sábado, 19 de marzo de 2011

Wikeleaks al parecer, continuamos sin poder entender la verdadera dimensión de los hechos.

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Para autores como Alfredo Calcagno el contenido de las reformas neoliberales, fueron muchas veces una condición para el apoyo financiero que requirieron los países de la región. Estas medidas de ajuste estructural se ‘vendieron’ a nuestros países como un modelo transitorio y necesario para reactivar el sistema económico y aminorar el problema de la deuda tanto interna como externa de los países; desde los promotores del ‘ajuste estructural’, se planteó que las reformas estructurales no tardarían en dar lugar a una expansión significativa de la inversión, del crecimiento y, por consiguiente, del empleo y las remuneraciones. Para ‘paliar’ la situación de los más pobres, los estados debían focalizar recursos en el alivio de situaciones de extrema pobreza de los países latinoamericanos.
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Wikeleaks al parecer, continuamos sin poder entender

la verdadera dimensión de los hechos.

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Wikeleaks, está sacando a la luz pública, aunque matizados por el medio de comunicación a quien se le entregó el “dossier”, el mar de podredumbre de nuestros actores políticos, la hipocresía, ….
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Alfonso. J. Palacios Echevarría.

Kaosenlared, lunes 14 de marzo del 2011.
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Detrás de todos los sucesos que nos presentan los medios de comunicación masiva, y en particular los que vienen debidamente condimentados por las agencias de noticias más poderosas del planeta, sobre la situación del norte africano y el medio oriente, en donde la única característica común es la fe musulmana, sobresale un hecho que por lo general es pasado por alto por quienes escriben y por quienes leen los reportes noticiosos, los informes supuestamente imparciales, los análisis de quienes se autodenominan especialistas en el tema, o de quienes simplemente pescan en río revuelto.

Las opiniones, criterios e interpretaciones acerca de los móviles o intereses de las grandes potencias detrás de los fenómenos que se suceden día a día -estas extrañas e impensadas transformaciones hace pocos meses- algunas son sutiles, otras burdas y groseras, y una que otra escrita por lo que parece ser alguna persona con la educación de un cerdo de granja, dejan de lado un elemento de enorme importancia: el papel de la infotecnología.

Y no estamos hablando de las grandes redes informáticas de gobiernos y sus agencias de inteligencia y contrainteligencia, ni de el aparataje informático de las grandes redes de las agencias noticiosas, que son en la actualidad los instrumentos utilizados para hacernos creer en una u otra cosa, según los intereses de quienes las manejan, y que hace ya bastante tiempo cobraron importancia en los planes gubernamentales de estas potencias. Estamos hablando de algo tan simple como las “redes sociales” a través de las cuales se comunican cientos de millones de personas segundo a segundo, en todos los idiomas, sin el aparente mecanismo de censura que funciona en las grandes maquinarias institucionales.

Dice Fernando Henrique Cardozo, en un artículo recientemente publicado que cada vez más, en silencio, las personas se comunican, murmuran y, de repente, se movilizan para “cambiar las cosas”. En este proceso, las nuevas tecnologías de comunicación desempeñan un papel esencial. Hasta ahora, nos quedan dos lecciones. Una de ellas es que en el mundo moderno los órdenes sociales pueden deshacerse por medios sorprendentes para quienes vean las cosas a través del prisma antiguo. La palabra, transmitida a distancia, a partir de la suma de impulsos que parecen ser individuales, gana una fuerza sin precedentes. No se trata de panfletos ni del anticuado discurso revolucionario y ni siquiera de consignas, sino de reacciones racionales y emocionales de los individuos. Aparentemente aislados, éstos están en realidad “conectados” con el clima del mundo circundante, y ligados entre sí por medio de redes de comunicación que se hacen, se deshacen y se vuelven a hacer, al ritmo del momento, de las motivaciones y de las circunstancias.

Un mundo que parecía ser básicamente individualista y regulado por la fuerza de los poderosos o del mercado, de repente muestra que hay valores de cohesión y solidaridad social que rebasan las fronteras de lo permitido. Pero nos queda también otra lección: la reconstrucción del orden depende de las formas de organización, de liderazgos y de voluntades políticas que se expresan a modo de señalar un camino. A falta de ellas, se regresa a lo anterior……. o, en la inminencia del desorden generalizado, siempre existe la posibilidad de que un grupo cohesionado y no siempre democrático prevalezca sobre el impulso libertario inicial. En otros términos: regresa la importancia de la prédica democrática, de la aceptación de la diversidad, del derecho del “otro”. Interesantes resultan otras opiniones como las de José Mariman, quien señala que: sin desmerecer el rol jugado por activistas cibernéticos en las caídas de los gobiernos de Túnez y de Egipto, no parece conveniente perder de vista que hay variados factores objetivos y subjetivos a considerar en la explicación de por qué algunos pueblos son exitosos en botar sus gobierno y otros no, antes que atribuir hechos a la tecnología comunicacional en sí misma.

En relación a América Latina no recuerdo a nadie tratando de establecer correlaciones entre cibertecnología y la caída del presidente de la Rúa en Argentina (2001) o de los presidentes Abdalá Bucaram (1997) y Jorge Jamil Mahuad (2000) en Ecuador. Quizá la tecnología no estaba tan desarrollada por esos años, pero eso indicaría precisamente que con ella o sin ella cuando los pueblos están sometidos a condiciones de vida económica, social, política y cultural insoportables, los levantamientos pueden suceder y hasta ser exitosos (o fallar); siempre y cuando el oponente en el poder no sea un gatillo fácil, como parece serlo Muammar al-Gaddafi en Libia o la familia real Al-Khalifa en Bahréin, según estamos viendo por estos días.

En relación con la explicación de las movilizaciones para desestabilizar gobiernos dictatoriales y corruptos en Medio Oriente o en cualquier otro lugar, la prudencia aconseja no dejarse llevar por el entusiasmo a la hora de atribuir las movilizaciones al trabajo de los ciberactivistas. Hay que hacer un esfuerzo por considerar muchas otras variables. Lo anterior no significa menospreciar el rol de las redes y los activistas cibernéticos (hay que dar crédito a los ciberactivistas en el desarrollo de las movilización actuales en Libia y Bahréin), sino que es una invitación a ponderar los hechos debidamente.

En todo caso, es innegable que las redes cibernéticas han pasado a ser un instrumento útil a la sociedad civil, que promete mucho en términos de mejorar la calidad de las democracias en apariencias o en términos de cambiar regímenes autoritarios, totalitarios o monárquicos. Ahora bien, si volvemos nuestra mirada hacia América Latina encontraríamos que el tema de los movimientos sociales modernos coincide con el objeto de estudio de las ciencias sociales que son los conflictos sociales, una sociedad que estudia y reconoce sus conflictos es susceptible de resolverlos. Comprender la historia latinoamericana desde los movimientos sociales contemporáneos permite entender la evolución de la región y de su conflicto; contribuir a la construcción de una historia social supone el conocimiento de las mayorías sociales, que nunca aparecen en la escena de los ‘grandes y reconocidos’ personajes ni de los acontecimientos más citados y estudiados.

En América Latina la década de los noventa afianzó la hegemonía del mercado capitalista en el orden mundial, la victoria de las democracias como sistema político y la instauración de políticas neoliberales como ideología de la globalización; este contexto desencadenó una serie de transformaciones sociopolíticas en la región que activó la aparición de nuevos conflictos sociales y delineó nuevos escenarios para la actuación de los movimientos sociales. En Latinoamérica existe hoy una ‘tensión manifiesta’ entre: procesos de globalización, neoliberalismo, régimen democrático y, actores sociales y políticos; donde los conflictos estructurales no han sido resueltos y no han respondido a las demandas sociales.

Ante las pautas del nuevo orden mundial, se profundiza la conflictividad social que expresa una doble crisis del régimen neoliberal: la de recesión económica que parece extenderse a nivel regional y mundial y, la de legitimidad política y social. Es así como en la segunda mitad de los noventa en Latinoamérica se incrementa la protesta social y la emergencia y consolidación de movimientos sociales que alcanzan una significación nacional e internacional poniendo en entredicho las visiones más conservadoras que preconizaban una consolidada ‘paz social’ en la región, obtenida gracias a las bondades de una economía de mercado a resguardo de todo cuestionamiento social.

Los denominados nuevos movimientos sociales en Latinoamérica atraviesan por un momento de múltiples retos y contradicciones: por un lado, se plantean como una alternativa a la estatista, dogmática y localizada escena de actuación de los movimientos sociales tradicionales y, utilizan estrategias novedosas resistentes al capitalismo de mercado y al neoliberalismo; por otro lado y simultáneo al anterior, se ubican en el riesgoso espacio de posible cooptación porque si bien algunas de sus demandas han sido reconocidas y legitimadas especialmente en el ámbito global, los movimientos sociales son cada vez más identificados como ‘grupos de interés’ dentro de las democracias.

Lo que no vemos con claridad es el papel de las redes sociales y su instrumentación cibernética en la organización de las respuestas sociales a las injusticias de gobiernos o intromisiones extranjeras, al menos en la mayoría de los países de nuestra región. Y la pregunta obligada se referiría a si todavía estamos muy “verdes” en el uso de la informática como instrumento de comunicación social. Resulta, pues curioso ver cómo, uno de los elementos de la globalización y de la penetración de los grandes intereses capitalistas neoliberales, el de la apertura de los medios de comunicación interpersonal informatizados, se vuelve lentamente en una quinta columna frente los propios intereses de dominación social, y se transforma en un instrumento que facilitará en el futuro –esperamos que más pronto que tarde- los movimientos de liberación social de nuestros pueblos.

Este es un tema al que debería darse un poco más de estudio y atención. Señala Nessdy Espitia Caicedo que durante la década de los noventa, según Helio Gallardo, el neoliberalismo en América Latina, desde una posición marginal y minoritaria, logró convertirse en doctrina hegemónica; éste se planteó entonces como la principal ideología de la globalización convirtiéndose en el reflejo de la victoria del mercado capitalista, la democracia y la caída del socialismo como ideología. Es así como el neoliberalismo se presentó retóricamente anti estatista contra el Estado planificador socialista y dirigido hacia la destrucción el Estado del Bienestar y sus prácticas de redistribución de la riqueza. Siguiendo al mismo autor, el término ‘neoliberalismo’ hace referencia en las sociedades latinoamericanas a tres prácticas distintas: como ideología de desarrollo nacional, como ideología de la globalización y como acciones de adaptación de las élites políticas a los desafíos de la transición; los últimos, se relacionan con su sostenibilidad como hegemonía, expresada en la lucha entre sus segmentos para dirigir nativamente el proceso y las presiones de los grupos subordinados lesionados en sus derechos e intereses por el carácter antipopular del modelo.

Para autores como Alfredo Calcagno el contenido de las reformas neoliberales, fueron muchas veces una condición para el apoyo financiero que requirieron los países de la región. Estas medidas de ajuste estructural se ‘vendieron’ a nuestros países como un modelo transitorio y necesario para reactivar el sistema económico y aminorar el problema de la deuda tanto interna como externa de los países; desde los promotores del ‘ajuste estructural’, se planteó que las reformas estructurales no tardarían en dar lugar a una expansión significativa de la inversión, del crecimiento y, por consiguiente, del empleo y las remuneraciones. Para ‘paliar’ la situación de los más pobres, los estados debían focalizar recursos en el alivio de situaciones de extrema pobreza de los países latinoamericanos.

La hegemonía del nuevo modelo económico establece unas nuevas condiciones en el marco de las transformaciones mundiales y exigen a los actores sociales y políticos redefinir sus planteamientos y modificar sus políticas teniendo en cuenta la globalización y el nuevo orden mundial; este nuevo reordenamiento mundial ha permeado en forma significativa a los movimientos sociales latinoamericanos. Pero deseo legar a una conclusión. El ex-dictador Zine El Abidine Ben Ali gobernó Túnez desde 1987 hasta el 14 de enero de 2011, día en que tuvo que abandonar el país debido a protestas multitudinarias organizadas a través de las redes sociales. Tarek Chaabouni, uno de los dos únicos diputados de oposición, dijo que "esta ha sido la revolución de Facebook".

Todo se inició con unos documentos filtrados por WikiLeaks que dejaron en evidencia la corrupción del gobierno. Aunque los medios de comunicación tradicionales censuraron la información, los ciudadanos utilizaron las redes sociales para denunciar y difundir los abusos de su gobierno. Al mismo tiempo iniciaron masivas manifestaciones en las calles que el gobierno reprimió enérgicamente disparando contra los manifestantes. Aunque el gobierno intentó minimizar las muertes, vídeos subidos a Internet por ciudadanos revelaron que habían sido muchas. Ante las presiones de la sociedad y la incapacidad del gobierno de censurar la información, el dictador tuvo que huir del país. Este caso demuestra el poder que tiene Internet y las redes sociales, ya que en Túnez sólo el 4.12% de los hogares tiene acceso a la red y aún así fue el catalizador de una revolución.

En los países latinoamericanos es muy variable el porcentaje de la población que tiene acceso a Internet. Pero ¿se imaginan el poder que tenemos los ciudadanos si encontramos la manera de organizarnos por la red y definimos mecanismos para hacer el cambio político que tanta falta le hace a nuestros países? Podríamos sacar fácilmente a los corruptos que actualmente detentan el poder.

Así que es cuestión de esperar que las reacciones sociales se “informaticen”, sobre todo cuando –como en el caso de Costa Rica- los cables de WikiLeaks están sacando a la luz pública, aunque un poco matizadas por el medio de comunicación a quien se les entregó el “dossier” de nuestro país, van confirmando el mar de podredumbre de nuestros actores políticos, la hipocresía de nuestra democracia y de la separación de los poderes, y la descarada intervención del gobierno norteamericano en las decisiones gubernamentales.

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