viernes, 1 de abril de 2011

La ONU en su peor crisis e identidad desde la guerra de Corea.

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El panorama hoy en el mundo árabe e islámico del medio oriente y el norte de África es en apariencia muy diferente, sin la URSS y con otra China. La zona y los tiempos son marcadamente diferentes. Sin embargo un actor de aquella conflagración autorizada por la ONU es el mismo: la Alianza Transatlántica que fracasó en la guerra de Corea (1950-1952). Ahora se encuentra en una jugada riesgosa, estimulando revueltas para derrocar gobiernos, y aspirando a conquistar para su zona de influencia al medio oriente y el norte de África, y por qué no, también a los países del Asia Central, ubicados en los bordes de Rusia y China.

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La ONU en su peor crisis e identidad desde la guerra de Corea.


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Martes 29 de marzo del 2011.


Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)



La resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que permite la intervención de una fuerza militar internacional para resolver el conflicto interno en Libia es el centro del problema. Tiene reminiscencias de Corea 62 años atrás, cuando no hubo debate y se lanzó una guerra que además de varios millones de muertos, dejó al mundo más dividido. Es probable que se convierta en la peor resolución en la historia de la ONU, desde aquella que autoriza una guerra contra China y Corea del Norte en 1950. Esto por las implicancias del precedente que se establece, independiente de la diferencia en la coyuntura histórica mundial.



El Secretario General de la ONU de la época, Trygve Lie, el 27 de junio de 1950, “Urge a los miembros de la ONU formar una alianza militar para recuperar Seúl en poder de las fuerzas invasoras del ejército de Corea del Norte”. Esta había hecho la incursión como medida preventiva de un ataque inminente de la otra Corea. El objetivo último occidental era naturalmente China. En febrero del mismo año, China y la URSS firmaban un pacto de asistencia mutua en contra de cualquier agresión de Estados Unidos y Japón convertido en aliado.



La implicancia final de aquella desastrosa resolución, fue la creación de dos estados militares y la pérdida de influencia de la Alianza Transatlántica en casi toda Asia, excepto Japón.



El panorama hoy en el mundo árabe e islámico del medio oriente y el norte de África es en apariencia muy diferente, sin la URSS y con otra China. La zona y los tiempos son marcadamente diferentes. Sin embargo un actor de aquella conflagración autorizada por la ONU es el mismo: la Alianza Transatlántica que fracasó en la guerra de Corea (1950-1952). Ahora se encuentra en una jugada riesgosa, estimulando revueltas para derrocar gobiernos, y aspirando a conquistar para su zona de influencia al medio oriente y el norte de África, y por qué no, también a los países del Asia Central, ubicados en los bordes de Rusia y China.



La resolución abrió la compuerta para apoyar a fuerzas rebeldes para el derrocamiento de un gobierno, sentando un precedente insólito que podría revertir en futuras demandas y más aún, podría alimentar futuras desestabilizaciones en cualquier estado.



Claramente nos encontramos frente al producto de la demagogia de una generación de líderes dominantes bañados por el neoconservadurismo predominante, en caracteres como Sarkozy, Cameron, y hasta cierto punto Merkel, Medvedev y Hu Jintao. Ese rasgo neoconservador consiste en no debatir y actuar. Se hizo patente en la invasión a Irak y que ha generado discrepancia al interior de la Alianza.



Se refleja en el discurso de Barack Obama de ayer sobre Libia. Mientras más explicaba el por qué de la intervención internacional y del tipo de acción de las fuerzas de Estados Unidos, más se le complicaba la narración. Como que reconociera la doble cara de la intervención. Por una parte los altos costos de una dudosa acción humanitaria mezclada con inmensa belicosidad. Por otra, la gran duda del impacto de una guerra desigual entre una gran fuerza multinacional y un caudillo acorralado. Esta vez no son las montañas remotas y recónditas de Afganistán, ni las planicies sinuosas y desérticas de Irak. Es Libia frente al mediterráneo a pocas horas del corazón del mundo occidental.



Este discurso sobre Libia estaba dirigido más a la audiencia interna de Estados Unidos y de los aliados que bombardean a un pequeño ejército, que al mundo árabe. Las explicaciones de Obama contrastan con el arrojo hasta irresponsable de Cameron y Sarkozy, demostrando que no ha habido debate oportuno y serio y que las decisiones clave estaban tomadas, así sucedió con Irak 2003.



China y Rusia, dos países con poder de veto en el Consejo al abstenerse aprueban el plan de derrocar el gobierno en Libia y los actuales reclamos tanto de ellos como de India y Brasil son tibios y llegan tarde. El debate debió ocurrir hasta agotar las posibilidades de negociación y evitar la situación actual de una zona de exclusión aérea como pantalla para hacer entrar fuerzas de infantería en apoyo a los rebeldes y así dar el golpe definitivo al gobierno.



El pecado original es de la ONU. Con todo, al final del análisis, la comunidad internacional en su sentido amplio ha permanecido inerte frente a una situación muy grave porque la ONU con la OTAN han inaugurado en Libia la doctrina del derrocamiento de gobiernos en la carta de Naciones Unidas.



Es más grave que lo de Irak 2003. Todo lo que suceda a partir de esta resolución, y que están significando una multiplicación de las víctimas en la población civil es responsabilidad de la ONU. Sucedió en la guerra de Corea, donde también hubo serias discrepancias en la alianza occidental y al final perdió la mayor parte del Asia como zona de influencia.



La Alianza Occidental con su proyecto de democratizar a la occidental esta región que posee una cultura significativamente diferente, tiene la guerra por la supremacía global ganada y domina políticamente la zona. Lo que sí no puede controlar es la identidad cultural diferente de esos pueblos. Es aquí donde la ambición occidental se lanza a un precipicio porque los principios de identidad cultural en cada una de las localidades que se pretende influir son irrenunciables.


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