viernes, 25 de marzo de 2011

La identidad cultural incluye a la política y a la economía. “ Quienes somos, frente a la heterogeneidad cultural en un mundo globalizado”.

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La Conquista ibérica creó y destruyó al mismo tiempo el sueño de una América Latina unitaria y culturalmente homogénea. La Independencia reveló la utopía de ese sueño. Los tiempos presentes han entrado en un período de reflexión más atento a las múltiples dimensiones étnicas y culturales de las sociedades latinoamericanas. El Continente latinoamericano tiene una rica y fecunda historia de fe que no siempre es conocida en toda su amplitud y que a cinco siglos merecería ser rescatada para una mejor comprensión de la identidad de los pueblos latinoamericanos. No se trata sin embargo de plantear visiones triunfalistas. La historia de América Latina no ha sido fácil. La lejanía en el tiempo de los inicios del proceso de síntesis que devino en Latinoamérica y las enormes diferencias de mentalidad con la época actual, plantea también sus dificultades para una aproximación objetiva.

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La Identidad Cultural incluye a la Política y a la

Economía.


“ Quienes somos, frente a la heterogeneidad cultural en


un mundo globalizado.


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TELAM. Cultura. Miércoles 23 de marzo del 2011.

Pablo E. Chacón.


El Antropólogo Alejandro Grimson asegura en su libro que en le mundo globalizado la identidad de una cultura no excluye las diferencias que la habitan, pero que pensar esa heterogeneidad es más complejo que saldarla bajo el modo de una ficción compartida o un canon imaginario, estable o unitario.

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“La heterogeneidad de la Argentina es enorme. Son diversas la cultura del altiplano de la de los chacareros, pero también existen diferencias entre las prácticas sociales de los propios chacareros”.

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Sin embargo, no puede negarse que la Argentina existe, tiene sus leyes, sus representaciones y una identidad", dice a Télam el autor de "Los límites de la cultura" (Siglo XXI).

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Grimson es doctor en Antropología por la Universidad de Brasilia; realizó estudios de comunicación en la Universidad de Buenos Aires y ha investigado procesos migratorios, zonas de frontera, movimientos sociales, culturas políticas e interculturalidad. Es autor, entre otros libros, de "Relatos de diferencia e igualdad", "La Nación en sus límites", "Interculturalidad y comunicación" y "La cultura en las crisis latinoamericanas". Actualmente es investigador del CONICET y decano del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín.

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Si es cierto -como muchos autores plantean- que de los nacionalismos sólo queda el folklore, Grimson dice que esa hipótesis debe ser explorada a la luz de dos acontecimientos que ocurrieron cuando el libro estaba escrito: el desastre en Japón y las revoluciones populares del norte de África.

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"Justamente en la introducción conjeturo un terremoto, un tsunami, una crisis devastadora que no necesariamente tiene que ser provocada por razones naturales sino que también puede ser de orden político o económico… sin olvidar que estas últimas comparten algunos rasgos con las primeras", indica Grimson.

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¿Cuál sería ese elemento o ese rasgo? "Que en ambas situaciones, la violencia, natural, política o económica es tan fuerte que el impacto destruye o corroe los cimientos de la sociedad". Pero claro, "estamos -sobre todo los argentinos- mucho más habituados a los impactos políticos o económicos que a los fenómenos naturales, y eso nos hace perder de vista que en todos los casos se trata de crisis culturales", explica el antropólogo.

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Las preguntas que abre una crisis cultural, para Grimson, son enormes: "quiénes somos, cómo nos comportamos, cómo recrear un sentido de comunidad frente a una catástrofe".

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El caso de Japón es excepcional, "por su poder de destrucción y porque toca una fibra que comparte con el capitalismo industrial avanzado que es el uso y la manipulación de la energía nuclear". Para el autor, el terremoto que azotó Haití en 2010, "podría compararse con la crisis económica argentina durante el 2001-2002: la sociedad se vuelca a la constitución de una identidad comunitaria para salir de esa devastación".
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"Haití denunció, y más en su contraste posterior con Chile, una situación que deviene de décadas de intervención norteamericana. Pareciera que los haitianos son atrasados, y no es así", agrega.

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Y más: "Diría que lo ocurrido en Japón es más que Chernobyl porque en el momento que ocurre es el de la globalización y una conciencia de la contemporaneidad superior a la de esa época".

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Grimson intenta discutir "contra los esencialismos y las nuevas formas de fundamentalismo cultural, en primer lugar del fundamentalismo cultural occidental, encarnado por George W. Bush y por uno de sus ideólogos, Samuel Huntington".

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Discute contra la idea de Huntington de dividir al mundo en culturas o en civilizaciones, en suerte de islas, cada una de las cuales, supuestamente tendría ciertos valores. "En esa perspectiva ideológica fue leído el atentado contra las Torres Gemelas".

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¿Cómo? "Como un ataque contra la cultura occidental, la democracia y la libertad. Para Huntington la democracia y la libertad serían un patrimonio occidental, al contrario de esas otras culturas que carecerían de valores tan avanzados", explica.

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Pero "las revueltas del Magreb demuestran que esos pueblos, árabes y musulmanes, peleando en las calles, lo hacen por gobernarse a sí mismos, por ganar autonomía".

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Porque contra lo que dice el lugar común, "las democracias occidentales son sistemas que incluyen tortura, autoritarismos, masacres, guerras, tortura. No es el mundo feliz de Huntington -insiste-. Y ahora sabemos que el Magreb no es lo que él decía".

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Y apunta a la estructura: "No existen las culturas homogéneas, dentro de cualquier cultura existen luchas por valores, prácticas, legítimas o no. Egipto mostró esto de manera muy obvia".

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"La cultura política egipcia no era (Hosni) Mubarak, que era la cara visible o el resultado de una cantidad de intervenciones. Pero hoy es más que nunca el resultado de la intervención del pueblo egipcio", apunta el autor de "Los límites ". "En todas las culturas -recalca- hay diferencias, pero también hay valores a los que no se debe renunciar: la vida, la integridad del cuerpo, la prohibición de la tortura".

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Y pone un ejemplo argentino. "Cuando las clases altas porteñas se escandalizan el 17 de octubre por las patas en la fuente, era porque le adjudicaban un sentido muy distinto al que le adjudicaba aquel que estaba entonces en la Plaza de Mayo".

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"En la medida que a principios del siglo XX algunos creían que había razas y después culturas, el corolario lógico es al que llega Huntington. Se piensa que hay muchas culturas, identidades, sociabilidades, creencias, que se conectan a la manera de islas".

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Pero algo no funciona, "porque la gente viaja, porque existen los medios de comunicación y porque al interior de esas culturas también existen desigualdades de clase, de género, raciales, discriminación: porque la homogeneidad es un supuesto", aclara. "Ese aporte, fundamental, se banaliza cuando se dice que todas las culturas son ficciones. Lo que trato de demostrar es que la construcción de una cultura, de una identidad, existe, y que no por ser real hay homogeneidad. El mejor ejemplo es la Argentina. En su nombre se han hecho cosas espantosas. Y otras muy buenas. Eso es heterogeneidad", concluye.


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