lunes, 12 de mayo de 2008

LA UNIVERSIDAD: CULTURA DE RESPONSABILIDAD.

LA UNIVERSIDAD: Cultura de Responsabilidad. (*).


AUTOR. Dr. PABLO RAUL FERNANDEZ LLERENA.


Enfrentar las amenazas globales es ciertamente un problema político. Pero no se reduce a eso. La Universidad no es una instancia política y no tiene la función de llevar a cabo estas políticas necesarias; pero este enfrentamiento tiene dimensiones que van mucho más allá de la acción política: toda nuestra cultura y civilización están involucrados. No se puede enfrentar las amenazas globales sin desarrollar una cultura y preservar la identidad social y cultural que permita y empuje hacia la responsabilidad en relación con estas amenazas globales. Sin embargo, no puede empujar hacia la responsabilidad sino en el ámbito de una gran esperanza. La responsabilidad presupone esta esperanza.

Si uno se da cuenta de eso, aparece una función clave, cuyo cumplimiento no compete exclusivamente a la Universidad, pero que depende en parte importante de ella. La Universidad es un lugar clave en nuestra sociedad pues en ella es formulada y desarrollada nuestra cultura y debe ser el espacio social plural de la lucha por preservar y recrear nuestra identidad social y cultural. La función que aparece para la Universidad es la de promoción de una cultura de la responsabilidad, basada en una cultura de la esperanza como derecho al futuro para las nuevas generaciones.

Hay una fórmula desarrollada precisamente por la actual política que niega a la Universidad su lugar como uno de los espacios claves de nuestra cultura, sobre todo su vinculación y comunicación diaria y cotidiana con nuestra cultura popular – tradicional y moderna - y que se está imponiendo cada vez más: es la que habla de "un nuevo modelo de desarrollo basado en el capital humano". Capital humano simplemente por “acción de la divinidad” con la falta total de apoyo e inversión del Estado. Es una fórmula que a mí personalmente me produce fuerte crítica como respuesta, ante el caos e incertidumbre que genera una imposición ideológica y política como “mandato supremo”, porque es análoga a aquella que nos trataron de adoctrinar como niño y adolescente en la sociedad hipócrita, sorda, excluyente, oligárquica; sectaria y obscurantista en lo religioso donde se hablaba constantemente del "misterio divino", subordinada, dominante y excluyente frente a la diferencia social, violenta, marginadora y autoritaria ante la diversidad cultural y étnica y así trataba de establecer su importancia clave para el desarrollo de la sociedad humana.

Realmente es una idea central, un concepto demasiado restringido y solamente rentista y limitado sí sólo circunscribimos o centramos que el objetivo principal de la educación universitaria esté relacionado sobre “el capital humano”, sí así fuera, pero con fuerte intervención presupuestal del Estado, quizás la situación comenzaría a cambiar, pero el Estado cada vez está más alejado o ausente de la educación en general, y confiar a la “divinidad” o los ingresos propios de la Universidad, simplemente es desarrollar una corriente rentista camino a su privatización y su dependencia absoluta del mercado. La educación en general y la universitaria en particular progresivamente con esta línea central de trabajo, se va convirtiendo en mercancía, en un producto formado, hecho y vendido en el mercado al “mejor” comprador, y ¿ quien sería ?. Simple y llanamente la empresa transnacional que domina y que es dueña absoluta del mercado y con su demanda selectiva cada vez irá exigiendo que tipo de profesionales y cómo deben estar formados serán los que “compre en el mercado”.

Hoy hay una estrategia mundial, conducida por el Banco Mundial, para reducir toda educación, pero especialmente la universitaria, a un lugar de producción de "capital humano", considerado como un medio de producción, como una mercancía. La misma educación es transformada en una inversión en capital humano, el estudiante en alguien que invierte en sí mismo, como dueño de sí mismo en cuanto capital humano. La empresa, que posteriormente lo contrata, resulta ser ahora un receptor de capital humano, que paga un ingreso al dueño del capital humano. Este ingreso ahora es considerado la rentabilidad del capital humano, que es la persona contratada. Toda la educación, inclusive la universitaria, es entonces vista como un lugar de producción en función de la rentabilidad de este circuito. Por tanto, esta educación como lugar de producción de capital humano tiene que seguir criterios de rentabilidad.

No hay entonces lugar para ninguna cultura que no sea la que realiza un aporte a la producción o implementación del propio capital humano. Esta tendencia ideológica y política en la educación universitaria del Banco Mundial responde directamente al Decálogo de la Doctrina Única del Neoliberalismo del Consenso de Washington, podemos explicarlo en una triple dimensión:

*- Primera, el Estado “reformado y modernizado” en base a la doctrina única “fondo-monetarista”, debe invertir cada vez menos en asuntos sociales – educación y salud -,

*- Segunda, la Educación para ser de calidad y altamente competitiva debe ser privatizada y pasar a la gestión de la empresa moderna y solamente ella puede administrarla en calidad a través de las exigencias, las leyes del mercado y

*- Tercera, el Estado cada vez tiene menos responsabilidad presupuestal en relación con la educación. Se privatizan los servicios para generar mayores recursos propios. Se mercantiliza la educación y su producción se transforma socialmente en mercancía cada vez más competitiva en el mercado.

Y la cultura y la identidad que como Institución Universitaria debe conducir la formación profesional, ¡¡ desapareció ¡¡ y la cultura local-nacional y la identidad social y cultural local-nacional también se ¡¡ evaporó ¡¡ se ¡¡ diluyó ¡¡ producto de la presencia hegemónica y dominante de la “cultura mercantil”, de la “cultura empresarial” propia de la sociedad capitalista de consumo. La cultura organizacional propia de la sociedad del conocimiento y la información se posesiona absolutamente en las instituciones universitarias, con el argumento que hay que “despolitizar” la Universidad y “des-ideologizar” la formación profesional. Nosotros conscientemente dentro del esquema “universal modernizante” de la Universidad estamos social e institucionalmente construyendo las bases principales de la mercantilización de la educación, camino hacia su privatización de ser de “calidad y altamente competitiva” en el mundo globalizado.


Si se logra realizar este proyecto, ello significará el fin de la cultura occidental. Increíble por la fuerza dominante del esquema modernizador mercantilista sin límites, hasta la propia cultura occidental está en seria cuestión de desaparecer. Se disuelve en el negocio. El propio ser humano se disuelve en la transformación, en una parte del engranaje gigantesco de un movimiento sin fin de crecimiento económico sin destino. aparente, pero en el horizonte esta la “sombra del mercado” de la empresa transnacional. Aparece entonces el problema de la pérdida del sentido de la vida, que no tiene solución por el simple hecho de que la vida del capital humano no tiene sentido, el sentido de la vida es vivirla, pero el capital humano no vive su vida. Vive la vida del capital, que carece de por sí de un sentido propio. Este concepto no reflexiona sobre los hechos, pero presenta un reflejo perfecto del ser humano hecho de capital humano.

Sin embargo, si analizamos estas tendencias en relación al proceso de globalización neoliberal en curso, tenemos que hacer hincapié en otra dimensión de tal reducción del ser humano a capital humano. Lo habíamos visto hasta ahora en sus dos dimensiones:

*- Primero, en su dimensión de globalidad de la tierra, que se nos hace presente por las amenazas globales. Es la dimensión de la exigencia de la responsabilidad humana por el propio futuro de la vida humana y de la naturaleza. De la vida humana, porque el “mundo arde en llamas” frente a la turbulencia étnico-cultural y de la naturaleza por el peligro inminente del efecto invernadero, el cambio climático y la crisis del agua que ya se manifiesta sorda destructiva y violenta. y

*- Segundo, la dimensión del acceso ilimitado al pillaje de la tierra y de la humanidad por parte de las burocracias privadas de la empresa transnacional dominante hoy, que impuso la estrategia de acumulación de capital irrestricta, que hoy se llama estrategia neoliberal de la globalización. En la doctrina del maestro Samir Amin los cinco Monopolios globales del poder imperialista mundial funcionan de “maravilla”; se manifiesta el monopolio de los recursos naturales y su salvaje saqueo por parte del monopolio industrial y financiero, contando con la complicidad del monopolio de los medios de comunicación o en su silencio cómplice o la campaña destructiva contra las posiciones nacionalistas de defender la soberanía nacional y/o en última instancia promueven la guerra, para ello tienen en su poder el monopolio de las armas de destrucción masiva. El monopolio de la transnacionalización de la gran empresa y la salvaje explotación de la fuerza de trabajo global y la propia división internacional del trabajo en condiciones de esclavitud asalariada, especialmente de millones de jóvenes mujeres en las Maquilas y los “nuevos” Centros de Producción y Exportación del Sudeste Asiático.

Es una estrategia de la irresponsabilidad completa frente a las amenazas globales, que exigen nuestra responsabilidad. Sin embargo, esta estrategia de la irresponsabilidad necesita seres humanos tan irresponsables como la propia estrategia lo es. En el grado, en el cual logra reducir al ser humano a capital humano, logra inculcar al ser humano esta irresponsabilidad necesaria para poder seguir con la estrategia, no importa que destruyas, que males generes a los seres humanos, menos aún si destruyes pueblos enteros, comunidades, culturas, medio ambiente, para ello cuentas en esta estrategia con la complicidad de los Gobiernos de Turno agentes directos del neoliberalismo y su mensaje “bíblico, único y patético ”, ¡¡ “ No Podemos oponernos a la inversión extranjera ‘’ ¡¡ porque ello representa modernidad, trabajo, salarios para salir de la pobreza. No importa ya en absoluto la vida de los seres humanos, hoy lo que importa es la empresa transnacional.

Pero la responsabilidad pueden asumirla solamente seres humanos capaces de verla. Solamente una cultura de responsabilidad puede abrir los ojos frente al problema. Sin una cultura de responsabilidad no habrá política de responsabilidad. Esta es parte de la ética pendiente o ausente en las Instituciones. Eso nos lleva de vuelta al problema de la Universidad como un lugar clave para la creación de la cultura, pero cultura institucional. Hace falta esta Universidad, en cuanto lugar de creación de cultura institucional local-nacional con visión global, propia, autónoma, base principal y columna vertebral como Institución de Educación Superior Universitaria, espacio social y lugar propio en el cual esta cultura de la responsabilidad puede crecer. No es el único lugar y menos el único espacio social.

Todo el sistema de educación está implicado; y no solamente el sistema de educación, toda nuestra manera de vivir tiene que penetrarse por una cultura de responsabilidad. Sin embargo, la Universidad tiene una función especial por el hecho de que una cultura local-nacional con visión y responsabilidad global no se puede desarrollar si no está acompañada por pensamientos profundos provenientes de nuestra ancestral cultura local y conocimientos modernos asimilados y recreados dialécticamente de la cultura universal – que hoy se encuentran separados, divorciados – pero con la formación y creación diaria de los nuevos espacios sociales de consenso deben y son los nuevos lugares y más destacados del desarrollo de nuestra cultura universitaria como parte de nuestra cultura nacional.

Esta cultura de la responsabilidad, por supuesto, es radical, es crítica. Pero el acento no está en ser radical o crítica, sino en la ética de la responsabilidad, que exige ser crítico. También la cultura de responsabilidad lleva a la resistencia – y posible a la disidencia - y ser profundamente contestatarios. Pero, otra vez, el acento no está en la resistencia, menos en la disidencia cuando está bien conducida en democracia y respeto ciudadano, sino en la ética de la responsabilidad. Pero esta resistencia debe conducirnos a ser contestatarios, porque ello genera en nosotros un espíritu de tener voz propia, de pensar como nosotros mismos. Ello por el hecho de que es la responsabilidad la que lleva a la resistencia y nos debe conducir inexorablemente no a la disidencia, pero si a ser contestatarios con voz propia.

En este mismo sentido, no se trata solamente de una recuperación de la tradición, base principal en el proceso de formación de la Universidad humanista occidental y de su conservación. Esta tradición ha sido socavada por la improvisación por falta o ausencia de planificación y comunicación universitaria a definir el carácter de la formación profesional, a una comunicación permanente entre la tradición y la modernidad, bajo un falso interés ideológico de intentar encontrar una contradicción fundamental entre ambas, pero en el fondo lo que siempre existió fue una permanente y dialéctica articulación y concatenación entre tradición y modernidad.

La falsa interpretación en torno a la tradición, condujo a la Universidad en las últimas décadas, a rechazar, marginar, excluir y hasta expulsar del ámbito universitario todo lo que tuviera “olor” a pasado, a antiguo, a tradición, a conservador y en su reemplazo asumir posiciones diletantes de absoluta sumisión y dependencia de la Modernidad, pero la modernidad con “olor” a extranjero, a importado, a globalizado, a mundializado,- pero no en el sentido positivo, de innovación, cambio, actualización, sino en un contexto de absoluta incapacidad, mediocridad que sólo sirve para justificar la inoperancia de los actores universitarios - y estas son las líneas centrales que definen hasta hoy los criterios principales en el proceso de formación del capital humano. Tenemos que recuperarla, pero, creo yo, eso no es posible sino como una dimensión de la cultura de la responsabilidad.

Por supuesto, la Universidad tiene que formar profesionales capaces de desempeñarse en sus profesiones respectivas, competitivos, innovadores. Pero esta formación la Universidad tiene que insertarla en una participación en la creación de una cultura, que signifique el reconocimiento práctico de nuestra propia cultura, de nuestra identidad social y cultural cuyo sentido va más allá de la capacitación para el ejercicio de una función y tiene que ser una formación profesional a partir de la creación y/o reafirmación de esta cultura y la preservación y recreación diaria de nuestra identidad

Con eso, la Universidad se ubica en un ámbito que va más allá de lo que concibe el actual proyecto de reducción y simple formación a la producción de capital humano. Se trata de un ámbito que no se debe someter ilimitadamente al cálculo – tanto de la rentabilidad como del crecimiento económico –, sino en un escenario propio:

*- de cultura e identidad universitaria,
*- de comunicación universitaria intercultural,
*- de investigación científico-social participativa,
*- del sistema de valores,
*- del carácter multidisciplinar de las asignaturas,
*- de ética docente y estudiantil,
*- forjar y construir nuevo Liderazgo universitario
*- Construir social y culturalmente el Nuevo Paradigma
Universitario base del desarrollo de la Universidad en el
Siglo XXI y
*- definir con absoluta capacidad institucional su Visión
Académica Global y el derecho al futuro de los nuevos
profesionales.

Un escenario académico que cuestione profundamente la tendencia actual a la totalización de estos cálculos. Cuestionamiento que debe significar desde lo institucional forjar y construir socialmente una nueva y superior alternativa de formación profesional universitaria. No lo hace solamente en nombre de algunos valores que tengan validez de por sí y por simple afirmación, aunque estos valores serían ya argumento suficiente para efectuar este cuestionamiento; debe hacerlo sobre todo en nombre de la ética de la responsabilidad, que la propia globalidad del mundo –que se nos hace presente con fuerza irresistible a través de las amenazas globales – nos impone.

Sin embargo, a partir de la responsabilidad, aparece la necesidad del sistema de valores. Valores a los cuales tiene que ser sometido cualquier cálculo de utilidad (o de interés propio o costo-beneficio). Son valores del bien común cuya validez se constituye antes de cualquier cálculo, y que desembocan en un conflicto con el cálculo de rentabilidad y sus resultados. Son los valores del respeto al ser humano, a su vida en todas sus dimensiones, y del respeto a la vida de la naturaleza. Son valores del reconocimiento mutuo entre seres humanos, incluyendo en este reconocimiento el ser natural de todo ser humano y el reconocimiento de parte de los seres humanos hacia la naturaleza externa a ellos.

Son valores que en la práctica llevan consigo un contenido y un mensaje de respeto y pertenencia a nuestras Instituciones. Son valores que cumplen una función principal en el proceso de formación y desarrollo de nuestra personalidad. Finalmente no se justifican por ventajas calculables en términos de la utilidad o del interés propio. No obstante son el sistema de valores, base principal de la vida humana, sin la cual ésta se destruye en el sentido más elemental de la palabra.

Este conjunto de valores interpelan al sistema, y en su nombre se requiere ejercer crítica y resistencia para transformarlo e intervenirlo. Sin esta interpelación del sistema estos valores no serían sino un moralismo más. El bien común es este proceso en el cual los valores del bien común son enfrentados al sistema para interpelarlo, transformarlo e intervenirlo. De ninguna manera debe ser entendido como un cuerpo de "leyes naturales" enfrentando a las leyes positivas. Es interpelación, no receta.

Por eso tampoco debe intentar ofrecer instituciones naturales o de ley natural, pues parte del sistema social existente para transformarlo hacia los valores de bien común, en relación a los cuales todo sistema es subsidiario. Pero los valores de bien común no son leyes o normas, son criterios sobre leyes y normas. Emanan de la responsabilidad. En consecuencia, su fuerza es la resistencia y la comunicación en el ámbito de la discrepancia, la crítica y la dialéctica. Recién en el contexto de esta realidad, y en subsidiaridad hacia ella, puede tener lugar el cálculo de costo- beneficio. Asumir esta realidad, es responsabilidad y comunicación intercultural.

Pero la responsabilidad no es un producto directo del miedo. El miedo puro paraliza y aumenta solamente la agresividad del sistema. Por ello ( in )surge la comunicación como herramienta democrática a forjar el consenso y el imaginario institucional. La responsabilidad presupone la esperanza. Solamente la esperanza da este punto de equilibrio,- entre la realidad y el imaginario - a partir del cual el miedo puede ser transformado en responsabilidad. El fundamentalismo del sistema resulta de un miedo que ha perdido la esperanza.

Lo que necesitamos es esta responsabilidad y comunicación intercultural dentro del sistema de valores universales, nacionales y locales que fortalezcan la Institución Universitaria en un mundo hecho global, amenazado por la estrategia transnacional de acumulación de capital llamada globalización neoliberal. Hay que proteger un mundo global del ataque mortal de parte de los fundamentalistas globalizadores neoliberales. De esta responsabilidad resultan las posibles alternativas y propuestas viables de la Universidad en el siglo XXI.

**********

( * ) ARTICULO.- Del Libro. Publicado en febrero del 2008.


" LA UNIVERSIDAD DEL SIGLO XXI. REFORMA ACADEMICA

Y/O TRANSFORMACION INSTITUCIONAL ".

No hay comentarios: