lunes, 25 de febrero de 2008

DESARROLLO LOCAL Y PARTICIPACION CIUDADANA.

EL DESARROLLO LOCAL Y LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA.

Remedios Martínez Verdú . Socióloga. Universidad de Alicante.


(España)

“Red Académica Iberoamericana Local – Global”.

Los años setenta y ochenta fueron testigos de cambios radicales en la economía mundial que afectaron aspectos clave como la organización industrial, la producción de tecnología, la dinámica de los mercados y el manejo de las políticas económicas tanto a nivel internacional, como nacional y regional. Una forma de explicar tales transformaciones es a partir del cambio en el patrón de organización industrial llamado fordista que prevaleció en los años de la posguerra, por otro conocido como posfordista ya entrado el decenio de los setenta (Hirst y Zeitlin, 1991).
Como producto de la crisis del fordismo y la desintegración vertical de las formas de producción y organización industriales, comenzaron a proliferar rápidamente las tecnópolis y distritos o ciudades industriales como nuevos instrumentos acordes con el sistema de producción flexible o posfordista. Esto ha llevado a plantear el retorno de los sistemas productivos locales como unidades predominantes de análisis. No obstante, habría que recordar que ello es así debido a que la dinámica de la economía mundial es la que lo ha provocado con las fuerzas desencadenadas con su reestructuración; resulta necesario entonces analizar cuidadosamente la dimensión local para tener más elementos que nos permitan juzgar la naturaleza de este resurgimiento de los sistemas productivos locales.
En los últimos años la dimensión territorial del desarrollo ha cobrado importancia a partir de la crisis económica de los años setenta. Se ha tenido que volver a definir el papel que juega la dimensión local dentro del sistema productivo, del mercado de trabajo, de la vida comunitaria, y de la forma de administración y gestión del medio natural y humano. De esta forma se explica la mayor importancia que desde la perspectiva del desarrollo económico del territorio tienen las actuaciones ligadas al desarrollo local para conseguir una cualificación y "'cultura" de la población capaces de fomentar acciones y de sacar el mayor provecho y mantenimiento integral de las potencialidades y recursos específicos de una zona.
En la actual era posfordista el conocimiento ha pasado a ser un factor de primera importancia en la creación de ventajas competitivas, Becattini y Rullani (1993) plantean una diferencia de gran importancia para lo que aquí nos ocupa al separar el conocimiento en “codificado” y en “contextual”, en donde el primero circula en la red global, mientras el segundo es generado en el ámbito local.
Este último es de carácter informal y derivado de la experiencia del contexto específico, por lo que se requiere de algún grado de descontextualización y de conversión en código que permita su uso en ambientes semejantes al que le dio origen. Una vez que este tipo de conocimiento contextual o tácito del sistema local está listo, podrá unirse con el conocimiento codificado o explícito que circula en la red global mediante tres tipos de códigos: tecnológicos, organizativos y comunicativos.
“El desarrollo de los diversos códigos que permiten transferir el conocimiento constituye una parte importante de la evolución de la organización económica, desde la revolución industrial en adelante. De los códigos tecnológicos inscritos en las máquinas, que han marcado el desarrollo del capitalismo del siglo XIX, se ha pasado a códigos organizativos que han caracterizado la larga parábola del fordismo y, en fin, a los códigos comunicativos que caracterizan el nuevo paradigma emergente posfordista” (Becattini y Rullani, 1993: 14).
El DESARROLLO LOCAL
El desarrollo local significa una nueva forma de mirar y de actuar desde lo local en este nuevo contexto de globalización. Su impacto diferencial está en función de las capacidades endógenas creadas para insertarse de manera competitiva en el mercado global, capitalizando por medio de estrategias propias, los diferentes actores de un territorio.
Trabaja con la perspectiva de garantizar los derechos de ciudadanía, a través del fortalecimiento del capital humano y capital social. O sea, presupone restablecer la confianza entre los actores locales a través de la reconstrucción de las relaciones entre entes de gobierno, sociedad civil y demás actores da región, permitiendo mayor gobernabilidad democrática, equidad y justicia social.
Las bases del desarrollo local están en plena coherencia con las Naciones Unidas, donde el concepto de desarrollo (social y económico) está basado en un concepto precedente: el de desarrollo humano, que posee una serie de componentes fundamentales: la igualdad de oportunidades para todas las personas de la sociedad; la sostenibilidad de las oportunidades, de una generación a la generación siguiente; y la "potenciación" de las personas, de manera que participen del proceso de desarrollo y se beneficien de él.
Los procesos de desarrollo endógeno se producen gracias a la utilización eficiente del potencial económico local que se ve facilitada por el funcionamiento adecuado de las instituciones y mecanismos de regulación del territorio. La forma de organización productiva, las estructuras familiares y tradiciones locales, la estructura social y cultural y los códigos de conducta de la población condicionan los procesos de desarrollo local, favorecen o limitan la dinámica económica y, en definitiva, determinan la senda específica de desarrollo de las ciudades, comarcas regiones. Este modelo, por tanto, está basado en la utilización de los recursos productivos locales (económicos, humanos, institucionales y culturales entre los que encontramos la estructura productiva, el mercado de trabajo, la capacidad empresarial, los recursos naturales, la estructura social y política, y la tradición y cultura), que constituyen las potencialidades de desarrollo endógeno y la mejora del nivel de vida de un área (Vázquez Barquero, 1986, 105)
El desarrollo local puede ser considerado como la materialización de un comportamiento solidario entre individuos deseosos de poner en valor sus recursos físicos y financieros. Por tanto podemos entender por desarrollo local un proceso, de marcado carácter voluntarista, encaminado al crecimiento y desarrollo no sólo económico sino también social y cultural de un territorio determinado, emprendido y gestionado por entes administrativos y sociales locales o mancomunados.
De aquí surge la importancia del entorno local en la medida en que el proceso de adaptación de conocimientos es realizado en las localidades a partir de la experiencia acumulada por los grupos de trabajo. Es por ello que a diferencia de la política de las empresas multinacionales que en los años cincuenta y sesenta pasaban por alto las diversidades locales, desvalorizando el saber contextual, en la actualidad se tienda a valorar mucho más ese tipo de conocimiento y, por tanto, a utilizar a la economía local como una variable estratégica para la competitividad global.
Las iniciativas de desarrollo local florecen en época de crisis, siendo su origen fundamental la crisis de los años setenta, y la consecuente caída generalizada del empleo en el Reino Unido, Francia, Estados Unidos, mientras que las primeras experiencias en el Sur son las Centroamericanas a partir de principios de los años noventa. No es casual, por tanto, que muchos de los programas ligados al desarrollo local obedezcan a un fuerte sustrato economicista y respondan a nombres como "fomento del empleo", "iniciativas locales de empleo", "promoción económica", etc.
Las propuestas realizadas por CEPAL en los noventa, tendentes a superar dicha situación, no han sido suficientes. Al respecto se afirma: "dicha estrategia padece un desbalance en los énfasis: excesivo en cuanto al progreso técnico y a sus efectos virtuosos sobre el crecimiento, la reinserción internacional y la equidad distributiva; insuficiente en cuanto a la dinámica perversa de la heterogeneidad y el subempleo propios del subdesarrollo, y al conjunto de medidas requerido para superarlos".
También en España a mediados de los años ochenta autores como Vázquez Barquero relacionan Desarrollo Local con una estrategia dirigida a la creación de empleo ya que éste "es sin duda el problema de la economía española a finales de la década de los ochenta. El cambio de la estrategia de desarrollo coincide en España con la creación del Estado de las Autonomías y los Ayuntamientos democráticos como estrategia adecuada para crear empleo y reestructurar las economías locales y regionales" (Vázquez Barquero, 1987).
A partir del estudio de diversos casos empíricos en la geografía española, Vázquez Barquero (1986,1988 y 1993), defiende que todas las comunidades locales disponen de un cierto número de recursos que constituyen las potencialidades de desarrollo endógeno de un determinado territorio. Los casos de existencia de una estructura productiva viva, un mercado de trabajo, una capacidad empresarial, una estructura institucional y política, una tradición, unos rasgos culturales y unos recursos naturales, suponen objetivamente un potencial de crecimiento y de mejora del nivel de vida de la población.
La estrategia de aceleración del proceso puede partir de la administración o de la propia iniciativa empresarial existente, o lo que viene siendo más frecuente, de la conjunción de ambas desde la creación de sociedades de promoción de desarrollo local, de las que existen ya más de 300 en España, y que responde a una necesidad de apoyo sentida localmente para facilitar y acentuar procesos ya iniciados o simplemente en proyectos aun sin definir. El desarrollo endógeno así concebido integra un conjunto de experiencias empresariales con singular interrelación sectorial, que utilizan los recursos propios del área de implantación (principalmente los naturales, humanos y financieros), y que con apoyo de la administración resultaría beneficiado por una mejoría en los servicios derivados de la oferta de infraestructuras, pudiendo planificarse y orientarse en función de unos objetivos y fases de actuación que tratarían de aprovechar las economías de escala de las tasas de crecimiento y acumulación obtenidos en cada fase.
Vázquez Barquero (1986), destaca además dos dimensiones específicas de este proceso. De un lado estaría la dimensión económica, derivada de la capacidad que demostrasen la empresas locales para organizar los factores productivos con niveles de productividad suficiente para ser competitivos en el mercado. Y por el otro lado, aparecería la dimensión sociocultural, manifestada en el hecho de que los valores e instituciones locales sirvan de base al proceso de desarrollo, fortaleciendo su propia estrategia.
Lipietz y Leborgne (1990: 111) señalan que “en primer lugar, la crisis latente del paradigma industrial, caracterizada por una disminución del ritmo de la productividad y un aumento de la relación capital-producto, dio lugar a un descenso de las tasas de rentabilidad hacia fines del decenio de los sesenta. La reacción del empresariado a través de la internacionalización de la producción, y del Estado (mediante la generalización de las políticas de austeridad), derivó en una crisis del empleo y, por lo tanto, del Estado del Bienestar. Tanto la internacionalización productiva como el estancamiento de los ingresos activaron la crisis por el lado de la demanda hacia fines de los años setenta”.
En algunos países de Latinoamérica, cuando se habla de "Desarrollo Local", éste implica una crítica a lo "Central". Hay una desconfianza hacia el "centro", es decir, hacia el Estado; de ahí que se reivindique "lo local", como un reconocimiento de la calidad del sujeto y de su toma de conciencia con valores como la "sociabilidad, la vecindad y el barrio", frente a lo "central" que considera al individuo como un "objeto".
En la presente década la definición del "desarrollo local", en la teoría coincide en esencia con la propugnada por países en vías de desarrollo, a pesar de las diferencias en variables socioeconómicas y espaciales con respecto a los países de la Europa Occidental. Así, la Fundación Interamericana (FIA) entiende el desarrollo local como "un proceso participativo para abordar y resolver diversos problemas y necesidades sociales, económicas y ambientales en un territorio jurídico administrativo (municipio, cantón, comuna, provincia, distrito, región, etc.), determinado por medio de la formación de alianzas entre la sociedad civil, los gobiernos locales y el sector privado que conduzcan al desarrollo sostenible, a la mejora de la calidad de vida de los grupos de bajos ingresos y al fortalecimiento de la democratización en toda la región".
De aquí surge la importancia del entorno local en la medida en que el proceso de adaptación de conocimientos es realizado en las localidades a partir de la experiencia acumulada por los grupos de trabajo. Es por ello que a diferencia de la política de las empresas multinacionales que en los años cincuenta y sesenta pasaban por alto las diversidades locales, desvalorizando el saber contextual, en la actualidad se tienda a valorar mucho más ese tipo de conocimiento y, por tanto, a utilizar a la economía local como una variable estratégica para la competitividad global.
El modelo económico neoliberal que se aplicó en casi toda América Latina (con todos los matices y particularidades históricas de cada una de las sociedades) tiene fundamentos neoclásicos, lo que se expresa en políticas con una clara hegemonía de mercado y en la apertura externa (asumiendo la teoría de las ventajas comparativas por la cual el libre mercado llevaría a la convergencia de las economías), que conduce al predominio del capital financiero. En países en vías de desarrollo se ha materializado durante décadas el crecimiento económico pero sin desarrollo, y ese fenómeno se da "cuando la actividad económica se concentra en tormo a las implicaciones de firmas extranjeras o las grandes obras públicas y no se irradia al conjunto" (Perroux, 1981).
Ni el modelo de sustitución de importaciones impulsado por CEPAL produjo los efectos de homogeneización social y diversificación productiva previstos, ni el modelo neoliberal logró el desarrollo de los países de América del Sur en el sistema globalizado. En ambos casos se conformaron islotes de modernidad y se ampliaron las distancias entre los sectores modernos y no modernos de la economía, con todas las implicancias sociales y políticas de esta situación (en el último período se amplió en forma sustancial el número de excluidos y marginados, parias que, quizá por generaciones, no tendrán trabajo, educación ni salud).
DESARROLLO LOCAL y EMPODERAMIENTO.
El desarrollo local podría fortalecerse, si la participación ciudadana incrementara su empoderamiento, por lo que es necesario la aplicación de estrategias que contribuyan al mismo en el marco de la democracia participativa, para la construcción de territorios con un desarrollo adecuado. La noción “empoderamiento”, no como realidad abstracta sino como objetivo participativo con manifestaciones concretas, abordables y viables, alejado de la pasividad y de la indolencia sociales que aparecen representadas en el imaginario colectivo participativo. La noción, traducción literal del término inglés empowerment, se emplea para expresar el ejercicio real del poder por parte de la ciudadanía. J. Rappaport (1981,1987) ha propuesto, en el contexto de la actuación en Psicología Comunitaria, el concepto de empowerment (literalmente, dotación de poder). En una perspectiva ecológica alude a una calidad fundamental de interacción de las personas con su entorno relacional y físico (A., Sánchez, 1996).
Etimológicamente este concepto alude a: permitir, capacitar, autorizar o dar poder sobre algo o alguien o para hacer algo. Conceptualmente, se refiere al proceso o mecanismo a través del cual personas, organizaciones o comunidades adquieren control o dominio sobre asuntos o temas de interés que le son propios (A., Sánchez). Los ejes centrales del concepto, serían entonces, la potenciación y fortalecimiento con la finalidad de sentirse y ser competentes en los ámbitos de interés para la propia vida. Rappaport en 1987, refiere que el empowerment (o empoderamiento) posee dos dimensiones o componentes complementarios para el caso del desarrollo comunitario. Una se centra en la autodeterminación personal, que sería la capacidad de determinar la propia vida (sentido de competencia personal). La otra, se centra en la determinación social y se refiere la posibilidad de participación democrática (sentido de competencia comunitaria).
Se trata de un concepto cada vez más utilizado que relaciona las nociones de poder, política y participación, en general, pero que ha surgido de experiencias realmente concretas, circunscritas a lo próximo, a lo cotidiano, a las necesidades sociales que requieren de satisfacción social. Aparece ante la necesidad de apertura de líneas de acción, desde la reclamación de poder y voz para poder desarrollar planes, programas o proyectos específicos con el horizonte de la promoción de la plena integración de las comunidades locales y la participación social práctica.
En consecuencia, la noción de “empoderamiento” implica formas muy diversas de entender el mundo y las relaciones de poder (desde reformistas hasta revolucionarias). El común denominador entre todas ellas es la idea de compartir poder y tomar decisiones a todos los niveles, “poder” en todos los ámbitos de la sociedad, perteneciente a todo individuo y a todo grupo. Para su concreción, precisa de sujetos activos, convencidos de ser capaces de convertirse en motores de su propio “empoderamiento”. Además, entronca con las nociones de poder vinculadas a los movimientos sociales, a las ideas de participación de acciones colectivas que contrarresten las relaciones de poder hacia las mayorías por parte de unas elites minoritarias, desde una perspectiva marcadamente transformadora y “desestabilizadora” en sus planteamientos originales que han ido evolucionando hacia posiciones como el seguimiento participativo de proyectos. De hecho la monitorización desempeña un papel destacado en esta alternativa participativa.
Empoderamiento es un concepto psicosocial con implicancias políticas: hablamos de poder, de transferencia de poder. Queremos resaltar aquí que un objetivo de vital importancia en la superación de la pobreza es la ruptura de los mecanismos psicosociales que la reproducen (que por cierto tienen su base en estructuras sociales objetivas). La ubicación de las personas que viven en condiciones de pobreza les impide muchas veces, tener control psicológico, material o político en cuestiones incluso cotidianas, más aún su escasa o nula incidencia en la toma de decisiones que se relacionan con políticas que eventualmente pueden mejorar sus condiciones de vida.
Este concepto muy pronto traspasó los límites de la Psicología Comunitaria, comenzándose a emplear en diversos ámbitos, especialmente en agencias internacionales de desarrollo, refiriéndola como un componente fundamental en las estrategias de erradicación de la pobreza (Banco Mundial, 2001; CEPAL, 2001).
El empoderamiento aumenta las oportunidades y aptitudes de las personas de optar y expresar sus opciones y transformarlas en actividades y resultados deseados. La capacidad de las personas de participar en la función de gobierno a nivel local y en la prestación de servicios locales no sólo está determinada por la dotación de recursos individuales (dinero, información, aptitudes, etcétera), sino también por el capital social que sirve de base para las actividades colectivas tendientes a dar respuesta a sus preocupaciones comunes
Las prácticas de este fenómeno son el elemento inverso, a las relaciones verticales de poder vertido desde arriba. La autoestima, el desarrollo personal, la dignidad o la toma de conciencia son elementos constitutivos que enriquecen el enfoque, persiguiendo el objetivo de aumentar la participación individual y colectiva en movimientos o redes sociales activas. No está reñido con un contexto estructural o institucional en la medida en que busca reforzar a los actores sociales como sujetos activos que se convierten en objetivos de estructuras, de instituciones y de organizaciones, en el marco de los cambios en las relaciones políticas y con un carácter ineludiblemente político de reequilibrio del poder.
El entorno propicio para el desarrollo local comprende instituciones formales, como leyes, políticas y sistemas institucionales establecidos, así como sistemas informales, como valores, normas y prácticas sociales, que influyen sobre las decisiones y el comportamiento de las personas.
El respaldo externo para el desarrollo local comprende el suministro a los protagonistas locales —incluidos organismos públicos, organizaciones no gubernamentales y de base comunitaria— de recursos tales como financiamiento, capacitación, asistencia técnica e información. Las transferencias de recursos a organismos locales son comunes en todos los países; en zonas locales menos adelantadas, su proporción tiende a ser mayor.
La sociedad civil a través del sistema político tiene que buscar un nuevo pacto, democratizar el Estado para lo que se requiere una descentralización funcional y una gestión transversal del estado en relación a la sociedad para que se fortalezca la participación ciudadana. Una posible alternativa, está por un lado en la construcción de un estado social, por otro en consolidar una sociedad de bienestar donde lo público no se agota en lo estatal teniendo el ciudadano un conjunto de derechos y deberes abiertos a la aldea global desde la polis local. Lo público adquiere la significación de un espacio dinámico en el que se interaccionan distintos actores estatales, de la comunidad y el mercado con una lógica y objetivos comunes.
Tradicionalmente, los gobiernos de los países en desarrollo han recurrido a organismos convencionales del sector público —entidades sectoriales y gobiernos locales— para proporcionar infraestructura y dispensar servicios a nivel local. Recientemente se ha comprobado que los fondos sociales en que se utilizan métodos altamente descentralizados, participativos y basados en la demanda, como el de desarrollo impulsado por la comunidad, tienen bastante éxito en cuanto a suministro de recursos a los beneficiarios deseados y el logro de repercusiones rápidas. No obstante, esos enfoques innovadores no siempre han garantizado una coordinación e integración adecuadas de sus esfuerzos con la gestión de gobierno y la prestación de servicios por parte del sector público en el sentido más amplio.
El antónimo de empoderamiento es alienación o explotación, dependencia, en definitiva, una concepción de los ciudadanos como instrumentos fácilmente socializables. No es una cuestión menor, no en vano la cuestión de la correlación de fuerzas en el contexto social global (internacional o mundial), regional (europeo) y el local (nacional, autonómico, municipal, provincial) no es ajeno a situaciones de polarización social, por la fragmentación y por el crecimiento de las desigualdades económicas, culturales, étnicas, espaciales, y un largo etcétera que incluye categorías sociológicas como edad, sexo y otras.
Un nuevo modelo de desarrollo debería retomar la tesis de los teóricos de la dependencia de que el subdesarrollo responde a causas intrínsecas al sistema capitalista; y elaborar un marco conceptual que integre los avances teóricos derivados de las relaciones centro periferia y las aportaciones de las diferentes teorías que reconocen el papel fundamental de las instituciones. También tendría que tener en cuenta una redefinición del papel del Estado como agente principal para corregir los desequilibrios macroeconómicos y las brechas económico-sociales, en una nueva forma de gestión y organización de las relaciones de trabajadores y empresarios e impulsar acuerdos regionales de inserción internacional.
Conclusión .
La globalización, en tanto proceso que busca simultáneamente formar un solo espacio de mercado y múltiples territorios de producción, contiene fuerzas que empujan la diseminación territorial de segmentos de variadas cadenas de valor, al tiempo que hace surgir fuerzas de descentralización, así como de centralización y concentración. Dada esta combinación de efectos, puede afirmarse que la globalización estimula el surgimiento de procesos de crecimiento local, lo que no significa que estimule también procesos de desarrollo local.
Lejos de la creencia generalizada en el sentido de que había que mantenerse al margen para preservar la identidad de una región, Becattini y Rullani (1993,19) plantean que, por el contrario, “los sistemas locales que se han revelado mayormente vitales y capaces de conservar la propia identidad tradicional han sido justamente aquellos que han aceptado el reto de la apertura al exterior y de la valorización de su saber contextual en redes globales”. De acuerdo con el papel que cada lugar juega en el circuito de los conocimientos, podría pensarse en una gran red mundial que ubicaría cómo se ha dado la interconexión entre localidades y regiones, a la vez que nos mostrara en dónde no se ha dado tal proceso.
Participación y Desarrollo constituyen dimensiones estrechamente relacionadas. Las propuestas de desarrollo local crean la posibilidad de fortalecer el contexto de la participación, especialmente si se toma en cuenta la existencia de “voluntades políticas” que privilegian las alianzas y consensos dentro del contexto geográfico de los municipios. El escenario participativo que instala la gestión asociada para el desarrollo define una metodología particular que subsume e integra visiones e intereses contrapuestos en acuerdos, negociaciones o concertaciones; en la que el diseño de estrategias y acciones conjuntas definen modelos de gestión cogestionarios y asociados.
Frente a la creencia más o menos generalizada de que habría un absoluto predominio de las tendencias globales, la reacción de muchas regiones y localidades fue la de reforzar sus valores culturales y sociales propios, a partir de los cuales se ha desarrollado una vigorosa ofensiva económica que no sólo les ha permitido alterar la geografía productiva mundial, sino también establecer una relación con las regiones centrales distinta de la que se dio durante el fordismo.
El discurso de la globalización como amenaza de las identidades grupales, como mecanismo homogeneizador de formas y estilos de vida (que en muchos casos hace referencia únicamente a la dimensión del consumo) queda así en entredicho. Más bien parece que el proceso es inverso, se refuerzan y se crean nuevas referencias identitarias inmediatas. Pero también parece que la emergencia de nuevas formas de identidad se da en muchos espacios al abrigo de los procesos desestructurtadores (sobre todo en la esfera del trabajo) que han transformado la clásica marginación social en un fenómeno mucho más duro: la exclusión. Por primera vez aparecen colectivos, grupos sociales, que no son necesarios para el funcionamiento del sistema, que son “prescindibles”.
Las gestión asociada como componente del desarrollo local para promover estrategias y mecanismos para la satisfacción de las necesidades básicas de la población, no debe ser considerado como el diseño de un simple programa, debe ser concebido como “un espacio de articulación” que promueve la intervención de todos los actores sociales: vecinos, gobernantes, cooperativas, ONG’s, ciudadanos, etc., involucrados en un sólo objetivo, un solo trabajo, desarrollar los recursos y las estrategias necesarias para emprender los cambios que la sociedad requiere.
La realidad de los distintos países, nos indica que la mayor parte de los programas orientados desde los organismos del estado han tendido a actuar de un modo focalizado en ciertos sectores en condiciones de pobreza diseñando estrategias que en la mayoría de las ocasiones constituyen una invitación a integrarse en el modelo social planteado desde el marco dominante. Otras fórmulas, por el contrario han asumido la participación y asociatividad no sólo como instrumentos para lograr ciertos fines de la política social, sino que como recurso que puede posibilitar un cambio social más sustantivo y sostenible.
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