domingo, 10 de octubre de 2010

Urbanismo, conflicto e identidad. La ciudad como eje del conflicto donde convergen múltiples Identidades urbanas.

&&&&&

Tal y como lo comprende Bourdieu –y a pesar de su determinismo relativo-, el habitus goza de un carácter flexible: “El habitus no es el destino, como se lo interpreta a veces. Siendo producto de la historia, es un sistema abierto de disposiciones que se confronta permanentemente con experiencias nuevas, y por lo mismo, es afectado también permanentemente por ellas. Es duradera, pero no inmutable” (Bourdieu, 1992: 109). La dialéctica entre la flexibilidad y el determinismo del habitus nos sitúa en la trayectoria de pensamiento del propio Bourdieu “Todas las identidades son construidas. Lo esencial es cómo, desde qué, por quién y para qué. La construcción de las identidades utiliza materiales de la historia, la geografía, la biología, las instituciones productivas y reproductivas, la memoria colectiva y las fantasías personales, los aparatos de poder y las revelaciones religiosas” Manuel Castells.

/////

El Abordaje de la Ciudad desde la identidad, el habitus y las representaciones sociales.

Urbanismo, conflicto e identidad.

La ciudad como eje del conflicto donde convergen múltiples

Identidades urbanas.

*****

Septiembre del 2010.

Por Diane E. Davis, * Catedrática de Sociología Política en el Massachusetts Institute of Technology y co-editora de "Cities and Sovereignty. Identity Conflicts in Urban Spaces" –

*****

EL sistema existente de Estados-nación se encuentra cuestionado por la globalización económica acelerada, los alineamientos políticos tras la Guerra Fría y la "política de la identidad", que crea un conjunto de tensiones sub y supranacionales. Y a medida que la globalización implica a las ciudades en flujos transnacionales que operan en escalas y mediante actividades fuera del alcance de las instituciones nacionales, la promesa de la unidad nacional disminuye. La ciudad está más cerca de convertirse en el eje de conflictos de identidad más que de transcenderlos, lo que cuestiona el supuesto cosmopolitanismo urbano del mundo de hoy. En tales circunstancias, no parece difícil entender que, a medida que convergen múltiples identidades urbanas con una limitada capacidad estatal para gestionarlas, la violencia política pueda emerger.

A escala mundial, los conflictos que se producen en torno a cuestiones de identidad étnica o religiosa son los más frecuentes y los más virulentos. Resultan especialmente visibles en áreas poscoloniales sumidas en formas de gobierno no democráticas, como Oriente Próximo o algunas zonas del Este de Asia. Estos conflictos aparecen en una variedad de escalas y formas, y muchos de ellos son violentos. Muchos, también, parecen estar muy focalizados. Pero lo interesante desde un punto de vista urbano es que, desde la lucha de guerrillas y los ataques terroristas dirigidos a instalaciones específicas a la ocupación estatal de espacios estratégicos, el terreno de la lucha política cotidiana sobre quién tiene la legitimidad de gobernar un pueblo y sobre la base de qué categorías identitarias han de hacerlo se está trasladando del Estado-nación a las regiones urbanas.

Las luchas de la Ilustración sobre los ideales de ciudadanía e igualdad han dado paso a niveles de conflicto circunscritos territorialmente, en los que la raza, la etnicidad o la religión forman la base de la pugna política. En este contexto, las ciudades se encuentran en el frente de batalla y en el centro del conflicto.

Este lugar central que las ciudades adquieren en el nuevo desorden mundial se debe en parte a que la ciudad ha sido históricamente lugar de diversidad y diferencia y ha acogido una concentración heterogénea de población tendente a sumirse en el conflicto cuando la base de la política nacional radica en identidades excluyentes. Y también se debe al incremento de la heterogeneidad urbana ocasionado por la globalización y el aumento de la inmigración sin cualificar a nivel mundial. Tales flujos crean un ambiente propicio para la violencia étnica y religiosa, en especial en regiones como Europa en las que muchos inmigrantes difieren de la mayoría de los miembros de las poblaciones que los acogen en raza, etnicidad y religión. Para complicar las cosas, nos encontramos con la polarización socio-espacial creciente en las urbes del mundo, que está ocasionando la "partición" de la ciudad, en palabras de Marcuse y Van Kempen.

Pero no menos importante es el hecho de que las ciudades se están convirtiendo en sitios para la "violencia militar o paramilitar espectacular", por usar la expresión de Derek Gregory, que se debe a las luchas post Guerra Fría por crear nuevos imperios de influencia global. Los ataques con granadas en teatros y otros edificios públicos por parte de separatistas chechenos en Moscú son un ejemplo, como lo son los ataques del 11 de septiembre en Nueva York, los ataques a los trenes suburbanos en Madrid y al metro de Londres y el cuidadosamente organizado ataque por parte de milicias a los hoteles y edificios públicos de Mumbai en diciembre de 2008.

En aquellas partes del mundo en las que los Estados-nación o sus líderes están debilitados o continuamente presionados por fuerzas violentas, el control social y político de la ciudad se convierte en esencial para poder asegurar control regional o nacional. En tales condiciones -quizá el mejor ejemplo es Bagdad- las ciudades se militarizan y se convierten en los centros del conflicto sobre la formación del Estado. Aunque es aún demasiado pronto para saber si la geopolítica global está implosionando en el mundo urbano de forma general, no lo es para identificar focos de violencia política étnica nacionalista y religiosa en y contra las ciudades como un hecho frecuente de la vida en los comienzos del siglo XXI.

El cosmopolitanismo de las ciudades puede haber servido como imán para aquéllos comprometidos con la tolerancia y los ideales de la Ilustración en siglos pasados, generando así compromisos societales y estatales con la integración social y un orden político estable, pero en el nuevo mundo del multiculturalismo y la política de la identidad es seguramente la diversidad urbana la que ocasiona conflicto, y el simbolismo urbano de la modernidad lo suficiente para generar ataques fundamentalistas.

Cuando el Estado-nación u otros grupos o instituciones en busca de soberanía y legitimidad entran en el juego urbano, el conflicto puede resultar intratable y mortal. Ello no quiere decir, parafraseando a Stanley Milgram, que la violencia es una consecuencia natural de la diferencia y la diversidad o que la sociedad está corrompida por la heterogeneidad y la anonimidad. Significa, en cambio, que debemos enfocarnos en las bases territoriales de la política de la identidad y las luchas por la soberanía y considerar su impacto en las ciudades y en la emergencia del conflicto urbano. No es, pues, la diversidad o la identidad las que generan conflicto sino su interacción con los patrones territoriales y de soberanía en los que se desarrollan.

Lo que se necesita, por tanto, es una nueva forma de entender la aparente correlación entre conflicto urbano, violencia y política de la identidad. Y creemos que la resurgencia de conflictos étnicos y religiosos en muchas ciudades del mundo se debe más al modelo e implantación territorial de las instituciones que buscan gobernar la vida urbana que a la irreconciliabilidad esencial de las propias identidades políticas.

Al tratar de entender el complejo de identidades y redes de soberanía que llevan a la violencia en y contra las ciudades, también debemos pensar más cuidadosamente en el concepto de nacionalismo y distinguir entre los conflictos nacionalistas basados en la adscripción al Estado-nación moderno y otras identidades más esenciales con referentes territoriales diferentes. Debemos preguntarnos si aquéllos involucrados en la violencia o conflicto urbano se organizan a nivel individual, comunitario, urbano o nacional y si estos niveles de soberanía crean tensión o insatisfacción. ¿Radica el conflicto en la creación de nuevos niveles de soberanía o se lucha por la inclusión en niveles ya existentes? ¿Bajo qué condiciones se socava el poder del estado-nación y por qué? ¿Se puede percibir algún patrón histórico que permita conectar el ascenso de la política de la identidad y los cambios en la naturaleza y escala de la soberanía con la probabilidad del conflicto urbano? Dicho de otra forma, ¿hay ciudades más propensas al conflicto que otras debido al ejercicio de ciertas formas de política identitaria y de soberanía? ¿Qué tipo de relación entre ciudades, naciones o imperios produce cooperación en lugar de conflicto a escala urbana y por qué? ¿Qué tipo de instituciones y prácticas son necesarias para sostener solidaridad en lugar de conflicto?

La importancia de estas preguntas no es meramente teórica o simplemente al servicio del conocimiento académico. Se trata de cuestiones con metas prácticas, como atestiguan las virulentas formas de conflicto y violencia en muchas ciudades del mundo, desde Bagdad a Darfur, Kosovo, Rotterdam o Jerusalén, e incluso el conflicto Uigur, la deportación de gitanos en Francia o la lucha por el terreno urbano en la reciente controversia sobre la construcción de una mezquita cerca de la zona cero en Manhattan. Después de todo, es preciso entender los orígenes y dinámicas en esos conflictos urbanos si queremos ofrecer sugerencias respecto a la solución o mitigación de tales comportamientos destructivos, sea en el futuro inmediato o a largo plazo.

Si somos capaces de mostrar que la complejidad del conflicto se debe tanto a las escalas de soberanía como a la resurgencia de las políticas de identidad que se producen en esas ciudades, o que tales políticas identitarias en realidad hacen empeorar la situación, llevándonos a una espiral de violencia, estaremos en una mejor situación para ofrecer proposiciones normativas que podrían fomentar un retorno a la diversidad, la tolerancia y el cosmopolitanismo que habitualmente se asocian al mundo urbano. Si ello sirve de plataforma para generar paz y estabilidad política a una escala nacional o incluso global, entonces las ventajas del análisis superarían los confines propios del urbanismo y la ciudad.

*****

No hay comentarios: