercado. Pero también hubo críticas de la izquierda; por ejemplo, el destacado economista y exponente de la lucha contra la dependencia económica, Samir Amín, sostuvo que “controlar la especulación es querer controlar los síntomas sin ocuparse de la enfermedad”. Creo que es cierto; lo óptimo sería terminar con toda especulación financiera, básicamente improductiva y parasitaria, pero es un problema de correlación de fuerzas: si no existe poder suficiente para eliminarla, por lo menos hay que empezar a controlarla y a gravarla impositivamente; dejar de hacerlo porque parece poco es renunciar desde el principio a seguir avanzando. Acá también se puede aplicar el refrán de “lo óptimo suele ser enemigo de lo bueno” .


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domingo, 29 de mayo de 2011

Valores para reformular la democracia. “Compromiso, integración social, autonomía, eficacia, calidad e igualdad democrática y voluntad popular”.

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Abordar la problemática de la Democracia en América latina. Como hoy en Europa o concretamente en nuestro país, es realmente un tema sumamente complejo y múltiple además de su carácter polisémico. Frente a la democracia liberal representativa, vigente, hegemónica, (in)surge en varios países de América latina, movimientos políticos contestatarios, críticos y profundamente polarizados. Igualmente hoy en Europa, no solamente el movimiento juvenil M-15, “los indignados”, cuestionan profundamente la democracia vigente que "se cae en pedazos" ante su incapacidad de poder dar o presentar un salida viable, oportuna a la crisis y la recesión que está terminando con lo último que aún queda del Estado de Bienestar - Estado Keynesiano -.



Hoy en América Latina, o en nuestro país donde estamos a puertas de un gran proceso electoral que definirá los rumbos históricos hacia el "Bicentenario" y saber qué tipo de país queremos construir para las próximas generaciones, la democracia pasa por una profunda, prolongada y acaso crisis "final", por haberse elitizado, solamente mirar hacia una dirección - hacia los de arriba - escuchar a uno sólo - a los del poder vigente y dominante, el neoliberalismo - por no haber escuchado y menos atendido nunca a las comunidades históricas y menos a los pueblos originarios. Por el contrario, cuando se presentó la oportunidad en coyunturas polarizadas, fue para reprimir, para demonizar y criminalizar sus movimientos, reclamos y plataformas de lucha. Jamás llegó al Perú Profundo y menos tiene la posibilidad de llegar, comunicarse, convivir, integrar, así como hoy funciona con sus instituciones representativas en crisis, por falta de legitimidad en la opinión pública, no llegará menos tendrá la capacidad y calidad política de ser parte de un proceso de consenso y concertación y menos aún llegar, conectarse, participar, ser parte integrante, de una democracia solidaria, dialogante, de una democracia del trabajo, de una democracia de la tierra, y así algún día llegue al corazón del pueblo.


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Igualdad, Integración, Comunicación, Participación y Solidaridad en la Diversidad Democrática.

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Valores para reformular la democracia.


“Compromiso, integración social, autonomía, eficacia, calidad e igualdad democrática y voluntad popular”.


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Antonio Leal.


Director del Magíster de Comunicación y Ciencia Política de la U. Mayor. Ex presidente de la Cámara de Diputados


Domingo 29 de mayo del 2011.


Cuando la globalización es el eje del mundo y por tanto se plantea también el desafío de la “democracia global”, aparece evidente que los confines establecidos, desde la Revolución Francesa en adelante, por el liberalismo procedural democrático y por su léxico, si bien continúan siendo un prerequisito para la existencia de un sistema democrático, no sólo no agotan las potencialidades y las exigencias de la democracia, sino que plantean la necesidad de redefinir horizontes teóricos, espirituales y hasta antropológicos adecuados a los desafíos del mundo de hoy.


Frente a ello, siguiendo las intuiciones del filósofo italiano Salvatore Veca, cabe identificar un “paquete” de valores para una teoría política de la democracia que puede indicar caminos descriptivos y normativos nuevos en el carácter de las instituciones y en la relación de ellas con los ciudadanos.


Comencemos hablando del concepto de integración. Como sabemos, para Hans Kelsen la democracia es definida como un régimen donde la “voluntad colectiva” se expresa a través de partidos que representan intereses de corrientes sociales y cuya competencia es en sí misma un conflicto regulado que termina en un compromiso. Es decir, el equilibrio social reposa en un acuerdo recíproco. Sin embargo, para que éste se produzca, se requiere, como precondición necesaria, que mayorías y minorías tengan una homogeneidad cultural respecto de las reglas, los valores y las instituciones que caracterizan a una democracia. Si ello se da coherentemente y todos deciden competir y colaborar en el marco de reglas comunes de la democracia, entonces las líneas alternativas que cada sector legítimamente expresa, pueden consensuarse o diferenciarse, aunque en un ámbito de integración y de integridad que solvente la estabilidad política de la sociedad en su conjunto.


En democracia, “ninguno puede decir ser el mejor si no se lo dicen los demás”. Esto, obviamente, tiene que ver con la “cualidad” de la relación entre gobernantes y gobernados, donde el valor de la “capacidad de respuesta” de la sociedad es clave, sea para seleccionar los intereses generales o para evitar el “narcicismo” del poder, cuestión muy pertinente en la gran sociedad telemática que vivimos.


Por ello, Kelsen delinea filosóficamente como la mejor cohabitación del orden colectivo, un régimen fundado en el valor de la integración social y de la integridad en tanto tejido de principios condivisibles, compartibles, que se transformen en valores comunes para todos. Si ellos no existen, ese régimen democrático es feble, amorfo, irresistente al debate de ideas, susceptible de quebrarse frente a los conflictos, dado que los consensos son instrumentales y coyunturales justamente porque falta una base común de la cual partir para ejercer los acuerdos y las diferencias en las opciones que se colocan frente a la sociedad.


La cuestión central para Kelsen continúa siendo el rescatar el concepto de la autonomía o de la libertad individual en contraposición a la coacción e, incluso, a un orden colectivo rígido. La democracia es, justamente, aquella construcción política que tiende a maximizar la autonomía y a minimizar la coacción en tanto instituto normativo.


El otro aspecto es el de la eficiencia. Podemos partir de la concepción de Schumpeter, quien afirma que el ciudadano, más que asumir el rol de actor autónomo de elecciones racionales, está bajo la influencia de grupos, de actores colectivos, que modelan su información, determinan la interpretación de sus intereses y, por ende, de su capacidad electiva. Ello le hace decir que “la voluntad popular es el producto, no la fuerza propulsiva del proceso político”. Por tanto, en la teoría competitiva de la democracia propuesta por Schumpeter, los electores eligen a quienes deciden sobre la base de una oferta política, producida por operadores o partidos políticos en competición entre ellos.


En estas condiciones, la eficiencia del método democrático deriva, según Schumpeter, de la cualidad de la leadership democrática –es decir, de los procedimientos de selección de quien gobierna o toma las decisiones en nombre de los electores-, de los temas sobre los cuales se debe decidir, o sea, la idea de seleccionar un número de aspectos que restrinjan la arena de la competencia política a asuntos claves concernientes a los intereses generales de largo alcance. Lo primero se refiere a los criterios de selección sobre quién decide, lo segundo a qué cosa se decide.


Schumpeter agrega otras dos condiciones: la eficacia y la calidad de los aparatos administrativos y el autocontrol democrático de la sociedad. De esa manera la “eficiencia democrática” comprende una definición de cómo opera la racionalidad del elector sobre quien decide y sobre las cosas que se deben decidir de acuerdo a su criterio autónomo mediado por los partidos u otros agentes de estructura intersocial.


Se incorpora, también, la idea de la “rispondenza” o capacidad de respuesta, sobre la cual nos habla el politólogo italiano Giovanni Sartori, en su rica elaboración sobre la democracia, donde coloca de relieve el permanente desnivel entre idealidad de la democracia. Las directrices dentológicas que subraya Sartori dicen relación con tres conceptos claves: igualdad, soberanía popular y autogobierno. La igualdad democrática implica la existencia de una normatividad que garantiza la indiscriminación por raza, sexo o clase. En tanto, la soberanía popular se expresa en la decisión electoral, fase de tránsito de los procesos políticos en democracia.


Sartori plantea la necesidad de que este proceso sea considerado globalmente, es decir, que las condiciones del “ex ante” de la decisión electoral y del “ex post” tengan una nítida interacción. La democracia es, según esta visión, la configuración de un poder distinto a la anarquía y a la autocracia. Debe existir la gobernabilidad pero ella debe tener “rispondenza”, correspondencia, al interés de quienes generan el poder, los ciudadanos, y éstos deben tener “capacidad de respuesta” para controlar y contestar el operado de la autoridad y, esta última, debe ser efectivamente controlable. Desde el punto de vista filosófico, la “rispondenza” exige la correspondencia de la autoridad política con la naturaleza social del bien común y con el reconocimiento de los méritos para gobernar.


En democracia, “ninguno puede decir ser el mejor si no se lo dicen los demás”. Esto, obviamente, tiene que ver con la “cualidad” de la relación entre gobernantes y gobernados, donde el valor de la “capacidad de respuesta” de la sociedad es clave, sea para seleccionar los intereses generales o para evitar el “narcicismo” del poder, cuestión muy pertinente en la gran sociedad telemática que vivimos.


Basándose, justamente, en la idea de que vivimos una “evaporación conceptual” de la democracia, Sartori delinea una visión que abarca los temas de la soberanía, del consenso, de la representatividad y de la igualdad, y busca sustancia la política a través de una confluencia de instancias que son fruto de la elaboración, ya sea de Kelsen o de Schumpeter, y que han marcado el pensamiento teórico de nuestro siglo. De Kelsen descienden procedimientos y técnicas de la configuración del Estado. A partir de Schumpeter surge la reproposición “aggiornata” del vínculo que liga la racionalidad de los mecanismos del mercado a un sistema político cuyas decisiones están entregadas a la élite gobernante.


Para Sartori, uno de los límites de la democracia representativa reside en que los electores no deciden sobre las “cuestiones”, sino sobre quienes deberán, en definitiva, decidirlas. Esto hace que el elemento técnico de la competencia por el poder absorba enteramente el espesor conceptual de la política y, con ello, que se evaporen valores y principios de la democracia, que deben estar más ligados a la idea de que la voluntad popular tiene, en un Estado de derecho moderno, un permanente y verdadero valor fundacional. Si este proceso se lleva a cabo desconociendo esta premisa básica, entonces la política se transforma en autorreferencial y, con ello, en una técnica para especialistas despojada, por tanto, de control y de rispondeza para con los verdaderos actores de la representación democrática.


Otro de los aspectos claves de esta escala valórica de la democracia es el gran tema del pluralismo. Varios analistas han destacado que éste aparece como “extraño”, aunque consustancial a la democracia. Ello tiene que ver con la tensión filosófica que existe entre elección individual y elección colectiva, entre la tesis de liberalismo democrático-“una cabeza un voto”-, y la representación de todos los intereses plurales de la sociedad.


Es justamente Norberto Bobbio, quien incluye, en la larga lista de promesas incumplidas de la democracia, aquella que dice relación con la dialéctica entre las exigencias individuales y las realidades plurales, entre protagonistas y “cuerpos intermedios” y el riesgo de constituir “sociedades parciales”, que reemplazan y condenan al anonimato a los individuos soberanos y autónomos.


A ello se refiere lo que podríamos sintetizar como el dilema Rousseau –Tocqueville, la representación política que transforma su naturaleza y sus funciones hasta el punto de absorber el conjunto de las voces de la sociedad civil.


Sería fácil, desde el punto de vista filosófico, entregar una larga lista de razones sobre la prevalencia del individualismo que supone también aquellas a favor de la igualdad política de la ciudadanía y una forma de liberarse del peso, a veces asfixiante, de las corporaciones que organizan los intereses. Sin embargo, como por lo demás lo ha demostrado ampliamente Dalh, el problema no puede ser visto sólo para “alivianar” el peso de la estructura social.


Sin embargo, en una democracia de ciudadanos autónomos, es necesario tener presente también los costos del pluralismo. Rokkan lo expresa gráficamente: “los votos cuentan, pero las organizaciones deciden”. Muchas veces las organizaciones bloquean el “status quo”, estabilizan y refuerzan las desigualdades al defender unilateralmente sólo los derechos de sus asociados, fragmentan los intereses de largo tiempo, establecen prioridades de acuerdo al poder de dichas organizaciones en la sociedad y, esencialmente, en los medios de comunicación, colocan intereses parciales inmediatos por sobre los intereses más generales y más inclusivos de la sociedad, y distorsionan los tiempos limitando las acciones de futuro.


Si se consolida una forma de hacer política que interviene sólo en aspectos singulares, que reivindica sólo intereses parciales, que parte de la fragmentación y de la disolución de las formas de sociabilidad, entonces se corre el riesgo de que todo sea reducido a micro solidaridades corporativas y al intento de agregar sólo intereses egocéntricos, y que se renuncie a dotar la democracia de un “sentido” general, razón de fondo de la gran política.


Por tanto, sólo el pluralismo de las “organizaciones”, de los “partidos” acrecienta la impotencia institucional, crea vínculos de colusión entre gobernantes, erosiona las bases de la igualdad política de los gobernados, y genera una extendida apatía, indiferencia y egoísmo social. Por ello, el problema consiste en encontrar un punto de equilibrio, de “rispondenza”, entre los beneficios inestimables del pluralismo y sus costos, y, tal vez, el tema debe expresarse en términos que atingen, más que a la irrenunciable democracia pluralista, a la necesidad de articular un verdadero pluralismo democrático que no sólo sofoque, sino que, por el contrario, exalte el tema de las opciones, de las libertades, de la autonomía de los ciudadanos.


La crisis crecientes de las instancias de representación tienen que ver, a mi juicio, con este tema de fondo.


El otro gran valor que se incorpora como parámetro de la democracia moderna es el de la igualdad. Ciertamente, existen diversas aproximaciones filosóficas al tema y que tienen que ver, entre otros aspectos, precisamente con la relación entre individualismo y pluralismo, ahora referido a los valores, a la variedad de opciones, no sólo institucionales, sino, también de vida, dentro de una sociedad democrática.


Una de las respuestas es la teoría sobre la justicia de Rawls, entendida como equidad, y donde esta visión del pluralismo se coloca en el centro de la concepción de la equidad social. Según Rawls, la concepción de justicia requiere de un espacio mínimo condivisible, de un consenso que se exprese y se sostenga de manera estable entre quienes tienen concepciones completamente diferentes. Es decir, la teoría de vivir conjuntamente contiene valoraciones respecto de aquello que es bueno para la vida de todos. En el subconjunto están incorporadas aquellas nociones de lo que es justo para el diseño de las instituciones fundamentales en relación a las perspectivas de los ciudadanos.


La idea de igualdad, y particularmente de la igualdad de status y de respeto –aquello que Sartori, invocando a los atenienses, llama “isotomía”-, supone principios de justicia distributiva que están destinados a modelar una justa colocación de los ciudadanos en los beneficios económicos de la sociedad.


Esto implica también una profunda visión ética pública, que es una sección de la teoría moral que identifica los criterios para valorar de la forma como las instituciones establecen equidad en el proceso de desarrollo pensando en todos los ciudadanos y no sólo en los “ciudadanos propietarios”.


Otro tipo de respuesta es la que nos entrega Michael Walzer, para quien a partir del sentido de pertenencia a una sociedad, hombres y mujeres deben proyectarse en el terreno de una “igualdad compleja” que, de acuerdo con el mapa de pluralismo existente en la sociedad, supone grados de diferenciación en la distribución de los bienes. Una democracia, según Walzer, supone la diferenciación, el arte de la separación, para que sea efectivamente pluralista, en tanto el monopolio de la política se expresa en el factor liberal de “estar juntos en la electividad de opciones”.


De esta forma, la democracia, aún cuando permanece en su esencia como una forma política, capaz de estructurar sistemas de ejercicio del poder social, se dilata hasta comprender las relaciones generales del ejercicio de toda libertad humana: ella se transforma, logra ser, de esta manera, el verdadero paradigma y juez de todo modelo de organización social, de todo proceso en el cual el hombre decide con otros hombres.


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sábado, 28 de mayo de 2011

El caso Dominique Strauss-Kahn: La cara esperpéntica del poder dominante. El "fin" del político Socialista francés.

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Dominique Strauss-Kahn ya no es el director-gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Ya no es el personaje más poderoso de las finanzas mundiales, y como perdió dos de los principales valores que cuentan en el sistema financiero global — confianza y credibilidad—, ya no tendrá cabida en el mundillo de los poderosos banqueros y ministros de Finanzas. Ya perdió la posibilidad de ser el Presidente de Francia. Leemos con más frecuencia que, como decimos comúnmente en nuestro país “le hicieron la camita” por sus antecedentes que tenía. Con el tiempo sabremos si es cierto o no, pero como hay muchos amigos que sí lo creen y muchos académicos y algunas agencias de noticias, de uno de ellos, obtuvimos los elementos de lo que se considera pruebas. Resulta que se enfrentó a los llamados poderes fácticos —esos que no se ven, pero cómo influyen, como dominan cómo mandan e imponen—: “No queremos volver a la época en que un puñado de países dominaban la situación”.

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El caso Dominique Strauss-Kahn: La cara esperpéntica del poder dominante. El “fin” del Político Socialista francés.


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Viernes 27 de mayo del 2011.



Alejandro Teitelbaum (especial para ARGENPRESS.info)



I. El acoso sexual es un lugar común en las altas esferas políticas y económicas, tanto en los Estados nacionales como en las organizaciones internacionales, aunque son pocos los casos que trascienden a la opinión pública.

Pero el último episodio protagonizado por Strauss-Kahn tuvo una enorme repercusión mediática y pública por un concurso de circunstancias: a) DSK no está imputado de acoso sexual sino de violación, que es un delito particularmente repugnante, mucho más grave que el acoso y b) la notoriedad del imputado, como Director del Fondo Monetario Internacional y plebiscitado en Francia por los sondeos (antes de su arresto) como seguro ganador de la elección presidencial en el caso de que se hubiera presentado como candidato.



El 16 de marzo último escribíamos en Argenpress (El dilema de Francia): “...Dominique Strauss Kahn, actual Director del Fondo Monetario Internacional (nombrado con el apoyo de Sarkozy), un inveterado liberal que no tiene nada siquiera de socialreformista. Strauss Kahn fue ministro de economía de Lionel Jospin, durante cuyo Gobierno se batió el récord de privatizaciones de empresas y servicios públicos y el alineamiento de Francia sobre el enfoque neoliberal de la construcción europea fue completo”.



Cabe agregar que como Director del FMI ha llevado puntualmente a la práctica (con un barniz social puramente verbal) la inalterable política del Fondo de hacer pagar a las clases populares la insaciable e incontrolada voracidad del gran capital financiero e industrial, aun en tiempos de crisis, con la complicidad de los gobiernos de turno.



Es un delirio sostener que DSK había dado un giro social a la política del FMI y que, como algunos dicen, es un “amigo de los griegos”. Basta preguntarles a los mismos griegos que manifiestan en las calles y hacen huelgas masivas contra las políticas de austeridad y las privatizaciones impuestas por el binomio FMI- Comisión Europea.



Las protestas se generalizan en todos los continentes porque el empobrecimiento relativo (el incremento de la brecha entre ricos y pobres es una constante del sistema capitalista en todo el mundo) se ha transformado ahora en empobrecimiento absoluto: las clases populares tienen cada vez menos recursos para vivir, ya se trate de salarios, empleos, jubilaciones, seguridad social, servicios públicos, etc.



En el artículo ya citado del 16 de marzo escribíamos: ... “Y para las próximas elecciones presidenciales si el Partido Socialista, en lugar de buscar el candidato que pueda juntar más votos (ya fracasó con Segolène Royal con esa estrategia en 2007), no se ocupa de promover una coalición de izquierda en torno a un programa para sacar a Francia del marasmo...”.



El candidato favorito de los sondeos era DSK porque es un hombre del sistema, preferido por buena parte de las clases dominantes para suceder a Sarkozy, promovido por los medios de comunicación (“brillante economista” , etc.etc) y que sería votado por los “progres”, una parte del electorado de derecha y, como suele suceder, por una parte de las clases populares.



Con la candidatura de DSK el Partido Socialista hubiera asumido una doble grave responsabilidad: ponerle la estampilla de socialista a un neoliberal y promover para el ejercicio de una elevada función a un personaje inapto para ejercer altos cargos en razón de su compulsividad sexual aparentemente irrefrenable, conocida desde hace tiempo por sus “camaradas” y por toda la elite política francesa.



Sea como fuere, la victoria de Strauss-Kahn en las elecciones no hubiera sido de manera alguna una victoria de la izquierda, como algunos pretenden, sino cambiar algo para que todo siguiera igual.



II. El “affaire” DSK ha constituído un revelador de la miseria moral de buena parte de las elites francesas que en los primeros momentos desbordaron de declaraciones machistas y clasistas en defensa de DSK: cómo creer a una “mucama”; si algo pasó en todo caso no murió nadie; DSK es un “seductor” pero no un violador; es sólo un asunto de faldas con una “doméstica”; lo han tratado como a un delincuente común y no con la dignidad debida a un hombre de su nivel (reacción de casta: ante la Justicia, todos son iguales pero algunos “son más iguales que otros”). Ni una palabra de duda y menos de compasión para la mujer víctima presunta.



Se habló mucho de la “presunción de inocencia” de DSK pero no de la “presunción de veracidad” de la joven mujer.



La reacción de movimientos feministas ante el deborde sexista llevó a que se produjeran algunas rectificaciones “políticamente correctas”.



Si el sistema judicial estadounidense merece muchas y muy serias críticas, no es precisamente por haber dado a DSK, autor presunto de un grave delito común, el mismo tratamiento que se le da habitualmente en Estados Unidos a un ciudadano cualquiera en las mismas circunstancias: fotografías, filmación de las audiencias, etc.



Poco se ha hablado en cambio de la desigualdad flagrante existente en el sistema judicial estadounidense a favor de los que disponen de mucho dinero para organizar su defensa (los mejores y más influyentes abogados, costosas investigaciones privadas para demoler la reputación de la víctima) y la posibilidad de ser excarcelado pagando una multimillonaria caución.Todo lo cual en este caso ha jugado a favor de DSK.



De manera más general, el sistema judicial estadounidense es muy criticable por las enormes presiones políticas y económicas que reciben los tribunales cuando en los litigios están en juego intereses económicos de grandes empresas (leer El Contrato de John Grisham) o cuestiones claves de la política del Gobierno: la condena de los cinco cubanos que intentaban prevenir atentados terroristas contra Cuba y la absolución del terrorista Posada Carriles.



III.- Hay varias razones para descartar que Estados Unidos haya complotado para librarse de DSK como Director del FMI.



Si DSK fue elegido Director ha sido con el acuerdo de Estados Unidos, que por cierto examinó cuidadosamente su currículo y sus “aptitudes” ideológicas para el cargo.



Si Estados Unidos hubiera querido sacar a Strauss- Kahn de la dirección del FMI, tuvo la oportunidad de hacerlo cuando se revelaron en octubre de 2008 los amoríos del “gran seductor” con su subordinada Piroska Nagy. O esperar que Strauss-Kahn dejara el puesto antes de fin de año para presentar su candidatura a la elección presidencial en Francia.



Es curioso que adhieran a la teoría del complot desde Paul Craig Roberts, que fue Secretario del Tesoro de Reagan hasta gente que se dice de izquierda. Hay que decir que la teoría del complot tiene un ligero tufillo sexista y clasista: es muy difícil creer a una mujer, humilde trabajadora, que dice haber sido víctima de la violencia sexual de un señor distinguido y poderoso.



IV.- Entre los defensores de izquierda de DSK hay quienes disertan acerca de que se ha violado su inmunidad diplomática como Director del FMI. Aunque reconocen que nadie, ni los defensores del imputado, han invocado dicha impunidad.



Citan la Sección 11 de la Convención de la ONU sobre Privilegios e Inmunidades: “Se acordará a los representantes de los Miembros en los órganos principales y subsidiarios, y a los representantes a las conferencias convocadas por las Naciones Unidas, mientras éstos se encuentren desempeñando sus funciones o se hallen en tránsito al lugar de reunión y a su regreso, los siguientes privilegios e inmunidades: “a) Inmunidad contra detención o arresto personal y embargo de su equipaje personas y respecto a todos sus actos y expresiones ya sean orales o escritas en tanto se encuentren desempeñando sus funciones en dicha capacidad, e inmunidad contra todo procedimiento judicial”.



Pero olvidan la Sección 20 del mismo Convenio: “Los privilegios e inmunidades se otorgan a los funcionarios en interés de las Naciones Unidas y no en provecho de los propios individuos. El Secretario General tendrá el derecho y el deber de renunciar a la inmunidad de cualquier funcionario en cualquier caso en que, según su propio criterio, la inmunidad impida el curso de la justicia y pueda ser renunciada sin que se perjudiquen los intereses de las Naciones Unidas. En el caso del Secretario General el Consejo de Seguridad tendrá el derecho de renunciar a la inmunidad”.



Además, el documento constitutivo del FMI (Sección 8. Inmunidades y privilegios de funcionarios y empleados) establece que ...”los gobernadores y directores ejecutivos titulares y suplentes, los miembros de comités, los representantes nombrados conforme al Artículo XII, Sección 3j), los asesores de todos ellos y los funcionarios y empleados del Fondo: gozarán de inmunidad en cuanto a procedimientos judiciales en relación con los actos realizados por ellos en el desempeño de sus funciones oficiales [nuestro el resaltado] excepto cuando el Fondo renuncie a esta inmunidad”...



No creemos que la violación del personal de servicio de los hoteles forme parte de las funciones oficiales del Director del FMI.



No hay que confundir pues, inmunidad con impunidad.



Nosotros hemos sostenido en reiteradas oportunidades que la Convención de la ONU sobre Privilegios e Inmunidades no cubre a los funcionarios del FMI porque el Fondo en los hechos no es un organismo subsidiario de las Naciones Unidas, pues actúa con total independencia de esta última.



Resulta chocante que se invoque la inmunidad de los dirigentes del Fondo Monetario Internacional para los que desde hace años estamos planteando en los foros internacionales la responsabilidad civil y penal del FMI y de sus dirigentes por las reiteradas violaciones a los derechos económicos, sociales, culturales, civiles, políticos y ambientales que cometen contra los pueblos de todo el mundo.



Véanse, al respecto, entre otros documentos:


- Tribunal Internacional de los Pueblos sobre la deuda externa. Porto Alegre, 1 y 2 de febrero de 2002. Acusación y alegato final formulados por el Dr. Alejandro Teitelbaum en representación de la Asociación Americana de Juristas...Responsabilidades específicas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (ATTAC, Madrid) ;


Responsabilidades civiles y penales de las personas fisicas y jurídicas (individuos, bancos, etc.), de los gobiernos, de los Estados y de instituciones internacionales por las consecuencias violatorias de los derechos humanos de la deuda externa. Recursos jurisdiccionales. Alejandro Teitelbaum. (Documento de trabajo para el seminario sobre la deuda externa organizado por el CADTM en Amsterdam - 2 al 4 de diciembre de 2002.


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