lunes, 31 de diciembre de 2007

LA UNIVERSIDAD DEL SIGLO XXI.

I N T R O D U C C I O N.


Es responsabilidad y corresponde a la Universidad el deber de guiar la discusión de los asuntos públicos con honradez, respeto por la verdad y sentido crítico. La cultura cívica, la cultura democrática y la cultura política representan los principios centrales del Ethos universitario. Nada hay más dañino para una democracia que la cancelación o la degradación del debate público. Una Universidad que renuncia a su deber de alentar y dar forma a la discusión ciudadana incurre en una grave omisión de sus deberes y se condena a la insignificancia.

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Uno empieza a entender que la problemática de la ética en la Universidad no es un tema simple. Por un lado, la MERCANTILIZACION de la Educación Superior Universitaria y la DECADENCIA de los regímenes de COGOBIERNO universitarios asociados con fuertes VALORES académicos y democráticos de ilustración, han empezado a oscurecer el Ethos universitario.

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No hay Universidad en el Perú y en el Mundo que forme profesionales para ser Docentes Universitarios. El Docente Universitario se forma y se hace en el aula, en la clase magistral, - Seminarios, Conferencias, Congresos -. investigación, –su- biblioteca, su organización gremial, - Sindicato - proyección social. Quien ingresa a la Docencia Universitaria por Concurso Público de Méritos y Oposición – no se compra un puesto para vivir en la mediocridad y garantizarse una pensión de por vida – hace de la Cátedra Universitaria un laboratorio permanente de capacitación eficiencia y calidad académica, una Biblioteca competitiva y actualizada para aportar directamente en la formación profesional de sus alumnos, un libro abierto de sabiduría y cultura, valores individuales y colectivos universitarios, ejemplo de relaciones, confianza, liderazgo y comunicación, es en definitiva un Profesional que asume el COMPROMISO ético y la responsabilidad social en el largo camino de lucha permanente por tratar de conseguir ser un MAESTRO UNIVERSITARIO en la Universidad Científica, Popular, Moderna, de calidad y competitiva: LA UNIVERSIDAD DEL SIGLO XXI.

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Una universidad moderna tiene que saber acoger críticamente y con lucidez elementos valiosos que le aporta la cultura de un mundo globalizado, pero no puede hipotecar su identidad. Tiene que aprender seriamente de las Empresas de Responsabilidad Social, la racionalidad organizacional, la capacidad de evaluar sus resultados, la seriedad en la gestión económica, pero no puede transformarse sin más en una empresa comercial, ni puede hacer de la lógica empresarial la clave de sus conductas. Ella es una empresa con una identidad peculiar.
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Entendemos por Responsabilidad Social Universitaria la capacidad que tiene la Universidad, de difundir y poner en práctica un conjunto de principios y valores generales y específicos, por medio de cuatro procesos considerados claves en la Universidad, como son la gestión, la docencia, la investigación y la extensión universitaria. Respondiendo Socialmente así, ante la propia comunidad universitaria y el país donde está inserta.

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En tiempos de plena crisis de la Modernidad, la fase económica de la globalización neoliberal, era del conocimiento y la información, la presencia de la libre empresa en la academia no crea una nueva conciencia académica: la altera, la inmoviliza, la privatiza, la compra, la explota, pero no la conduce ni la fortalece como patrimonio social, cultural ni universitario. Lentamente los académicos o investigadores se convierten en empleados o jefes corporativos. Esta es la tendencia en todas las Universidades o instituciones de investigación capaces de atraer intereses corporativos.

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LA UNIVERSIDAD DEL SIGLO XXI.
UNIVERSIDAD CIENTIFICA, POPULAR, GRATUITA. DE CALIDAD, CON MAESTROS EFICIENTES, ETICOS Y RESPONSABLES, LIDERES HUMANISTAS, PROFUNDAMENTE COMPROMETIDOS CON LA IDENTIDAD Y LA CULTURA POPULAR Y EL DESARROLLO LOCAL-TERRITORIAL, FORMADORES DE NUEVOS PROFESIONALES CON VOCACION Y SISTEMA DE VALORES, QUE RECUPEREN LA CONFIANZA, GENEREN CREDIBILIDAD Y DEVUELVAN LA LEGITIMIDAD INSTITUCIONAL A LA UNIVERSIDAD DEL NUEVO MILENIO.... PARA NOSOTROS ES EL CAMINO DEMOCRATICO DESDE LA SOCIEDAD CIVIL Y COMO CIUDADANOS ASUMIR EL COMPROMISO EN EL NUEVO PARADIGMA UNIVERSITARIO.

Entendemos a la realidad universitaria como una institución y una experiencia centradas en el saber. Aprender y enseñar constituyen la esencia del mundo universitario en el contexto local-global del nuevo milenio. Pero entre ambos extremos existe una amplia gama de actividades – como el atesoramiento del saber y su incremento mediante la investigación – que hacen de la vida de los claustros una vivencia inagotable y permanente renovación. A pesar de la riqueza de esa concepción, toda institución dotada de un verdadero espíritu universitario la encontrará insuficiente. Echará de menos, en ella, la referencia a esa realidad más amplia – la sociedad y sus necesidades – sin la cual el cultivo y la transmisión del saber no alcanzan relevancia plena. La inserción social de la Universidad y la responsabilidad ética y social que se derivan de ello son, antes que complementos electivos, componentes esenciales de una identidad universitaria genuina.
La vocación social de la Universidad debe ser entendida, sin embargo, de una manera especial. Esta no es una organización productiva ni comercial; no representa a un sector de la sociedad en particular ni aspira a tener un papel político. El cultivo de la ciencia y las humanidades se encuentra en otro plano de la existencia colectiva: si bien se interesa en todos los antes mencionados, lo hace desde una posición particular: la pasión por la verdad y la primacía del conocimiento como principio de toda interacción con la comunidad a la que pertenece. El apego a esos principios – la lealtad a un cierto ethos universitario – es condición esencial para su relevancia social.
Así, es evidente que la primera función social de la Universidad es formar profesionales de excelencia y al mismo tiempo personas éticamente responsables. La Universidad cumple su responsabilidad generando ciudadanos y personas con conciencia histórica, cultura democrática y espíritu cívico: seres capaces de reconocer la situación de sus sociedades y de entender sus deberes hacia sus conciudadanos. Entre esas personas capaces y honradas deben surgir los líderes de una sociedad humanitaria, justa, dialogante y además eficiente.
Al mismo tiempo, como cultivadora, depositaria y emprendedora del saber, corresponde a la Universidad el deber de guiar la discusión de los asuntos públicos con honradez, respeto por la verdad y sentido crítico. Nada hay más dañino para una democracia que la cancelación o la degradación del debate público. Una Universidad que renuncia a su deber de alentar y dar forma a la discusión ciudadana incurre en una grave omisión de sus deberes y se condena a la insignificancia.
Obviamente el objetivo, es claro que la conjunción del saber y el hacer, del discernimiento conceptual y la pericia técnica es una riqueza que toda Universidad debe poner al servicio de su sociedad. La Universidad está obligada a ser motor y garante del desarrollo económico y social de su colectividad con intervenciones respetuosas, eficaces, éticas, responsables y con sentido de futuro a favor de los más necesitados. En una realidad como la peruana ese deber es más perentorio y evidente: la violencia, la pobreza, la injusticia, la discriminación, la desigualdad económico-social constituyen día a día un reclamo ardiente para el mundo universitario.
Saber y actuar, el rigor del claustro y el compromiso del mundo exterior, no son para una verdadera Universidad realidades opuestas sino claramente complementarias. El cumplimiento de su responsabilidad social demanda cultivar siempre un equilibrio entre ambas.
Sin embargo, la realidad universitaria, en tiempos de globalización y políticas neoliberales, en crisis permanente por la escasez de fondos públicos, “ahorcada en su presupuesto” por el Estado a partir de su política neoliberal de abandono “total” de la educación y en especial de la Educación Universitaria - 4 meses de Huelga Universitaria en 16 meses de segunda Administración Aprista, con una política de Estado fiel al “Decálogo Neoliberal del Consenso de Washington” – Esta realidad universitaria a nivel global comienza a distorsionarse – además de otras medidas y políticas transnacionales – en tiempos cuando: La aportación creciente de fondos para numerosas Universidades públicas y privadas de Estados Unidos comenzó a modificar la naturaleza de la Universidad en ese país, También comenzó a modificar algunas ideas esenciales sobre el "conocimiento científico". Tales modificaciones están afectando negativamente los conceptos de Universidad, educación superior e investigación científica en otros países de las regiones que la globalización ha convertido en "el sur". Los beneficios de la educación y del conocimiento, pues, se deslizan aceleradamente a las arcas privadas de los inversionistas transnacionales y no al bienestar de los pueblos.
En el desarrollo de nuestra investigación sobre la Reforma Académica de la Institución Universitaria, hemos comentado algunos aspectos de la conversión de la educación en un servicio comercial, en mercancía, que por lo general produce plusvalía transnacional. En la coyuntura universitaria fundamentar con capacidad y ser parte de esa realidad, cómo se está produciendo, en el conocimiento universitario un cambio negativo, destructivo en su esencia social y humanista liberal, tecnológico y científico en la Modernidad, es asumir con responsabilidad ética y social un Compromiso.
Antes, cuando la Universidad Pública era el gran camino para América y los países del sur del continente, creímos – somos parte - y convencidos plenamente que el conocimiento era patrimonio de la humanidad, una conquista de la evolución humana. Ahora el conocimiento aceleradamente se está convirtiendo en una patente, en una mercancía, en un secreto de empresas trasnacionales que lo consideran ya no como un patrimonio del ser humano, sino como una propiedad privada. Esto no es una evolución de la especie humana, esto es un retroceso. Y pensar que los académicos y en general los políticos neoliberales, han logrado sacar del centro de la discusión mundial el problema de la propiedad privada sobre los medios de producción, precisamente para plantear supuestas medidas democráticas, igualdad de oportunidades, distribución igualitaria de la ganancia, construir una sociedad inclusiva, etc y demás fantasías e ilusiones neoliberales, frente a la pobreza, la exclusión social, el hambre, la miseria y en general la desigualdad económico social. Y ahora al conocimiento patrimonio social y democrático de la humanidad lo convierten y transforman en propiedad privada.
Al leer los dos artículos de Claudio Rama y Amitai Etzioni, uno empieza a entender el lado oscuro de las Universidades y que la problemática de la ética en la Universidad no es un tema simple. Por un lado, la mercantilización de la educación superior y la decadencia de los regímenes de cogobierno universitarios asociados con fuertes valores académicos y democráticos de ilustración, han empezado a oscurecer el Ethos universitario, como lo relata Rama. Por el otro lado, las carreras ligadas al mundo de los negocios no suelen tener mucha empatía con el discurso ético, como Etzioni testimonia en su experiencia docente en la Harvard Business School.

Este instructivo testimonio de Etzioni nos conduce de frente al corazón del problema de las resistencias internas a la Universidad contra el enfoque de Etica y Responsabilidad Social. Varios tipos de resistencias están ahí mencionados, de algún modo:

*- Resistencia por parte de los profesores que afirman deber "enseñar ciencia" y no cualquier asignatura de "humanidades", lo que resulta ser una pérdida de tiempo en la formación profesional especializada del alumno. Aquí se separan nítidamente racionalidad científica y discurso ético, que no beneficia (según estos docentes) del estatuto de disciplina racional, sino más bien pertenece a la Doxa, - a la opinión general -, razón por la cual no se puede identificar una ética que escape al relativismo.

*- Resistencia por parte del alumnado que, habiendo integrado muy bien (¿cómo?) las opiniones de sus profesores positivistas, ven en el curso de ética una pérdida de tiempo (los famosos "cursos de relleno" del currículo), o de todos modos algo que no tiene que ver.

Aunque el artículo verse sobre las Escuelas de Negocios, podemos extender el problema a la institución de educación superior universitaria en general, puesto que las resistencias que resalta pueden encontrarse en otros tipos de casa de estudio. con su profesionalización: "es como ir a la Iglesia los domingos".

*- Resistencia por parte de los profesores, que se preocupan por las contradicciones que la intromisión de la ética en la currícula haría aparecer: pondría en tela de juicio las técnicas enseñadas para "maximizar los beneficios reduciendo los costos", es decir, la misma racionalidad económica y de negocios que, bajo la "señal del Dólar", conduce a definir la actitud "racional" como la del free rider, de ese individuo que calcula egoístamente en cada situación como sacar el máximo provecho según sus intereses económicos.

*- Resistencia por parte de los alumnos, que entienden la preocupación ética en los negocios como una desventaja de competitividad: quien sigue lo que la ética enseña tiende a perder frente a los competidores. Aquí funciona la famosa opinión muy difundida según la cual el más tonto en ese mundo es aquél que quiere ser bueno. Por lo tanto, el comportamiento ético debe (racionalmente) estar supeditado al cálculo previo de las ventajas que se puede esperar de él, cálculo "racional" según la lógica económica, claro está.

*- Desde ahí la escalofriante consecuencia de la "des-enseñanza ética" practicada en las más famosas escuelas de negocios: "la educación en estas instituciones no sólo falla en mejorar los valores morales de los estudiantes, sino que los deteriora". Podemos notar aquí cómo se entrecruzan dos fenómenos que dejan al enfoque ético "mal parado".

*- Primero, la presión del contexto en el cual el estudiante y el profesor trabajan, dominado por el afán de éxito económico, que presupone que la formación académica tiene como finalidad primordial hacer del futuro profesional un "ganador" en un mundo de negocios muy competitivo en el cual "todo vale", lo que conduce a una visión instrumental de la educación formal.

*- Segundo, la convicción epistemológica positivista de que no existe racionalidad ética alguna comparable a la racionalidad científica, motivo por el cual no se puede superar el relativismo de los valores. Como dice Etzioni: "mientras es relativamente claro lo que la economía dicta y aun lo que las leyes dictan, lo que es "ético" se aleja de lo obvio". No queda más entonces que defender una posición relativista y cínica, según los contextos y los intereses en juego, tratando por cierto de no ser malo en la medida de lo posible, pero sobre todo de no ser tonto. Mercantilización de la enseñanza y relativismo ético: He aquí el Ethos que parece difundirse de una manera u otra muy bien en muchas de las instituciones académicas ligadas al mundo empresarial y las carreras profesionales, que forman a los grandes funcionarios y administradores en nuestros países.

Por eso es sumamente importante validar el enfoque de Responsabilidad Social Universitaria a través de una demostración filosófica de que el relativismo moral se equivoca, es decir que sí existe una racionalidad ética que no tiene nada que envidiar a la de las ciencias lógico-formales o empírico-analíticas.

Inexorablemente, hoy en tiempos de la globalización neoliberal, cuando el conocimiento marcha a hacia su privatización paralelo al ingreso de las empresas transnacionales en la Educación Universitaria, las tentaciones del mercado de hacer de la Universidad una UNIVERSIDAD MERCANCIA, son muy grandes, extensas y contundentes. Esta situación tiene por supuesto antecedentes históricos. Las últimas décadas del siglo XX trajeron dos cambios importantes en la vida universitaria.

*- El primero fue la masificación de la Universidad: de claustros de formación de una pequeña elite, la Universidad se transformó en fábrica de los trabajadores ordinarios que necesitan la industria y los servicios, en un mundo en el cual la tecnociencia se ha vuelto el primer factor productivo, y exige en consecuencia un personal laboral cada vez más calificado.

*- El segundo cambio fue la crisis del empleo que hace que, hoy en día, ni la obtención de un título universitario garantiza al joven un puesto laboral adecuado a su formación y sus expectativas.
Pero no hay "mercado" que justifique el desmantelamiento de los Estados. Que obligue a los pueblos a aceptar que la educación y el conocimiento se cancelen como parte de una acción social y humana y se reduzcan sólo a un acto comercial. No hay razón comercial que justifique la cancelación de la responsabilidad del Estado con la Educación en beneficio de sus propias sociedades. Renunciar a ese compromiso es acelerar el advenimiento de una edad oscura, acelerar el encumbramiento de una elite sobre los pueblos en pobreza absoluta y desigualdad económico-social. Es aplaudir el retroceso, no el progreso de la especie humana.
Obviamente, en relación a esta problemática Universidad-mercado, la Universidad como Institución va perdiendo la batalla – pero no la guerra – hay un a corriente dominante de uso público de los productos del conocimiento, en los cuales la búsqueda “de la verdad”, quedó como rezago o recuerdo del pasado. Este conjunto de elementos sustentados implica un replanteamiento serio y responsable para la Universidad. Polémica en el escenario universitario que no se presenta entre la Vieja Universidad y la Nueva Universidad, sino que son elementos, presentes como horizontes de cambio, transformación e innovación, que nos permiten construir otra globalización de la Universidad, centrada en la crítica, cultura e identidad de la comunidad local, creando canales de comunicación intercultural, reconocimiento de la diversidad cultural, en democracia participativa, directa, dialogante, una Universidad con perfil profesional y currículo multidisciplinar, sustentado en valores, construyendo socialmente nuevo Liderazgo Institucional con ética y responsabilidad social, de cara al nuevo milenio y visión competitiva al mundo académico globalizado.
Nos encontramos en el contexto histórico y político de la Modernidad ante un cambio cercano a la Universidad - investigamos, desarrollamos, promovemos, nos comprometemos, - pero al mismo tiempo existe la creencia de que no la contaminará, deformará y distorsionará producto de la corrupción o la crisis global institucional. Por ello, la Universidad se encuentra en una situación paradójica: Por una parte está cercana y es una parte de esta revolución de la información, la comunicación, mientras que por otra, representando de alguna manera la Institución “más conservadora, tradicional y/o moderna de la sociedad,” es lenta y pesada – no sólo por la burocracia, sino también, por la falta de Presupuesto - en adoptar nuevos caminos democráticos, amplios, plurales para tratar la información, la comunicación y la tecnología. Parece necesario, en este sentido, un compromiso institucional de aplicación de las TIC a la docencia universitaria.

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