viernes, 15 de octubre de 2010

Nueva globalización para un mundo nuevo. El "nuevo" Paradigma de la Tecnología.

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Pero además de los cuatro riesgos que plantea el director gerente del FMI, lo que me pareció más provocador fue la visión que lanzó a la Asamblea de Gobernadores sobre el modelo de crecimiento a futuro. Strauss-Kahn se aventura a anunciar el fin de un largo ciclo de dos siglos, iniciado durante la Revolución Industrial. Un período en el que el paradigma dominante era que prosperidad y poder geopolítico estaban determinados por acceso diferenciado a tecnología.
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Nueva globalización para un mundo nuevo. El "nuevo" Paradigma de la tecnología, es posible pueda estar disponible para todo el mundo.


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Dos veces al año, representantes de los accionistas del Banco Mundial (BM) y del Fondo Monetario Internacional (FMI) se reúnen para discutir sobre diferentes temas de interés global.


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Jueves 14 de octubre del 2010. Prensa Libre.com

POR TOMÁS ROSADA

Usualmente son ministros de Hacienda y presidentes de bancos centrales quienes, ejerciendo el cargo de gobernadores ante las instituciones financieras internacionales, representan a sus respectivos países.

En dichas reuniones intercambian puntos de vista sobre los retos que presenta la coyuntura mundial, y también gestionan apoyos técnicos y financieros. Por su parte, la alta administración de tales organismos, aprovechando la oportunidad de tener congregados a todos los gobernadores, les da algunos mensajes generales sobre tendencias de desarrollo y gestión económica.

En esta ocasión, el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, se dirigió a la Asamblea con un discurso en el cual reflexiona sobre cuatro riesgos que tiene el mundo en los siguientes dos o tres años. Pero además lanzó una hipótesis con respecto al nuevo modelo de crecimiento mundial.

El primer riesgo: la deuda pública. Es claro que ante la crisis, los gobiernos, especialmente los de economías avanzadas, se endeudaron de forma atípica, producto de una merma en sus ingresos tributarios ocasionados por el bajo crecimiento económico, programas de rescate financiero y de estímulo fiscal. Antes de la crisis su coeficiente de endeudamiento con respecto al Producto Interno Bruto era de 75 por ciento, y ahora es de 110 por ciento (en el caso de Guatemala habríamos pasado de un 20 a un 23 por ciento entre 2008 y 2010). De manera que el reto es revertir dicha tendencia, consolidar las cuentas fiscales y garantizar su sostenibilidad a mediano plazo.

El segundo riesgo: un crecimiento económico que no resuelva el problema micro. La gran preocupación que se tiene hoy es que observamos una tímida recuperación económica que no está siendo acompañada por generación de puestos de trabajo. Sabemos muy bien que la falta de empleo por períodos prolongados impacta de manera directa e irreversible en el capital humano de las nuevas generaciones, las cuales dependen en mucho del nivel de ingresos de los adultos.

Esto es particularmente cierto en países en desarrollo, donde la seguridad social todavía es mínima ó inexistente, y por lo tanto el ingreso mensual —o diario— de los hogares es prácticamente el único recurso para cubrir los costos de educación y salud de nuestros niños y jóvenes. En palabras de Strauss-Kahn, “(…) para el hombre de la calle, una recuperación sin empleo no significa mucho”.

El tercer riesgo: que lo urgente vuelva a relegar lo importante. Una vez apagado el incendio, la agenda preventiva a las causas del fuego usualmente pasan a segundo plano. En este caso las llamas aparecieron en el sistema financiero y, por lo tanto, más y mejor regulación financiera no basta. Debe acompañarse de una capacidad de supervisión más ágil, así como del diseño de mecanismos de resolución de crisis futuras.

El cuarto riesgo: olvidarnos del valor de cooperar. A medida que transcurre el tiempo, naturalmente los gobiernos pasan a prestar más y más atención a las demandas domésticas. Con ello han resurgido viejos temores de utilizar las divisas como instrumento de recuperación. El llamado que hace el FMI en este punto es a una “mayor cooperación por el lado monetario y en el sistema monetario internacional”.

Pero además de los cuatro riesgos que plantea el director gerente del FMI, lo que me pareció más provocador fue la visión que lanzó a la Asamblea de Gobernadores sobre el modelo de crecimiento a futuro. Strauss-Kahn se aventura a anunciar el fin de un largo ciclo de dos siglos, iniciado durante la Revolución Industrial. Un período en el que el paradigma dominante era que prosperidad y poder geopolítico estaban determinados por acceso diferenciado a tecnología.

En sus palabras, hasta hace 200 años “(…) la fortaleza de una nación se medía por su población, principalmente porque la tecnología era casi la misma para todos”. Con la Revolución Industrial dicho esquema cambia, permitiendo diferenciación entre países gracias al tipo de tecnología al que tenían acceso.

Sin embargo, en las próximas décadas es posible que la tecnología vuelva a estar disponible para casi todo el mundo. Y con ello, podríamos regresar a una situación en la que un país grande muy probablemente será más fuerte que un país pequeño.

Las implicaciones para países pequeños y con baja presencia tecnológica —como somos la mayoría de centroamericano— están a la vista. Dado que definitivamente no competimos por tamaño de nuestros mercados, quedan dos caminos. Por una parte, nos corresponde seguir apostando a la tecnificación de nuestra mano de obra. Y por la otra, explotar de manera sostenible nuevos nichos de interés global como conservación y manejo sostenible de recursos naturales.

Para Centroamérica, un campo de paradigma como este no supone nada nuevo en su agenda de desarrollo. Más bien, las reflexiones del director gerente del FMI refuerzan la idea de seguir procurando inversión pública y privada en más y mejor salud y educación para nuestra gente. Para otros países de la región puede significar una oportunidad y responsabilidad históricas.
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